¡Todos somos importantes para Dios! Nunca debemos desconfiar de Dios. ¡Todos buscamos a Dios y Él nos busca porque nos ama! Como una obligación más nos han enseñado nuestro "amor a Dios", pero lo más importante es que Dios nos ama siempre y más que nadie en el mundo. Las personas y las cosas son los dones grandes que Dios hace.
Hay una parábola evangélica (**) que solemos llamar del "Hijo pródigo" (Lucas 14, 11-32). Cristo es la verdad. En realidad en muchos sentidos es la parábola del "Padre pródigo", porque nos habla de un papá amoroso como ninguno y cuyo amor lo desconocen incluso sus propios hijos. El papá de familia es "Dios Padre"; el hermano menor "representa a los pecadores" y el hermano mayor a las personas religiosas como los fariseos, a los que Jesús se dirige con esta enseñanza, este "cuentito", esta comparación (Lucas 15,2).
Una aclaración importante para señalar: si bien Él los llama hijos, ambos tratan al papá como a un patrón. El hijo menor, después de su "aventura juvenil" desea volver a su casa, como un trabajador o empleado más. El mayor, se queja por el tiempo o los años que trabajó para su padre o casa, sin recibir un bono o cabrito, como premio o reconocimiento. Uno de ellos, el menor, quiere independizarse de su padre para ser libre. Y el otro, el mayor, lo sirve tratando de aprovecharse lo más posible de Él.
Cuando el hijo menor vuelve a la casa, el otro queda en la calle rezongando… no se reconcilia con su hermano, ni con su padre. El padre sale a esperar al hijo menor y también para invitar al hijo mayor. Les da total libertad: no los obliga a ninguno de los dos, ni a quedarse, ni a entrar. Se conforma con el arrepentimiento imperfecto del hijo menor y al mayor le deja la puerta abierta, siempre esperando.
El hijo menor se va, es la "historia de muchos adolescentes" que se rebelan a sus padres y ello con el tiempo lo lleva a la degradación absoluta: "Tiene temor y no amor de hijo". No se da cuenta que alejado de su papá no podrá ser feliz. Para el hijo menor, la conducta de su padre es una sorpresa total. No le entiende tanto cariño y que no le deja hablar, no le pregunta nada, no le da una penitencia, ni le pide una garantía para el futuro, no lo quiere humillar.
Y otro aspecto que está en el relato de la parábola, son todos los gestos y acciones del padre: hasta le pone zapatos, para que recupere la libertad (recordemos que en la época de Jesús, solo los esclavos iban descalzos) y ordena una gran fiesta, para borrar toda la huella de la desgracia. El hijo menor no llega a entender y después entra a la casa, al descubrir el "amor del Padre".
La segunda parte de esta parábola está especialmente dirigida por Jesús a "los hermanos mayores": los fariseos, y las "personas religiosas", que hoy también tenemos en nuestras comunidades. El cuadro de situación es que el papá está lleno de alegría por la vuelta del hijo perdido, pero el hijo mayor se enoja, murmura, se niega a comer con su hermano menor, al igual que los fariseos que se escandalizaban cuando Jesús se sentaba con los pecadores.
En síntesis, el hermano mayor parece religioso y desprecia a su propio hermano. Tampoco lo entiende a su padre, no comprende que Dios ama a todos y que todo es de todos en una familia, y que el padre siempre toma la iniciativa y espera una respuesta de cada uno. "Todo ser humano es mejor de lo que dice y de lo que hace" nos dijo Juan XXIII.
Entonces… ¿cómo debe ser mi apostolado según las líneas de esta parábola? Como le expresaba monseñor Vicente Zazpe: "Debemos llevar el Espíritu de Dios a todas las comunidades católicas, con vitalidad y alegría, de manera que demos testimonio de la Fe y de nuestro compromiso de bautizados". Para ello, manifestaba Zazpe, "Cristo quiere a los laicos en el mundo, no en la sacristía y bien formados, sino competentes, llevando el Reino de Dios" (***).
El obispo también decía que "uno de los lugares privilegiados del encuentro de la Fe con la cultura es la universidad… para llegar a la verdad". Vayamos a María, del tierno amor hogareño, para que nuestro apostolado o nuestras vidas sean con bondad y misericordia, como nos enseña Dios. Lo suficientemente buena, caritativa y humilde porque Dios "nos ama siempre".
(*) Diácono permanente, Parroquia San Roque de Santa Fe.
(**) El papa León XIV, en una de sus mensajes dominicales, recordó que "la parábola es el modo de Jesús de comunicarnos su Palabra Salvífica".
(***) Nos dice el presbítero Jorge Montini en su libro "El corazón de un pastor" que monseñor Vicente Zazpe "vivía sujeto a la ley del Amor y la Libertad; su compromiso era tan real como libre, y convocaba con su palabra profética a la vida espiritual, a la comunión social y al señorío de las cosas, con la fuerza de la gracia del Espíritu".
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