La estrategia económica actual, centrada en el endeudamiento y la estabilidad cambiaria, es vista como insostenible y vulnerable a crisis económicas futuras.
El presidente Javier Milei junto al ministro Luis Caputo. Fotos: Archivo
El presidente Javier Milei intenta sostener un programa económico dependiente del endeudamiento creciente en dólares, lo que lo vuelve técnicamente insostenible. La historia económica argentina está llena de ejemplos de cómo este tipo de escenarios terminan, inevitablemente, en fuertes crisis que derivan en mayor desempleo y pobreza.
El ancla cambiaria es ilusoria: una calma artificial sostenida por la expectativa de futuros flujos de capitales.
En este sentido, la principal crítica a la actual gestión económica es la falta de un verdadero plan de desarrollo productivo. El foco parece estar puesto únicamente en alcanzar una estabilidad cambiaria sostenida por la liquidación de commodities, el ingreso de dólares especulativos -la llamada “bicicleta financiera”- y la ampliación de la deuda externa.
Todo esto genera una aparente estabilidad, que es extremadamente vulnerable tanto en el corto como en el largo plazo. En los hechos, se está reemplazando deuda indexada o en pesos (heredada del kirchnerismo) por deuda en dólares, postergando el problema hacia adelante. El ancla cambiaria es, por lo tanto, ilusoria: una calma artificial sostenida por la expectativa de futuros flujos de capitales.
Por otro lado, la eliminación de la inversión pública implica hipotecar la competitividad futura, ya que la productividad de un país depende en gran medida de su infraestructura. Sin inversión que mejore la matriz logística, ¿cómo pretende el gobierno aumentar las exportaciones?
La herencia devastadora del populismo K
Para comprender la tolerancia social al ajuste actual, es necesario recordar la magnitud del desastre que dejó la década kirchnerista. Su modelo fue una máquina de generar pobreza, inflación y restricciones al comercio y a la iniciativa privada que pulverizaron la confianza.
El "plan económico" del kirchnerismo fue, en esencia, un mecanismo de redistribución regresiva financiado con emisión monetaria, vaciamiento de las arcas públicas y, sobre todo, una obscena corrupción.
El populismo de izquierda no solo destruyó el valor de la moneda, sino que desmanteló la institucionalidad. La sombra de la cleptocracia y el festival de gastos sin control dejaron una economía devastada que incluía: un PBI en retroceso, inflación creciente, crisis cambiaria y una sociedad sumergida en la pobreza e inseguridad.
Todas consecuencias directas de un Estado concentrado más en el relato y la prebenda política que en la protección ciudadana. El "modelo" fue un fracaso rotundo, y es esa memoria reciente la que permite que un ajuste de esta magnitud sea implementado hoy.
Diferentes Pero Parecidos
Más allá de sus diferencias ideológicas, las administraciones de Milei y el kirchnerismo comparten una matriz de comportamiento peligrosa para la Argentina: la soberbia, el autoritarismo y sus delirios mesiánicos. Ambos modelos se sustentan en la figura de un líder que se considera portador de la verdad absoluta, desestimando la necesidad de consensos y el respeto por las instituciones.
La falta de apoyo -o incluso el castigo explícito- a jurisdicciones productivas como la provincia de Santa Fe es un claro ejemplo de este defecto compartido.
Un camino hacia el desarrollo
Frente a este escenario de polarización y políticas cortoplacistas, es necesario construir una alternativa basada en una visión de largo plazo. Un gobierno que ponga el foco en la producción, la inversión y la generación de empleo genuino, con un fuerte énfasis en la innovación y el valor agregado.
Hace falta impulsar inversiones estratégicas en infraestructura, promover las exportaciones mediante un plan serio y, sobre todo, construir un proyecto de país sin odio, que articule las capacidades de todas las fuerzas productivas.
El autor es Licenciado en Economía.
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