Analizando las consecuencias de la sumisión europea
El fenómeno de sumisión en Europa se analiza a través de la obra de Houellebecq, destacando cómo el multiculturalismo puede diluir identidades nacionales.
El debate en torno al uso del burkini en las playas francesas fue una de las manifestaciones concretas de la tensión que se genera cuando ciertas costumbres atentan contra las normas jurídicas y culturales del país anfitrión.
Hoy quiero invitarlos a reflexionar en torno a una obra fantástica de Michel Houellebeq que ha causado un impacto significativo desde su publicación en el año 2015. Se trata de "Sumisión", una obra que se sitúa en una Francia del futuro cercano, donde un partido islámico moderado gana las elecciones presidenciales y transforma progresivamente la sociedad francesa bajos los principios del islam.
Esta ficción provoca una profunda crítica sobre la identidad cultural y el concepto de sumisión, tanto en el sentido religioso como sociopolítico.
Pues bien, queridos lectores, intentaremos establecer un paralelismo entre la narrativa de Houellebecq y la situación contemporánea en Europa, subrayando cómo los eventos actuales reflejan una clara confusión entre pluralismo y sometimiento cultural innecesario.
El concepto de sumisión en la precitada novela no se limita a la obediencia religiosa, sino que se extiende a un acatamiento más amplio de normas y valores impuestos por una autoridad superior, lo cual es relevante al momento de considerar la dinámica sociocultural de Europa.
Nuestro autor describe un estado donde la población, cansada del vacío posmoderno y la decadencia espiritual, encuentra consuelo en una estructura autoritaria "nueva y diferente".
En "Sumisión", la aceptación de este nuevo orden es en parte voluntaria, derivada del deseo humano de pertenecer a algo y/o encontrar un propósito tras la "Muerte de Dios", ideada y ejecutada por pseudo-intelectuales progres durante más de un siglo.
No es casual que nuestro autor indique que "la gente es mucho mejor cuando no tiene elección", evocando con ello la idea de que la falta de opciones nos puede llevar a una forma de paz y estabilidad que contrasta con la anarquía y su fantasioso "exceso de libertad".
Como lo habrán podido notar con claridad, en la actualidad Europa enfrenta una serie de desafíos que ponen a prueba sus principios de pluralismo, bastión de la democracia liberal posmoderna. Las recientes protestas en Gran Bretaña, caracterizadas por una mezcla de símbolos nacionalistas y populistas, reflejan una tensión creciente entre la identidad nacional y la integración multicultural.
Según la narrativa de varios medios políticamente correctos, la manifestación fue una amalgama de diferentes grupos, desde seguidores de Elon Musk hasta miembros de movimientos nacionalistas tradicionales.
Esto indica un fenómeno complejo en el que diversas corrientes ideológicas convergen para expresar un descontento generalizado. Una manifestación de la clara lectura sesgada del asunto es la afirmación de la periodista Ana Baron, quien sostiene que "la fragmentación social y el auge del populismo son síntomas de una crisis de identidad en Europa".
Pues no. Ojalá fuera así de simple. Lo cierto es que, durante décadas, el viejo continente ha abandonado progresiva y voluntariamente sus raíces, su cultura, su religión, su historia, sus tradiciones e incluso su moral y eso, amigos míos, tiene su costo y hay que asumirlo.
Multiculturalismo y corrección política
Diversos académicos y pensadores han analizado esta situación desde múltiples perspectivas. Por ejemplo, el filósofo Slavoj Zizek sostiene que "el multiculturalismo en sí mismo puede convertirse en una forma de racismo invertido, donde la cultura dominante adopta un tono paternalista hacia las culturas 'protegidas' (...)" (Zizek, 2017).
Esta aguda observación resuena directamente con la narrativa de Houellebecq en tanto que la identidad nacional se diluye en un mar de concesiones y compromisos desarrollados, promovidos, financiados y ejecutados por una élite de políticos corruptos que han adherido a agendas culturales que atentan directamente contra la forma de vida de sus propios países.
Por su parte, la socióloga francesa Nathalie Heinich también realiza su aporte en este debate señalando que "la obsesión con la corrección política puede llevar a una autocensura que es, en última instancia, una forma de sumisión" (Heinich, 2019).
Desde esta perspectiva, también, se subraya cómo el afán de evitar el conflicto social puede traducirse en una pérdida de autonomía cultural y personal. En este punto de la reflexión es preciso indicar que la idea de que Occidente ha confundido el pluralismo con el sometimiento no es nueva.
El politólogo Samuel Huntington, por ejemplo, en su obra "El choque de civilizaciones", supo advertirnos los peligros que se acarrean al ignorar las profundas diferencias culturales en nombre de un universalismo mal entendido (Huntington, 1996).
El politólogo Samuel Huntington (1927-2008), en su obra "El choque de civilizaciones", supo advertirnos los peligros que se acarrean al ignorar las profundas diferencias culturales en nombre de un universalismo mal entendido.
En este enfoque particular, se argumenta que la integridad de cualquier cultura depende de su capacidad de mantenerse fiel a sus valores fundamentales sin sucumbir a presiones externas.
Evidentemente, estamos hablando de un marco teórico que hoy es tabú: apelar a que los inmigrantes se integren a nuestra cultura, pero respetando las costumbres del lugar que los acoge, hoy, es una sentencia de extrema derecha para el posmo progresismo reinante.
Ante ello, yo siempre propongo esta máxima: "Compórtate en mi país como si fueras nacido en mí país, porque si yo voy a tú país y no hago lo mismo, me jugaría la vida".
