Dios, para muchos, es como un soberano, encerrado en su palacio, lejano y que no se interesa por nuestros problemas y dificultades. De vez en cuando lo buscamos para hablar o tener un contacto. Nos cuesta trabajo reconocer su "Amor paternal"; creemos que Jesús nos puede escuchar pero desconfiamos de Dios Padre.
La palabra Cielo significa la inmensidad y trascendencia de Dios, de intimidad en Dios y de los santos con María Madre. ¡Nos quiere como hijos! Lo repetimos una y cientos de veces por su importancia. Nuestro Dios no tiene títulos ni privilegios: ¡Pequeño como en Belén, con una gruta abierta para todos y para siempre!
Tiene un trono que es la Cruz; un mensaje que es el "Amor salvador gratuito", débil y sufriente por decisión personal; revelado y que se quedó como signo de Amor en la Eucaristía. Toda la humanidad será salvada y no sólo los hombres. Jesús, el Resucitado, es "pan del hambriento", por eso está cerca de los pobres y quiere que su Iglesia también. Es por ello, que para que triunfe el bien, la Iglesia y la humanidad deben hacer todo,… ¡Menos nada!
El hombre, el profeta del Nuevo Testamento, que inaugura la llegada de la hora de Jesucristo Mesías y lo anuncia desde los sueños: el "Plan de Dios": ¡De y para todos! Generalmente hemos tenido una imagen triste y descolorida del querido San José. ¡Qué poco se habla de él!: pocas veces en las predicaciones o en las homilías. ¿Se lo escucha nombrar en las parroquias, capillas, colegios católicos, en la universidad y en las distintas pastorales?
A través de un sueño
San José entendió y vivió el Misterio de la Encarnación; nunca dudó de María, su esposa. Lo supo todo desde el principio porque tenía la madurez de un "hombre sencillo y humilde". Su duda fue si Dios lo quería o no al lado de su mujer y Dios se lo confirmó a través de un sueño.
En este 2025, vemos y valoramos enormemente a María, con justicia, pero no tanto así a San José. María, "La de Nazareth", "Madre de la Iglesia", "Ventana de Pentecostés", se santificó, entendió y comprendió el "Plan Salvador de Dios" en el contexto matrimonial y familiar con San José, viviendo los dos juntos las máximas emociones del "llamado celestial" dado por el ángel en la Anunciación.
Pero, María y José amaron a Dios "en equipo". Se santificaron juntos, el uno con el otro; el uno gracias al otro. Estuvieron juntos desde el principio. ¡Qué importante es esto para tantas familias u hogares en crisis de todo tipo! En especial en nuestros días, en los que pareciera triunfar la droga, el narcotráfico, la corrupción, las desigualdades (por ejemplo, el haber de un jubilado y la dieta de un legislador), las muertes, etc, etc.
Por eso mismo, para reflexionar los invito a preguntarse: ¿Qué imagen tiene la figura de San José en nuestras vidas? ¿Cómo eran las costumbres matrimoniales en la época de Jesús Niño? ¿Qué significa que San José era un "varón justo"?
(*) Diácono permanente, Parroquia San Roque de Santa Fe.
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