No fue que me llamaron "guiso".


No fue que me llamaron "guiso".
Fue que alguien, entre risas sueltas,
dijo esa palabra: guiso.
Y yo me quedé quieto, inmóvil...
como si el aire se hubiese detenido.//
Una palabra tan simple, tan doméstica,
tan cotidiana para otros. Pero para mí...
Para mí esa palabra tiene un espesor distinto,
una vibración honda, un eco que desciende...
a los sótanos húmedos de la memoria.//
Para mí, guiso no es un sustantivo.
No. Es un conjuro. Un relámpago.
Un mapa emocional, donde se cruzan
todos los inviernos de mi infancia.//
Desde ese momento, las palabras
empezaron a rodar dentro mío.
Se volvieron aleatorias, errantes,
como los ingredientes en una olla...
que hierve sin receta.//
Unas se chocaban entre sí, otras se fundían:
dolor, humo, panza, esquina, cuchara, risa, frío, abrazo, espera.
Y entonces apareció el recuerdo.
Pero no uno cualquiera.
Aquel: el más oscuro, el más sincero.//
La esquina. La esquina era una cueva.
No una cueva de piedra, sino de cuerpos.
Una guarida hecha de espaldas dobladas,
de rodillas heladas, de ojos abiertos y atentos
... como centinelas de la miseria.//
Allí nos refugiábamos. No del frío...
-aunque el frío era un personaje más de nuestras vidas,
un dios cruel que se colaba por los huesos-,
... sino del hambre.
Porque en esa esquina había comida.//
Comida... o algo que la simulaba.
Una olla grande, humeante, que olía a todo y a nada.
Un guiso. Un guiso que no tenía nombre.
No tenía nombre, ni ingredientes exactos,
... pero que sabía a salvación.//
Nos sentábamos como animales, que presienten el milagro.
No hablábamos mucho...
El hambre no deja espacio para el lenguaje.
Éramos niños, adultos, ancianos,...
sin edad definida, hermanados por la panza vacía.//
Allí, en esa esquina, comíamos...
Y por un rato, muy breve, la vida dejaba de doler.
El frío y el cuerpo. El invierno no era una estación.
Era un estado del alma.
El invierno era interno, permanente, rugoso.//
Vivíamos envueltos en él como en una segunda piel.
Nuestros cuerpos eran pequeños monumentos al temblor.
Pero al comer, aunque sea una cucharada, algo cambiaba.
El calor del guiso no solo subía por la garganta.
Subía por la memoria.//
Era fuego que escribía sobre nuestros órganos:
estás vivo, todavía. El guiso como palabra...
Ahora entiendo. Aquel guiso no era solo una comida.
Era una palabra...//
Una palabra que hoy, al oírla, estalla dentro mío.
Porque guiso quiere decir muchas cosas.
Para muchos, es solo una cena.
Para mí, es infancia, herida, refugio,...
dignidad, supervivencia, comunidad.//
Es también un poema que no se puede escribir.
No se puede escribir porque arde en la garganta.
Por eso, cuando alguien habla de guiso,
no puedo evitar que algo me tiemble adentro.
Porque yo también cocino guisos hoy.//
Los cocino con gusto, con cebolla dorada,
con condimentos, con amor...
Pero hay uno que no puedo volver a cocinar:
El de aquella esquina. El guiso de la cueva.
El guiso de los invisibles.//
El guiso de la solidaridad silenciosa.
El que está hecho de silencios y miradas,...
de cucharas de hojalata,...
de risas a medias y de dolores enteros.
Es un guiso que me habita. Un guiso recuerdo.
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