La crianza es la relación temprana del bebé con un adulto que funciona en el lugar de sostén. Este adulto es el encargado de presentarle al bebé un mundo, mucho más que satisfacer una necesidad. Este es un punto que me resulta importante aclarar. Creo que la crianza se ha planteado mucho en términos de "qué hay que darle a un niño" cuando, en realidad, la satisfacción de cualquier necesidad supone un contexto afectivo.
La crianza es un vínculo de cuidado, la educación supone la relación con la autoridad. Por eso es muy frecuente que los niños a veces digan que la maestra grita o que los reta. Esto no quiere decir que den cuenta de una situación objetiva, sino de un cambio en los roles. Así es como manifiestan el pasaje hacia el ámbito educativo.
El modelo vincular de la crianza es la disponibilidad y no la presencia. El adulto debe estar, cuando hay que estar; pero también debe estar ausente, para que su presencia no sea invasiva ni inhiba el crecimiento.
Nos escribe Lucía (39 años, Buenos Aires): "Querido Luciano, te escuché hace poco en una charla en el colegio de uno de mis hijos. Me sorprendió lo que planteaste sobre la crianza y la educación. Me gustaría pedirte que lo desarrolles un poco más, porque yo venía leyendo todos los libros de crianza, pero ahora ¡también me pregunto cómo educar!"
Querida Lucía, muchas gracias por tu mensaje. Gracias por haberte acercado a la charla y ahora pedirme que extienda un poco aquellas ideas. Acuerdo con vos en que llevamos muchos años hablando de crianza. Cuando en 2017 publiqué el libro "Más crianza, menos terapia" nunca me imaginé que, con los años, la palabra crianza aparecería por todos lados.
Uno de los efectos más graciosos de esto último es que, en otra ocasión, me invitaron a dar una charla en un colegio ¡para padres de adolescentes! Sin duda fue un poco incómodo explicar que en la adolescencia ya no hay crianza. Entonces, vamos a plantear algunas ideas básicas para, luego, ir a lo que podría ampliar en esta columna.
Por un lado, la crianza es la relación temprana del bebé con un adulto que funciona en el lugar de sostén. Este adulto es el encargado de presentarle al bebé un mundo, mucho más que satisfacer una necesidad. Este es un punto que me resulta importante aclarar. Creo que la crianza se ha planteado mucho en términos de "qué hay que darle a un niño" cuando, en realidad, la satisfacción de cualquier necesidad supone un contexto afectivo.
En la relación primaria, el adulto contiene en función de que el bebé se convierta en un niño que pueda desarrollar sus capacidades. Por eso, el modelo vincular de la crianza es la disponibilidad y no la presencia. El adulto debe estar, cuando hay que estar; pero también debe estar ausente, para que su presencia no sea invasiva ni inhiba el crecimiento.
Por ejemplo, si por miedo un progenitor no puede dejar solo a un niño, estimulará su dependencia sin darle lugar a la adquisición de la autonomía progresiva de la maduración. Criar no es lo mismo que gratificar. Es dar soporte y aprender a retirarse, para que ese niño, que ayer estaba en una situación de indefensión, pueda poner a prueba sus actos y hacer una experiencia personal.
Estamos de acuerdo en que un progenitor sobreprotector es tan problemático como uno que abandona. Por caminos distintos se puede fallar a lo propio de la relación de cuidado que implica la crianza. Criar es cuidar y dar libertad. Y donde la crianza termina, comienza la educación. Esta es la segunda tarea importante de la primera infancia. El lugar del adulto en la educación es otro. Ya no debe cuidar, sino transmitir valores y facilitar la adquisición de criterios.
Los padres, por ejemplo, criamos y educamos. En la escuela, para el caso, se trata de la función de educar. Un problema actual es que muchas veces los padres pedimos a la escuela que sea una institución de crianza, cuando es una institución educativa. ¿Qué quiere decir esto último? Que la escuela requiere el apoyo de los padres, para que estos se ocupen de la crianza, pero también para que tomen el relevo de la enseñanza, o sea, que introduzcan el vínculo basado en la autoridad.
La crianza es un vínculo de cuidado, la educación supone la relación con la autoridad. Por eso es muy frecuente que los niños a veces digan que la maestra grita o que los reta. Esto no quiere decir que den cuenta de una situación objetiva, sino de un cambio en los roles. Así es como manifiestan el pasaje hacia el ámbito educativo.
En este último, como en toda relación pedagógica, se espera que el niño sea capaz de notar las consecuencias de sus acciones. Esto no es esperable en los primeros años de vida. En efecto, durante un primer momento, no alcanza con advertirle a un niño que, si hace tal o cual cosa, tendrá tal o cual consecuencia.
¿Por qué? ¿Qué ocurrirá? Pasará que, si lo hace, prometerá no volver a hacerlo, con la idea de anular lo hecho. Para adquirir educación es preciso haber adquirido un sentido causal que los niños no tienen, por lo general, antes de los 5 o 6 años.
¿Cómo nos damos cuenta de que ya adquirieron ese sentido?
Un ejercicio sensible es prestar atención a lo que ocurre cuando ven una película. Si logran establecer la relación del argumento, en términos de peripecia (lo que le ocurre al héroe o protagonista), es que ya está, ahora pueden volver causalmente sobre sus propios actos.
En este punto, el niño ya es apto para ser educado y los padres también deben saberlo para allanarle la tarea a la escuela. Si la escuela es un segundo hogar, la primera escuela es la casa y el vínculo con los padres. Este es un aspecto que cabe tener en cuenta, sobre todo para evitar que los padres resten colaboración a la escuela o bien le pidan a esta que haga cosas que no puede hacer.
En estos años, la expansión de la crianza hizo que todos los vínculos se piensen con el modelo de la relación primaria, lo cual es un grave problema. Para llevar la cuestión al extremo, me pasa a mí en la universidad cuando hay algunos alumnos -por suerte, pocos- que me piden que, si no saben algo, los perdone, que no sea tan malo como para reprobarlos. Pero, como les digo, no soy yo el que haría algo semejante…
¡Es la consecuencia de lo que ellos estudiaron!
Querida Lucía, disfruté muchísimo el encuentro que tuvimos para charlar de los temas que aquí, me doy cuenta, apenas pude ampliar. Quedan muchísimas cosas para desarrollar, pero también es importante que las preguntas maduren y empecemos a trazar distinciones que conmuevan el sentido común actual, según el cual parecería que nunca dejamos de ser niños, menoscabando la función de la adultez.
(*) Para comunicarse con el autor: [email protected]
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