En la novela "Sumisión", la cultura francesa se somete no sólo por miedo y cobardía, sino también por el vacío existencial que busca llenarse a través de una "nueva" estructura social. Este proceso de sumisión es gradual y casi imperceptible, similar a lo que algunos críticos ven en las políticas multiculturales actuales de Europa.
Tal es el caso del filósofo francés Alain Finkielkraut, que llegó a señalar que "nos arriesgamos a perder nuestra identidad en el intento de incluir todas las demás identidades" (Finkielkraut, 2015).
Batalla ideológica y fricción cultural
La Europa contemporánea, como casi todo Occidente, ha convertido el "pluralismo" en un campo de batalla ideológica. Mientras que las políticas multiculturales pretenden fomentar la coexistencia pacífica, también enfrentan críticas por promover una forma de sumisión cultural.
Esto es especialmente visible en las tensiones que surgen cuando los valores occidentales chocan con prácticas culturales tradicionales de comunidades inmigrantes, y no se trata de un asunto estrictamente teórico o de posicionamiento político sino que se traduce en una creciente tasa de criminalidad, violencia, hostigamiento y acoso por parte de quienes han sido acogidos.
Repasemos en detalle ejemplos de esta fricción cultural, que son cada vez más frecuentes y se manifiestan en distintos ámbitos. En la esfera social, se han documentado tensiones en comunidades donde en algunos barrios se ha intentado instaurar códigos de vestimenta y separación de géneros en espacios públicos como piscinas y gimnasios, en contraposición a las normas de igualdad y laicismo.
El debate en torno al uso del burkini (1) en las playas francesas o la exigencia de tribunales islámicos paralelos en el Reino Unido (2) son manifestaciones concretas de esta tensión, donde ciertas costumbres atentan contra las normas jurídicas y culturales del país anfitrión.
Religiosos islámicos junto al puente de Westminster, Londres. Las divisiones religiosas se agudizaron al estallar la guerra entre Israel y el grupo Hamás. El crecimiento del Islam en el Reino Unido es todo un desafío social.
En lo que respecta a la esfera de la seguridad, podemos ver los incidentes como los disturbios en los suburbios de París o los crímenes con motivaciones religiosas documentados en Suecia o Alemania.
Ellos ilustran cómo la falta de integración y la radicalización de ciertos grupos de lúmpenes pueden traducirse en un aumento de la criminalidad y la violencia, exacerbando el conflicto entre las poblaciones locales y las comunidades de inmigrantes.
Sobre este asunto en particular, el académico holandés Paul Scheffer reflexiona sobre lo que él llama "la paradoja del pluralismo", señalando que "la integración exitosa requiere de un grado de asimilación que pueda ser visto como opresivo por quienes están sujetos a él" (Scheffer, 2007).
Esta paradoja nos está revelando la dualidad reflejada en la obra "Sumisión", donde la aceptación de una nueva identidad lleva consigo la renuncia a una "antigua".
La reflexión sobre esta paradoja se profundiza aún más al considerar la disparidad entre las expectativas de los inmigrantes y las realidades de la reciprocidad cultural. La premisa del estilo de vida occidental se basa en la tolerancia y la inclusión, pero surge la pregunta de si estos valores son correspondidos.
En las naciones de Medio Oriente, por ejemplo, los occidentales a menudo enfrentamos restricciones severas a nuestras libertades personales y no se nos garantiza la igualdad, el respeto o la justicia de manera recíproca.
Las contradicciones de un equilibrio delicado
Esta falta de reciprocidad pone de manifiesto una contradicción aún más evidente en la esfera política, como lo demuestra el hecho de que en la totalidad de las marchas por los derechos de la comunidad LGBT en Occidente se ondean banderas palestinas, a pesar de que en la mayoría de los territorios árabes la homosexualidad es duramente condenada y castigada con severidad.
Evidentemente, el equilibrio entre proteger algunas "minorías" y preservar la identidad es delicado. Niall Ferguson describe esta situación como una "tensión inevitable en el crisol europeo", donde "la capacidad de adaptación y transformación choca con la resistencia a perder lo que se considera esencial" (Ferguson, 2018).
Demasiado tarde, amigos míos, puesto que las respuestas europeas a la inmigración y al multiculturalismo han sido ambivalentes, contradictorias y ridículas: pasaron de ametrallar barcazas repletas de niños a tener carteles de tránsito y señalización urbana en árabe.
Mientras algunos países adoptan políticas inclusivas, otros implementan medidas restrictivas, reflejando un miedo subyacente a la pérdida de identidad. Esta diversidad de enfoques es sintomática de la lucha por encontrar un equilibrio entre la apertura y la preservación cultural.
En "Sumisión", Francia opta por una integración radical que transforma profundamente su estructura social y política, una decisión que no está exenta de controversia y resistencia. Establecer un paralelismo entre la obra de Houellebecq y la realidad actual de Europa nos permite entender mejor las complejas dinámicas socioculturales y políticas que conforman el continente.
La novela actúa como un espejo distorsionado que, aunque exagera en pocos aspectos, captura verdades esenciales sobre la naturaleza humana y la sociedad.
Las recientes protestas en Francia y Gran Bretaña, junto con el ascenso del populismo fruto del hartazgo producido por el avasallamiento de ciertas minorías sobre la forma de vida de países completos, los llevó a un lógico cuestionamiento del multiculturalismo posmo progre encargado de aniquilar cualquier signo de identidad y estabilidad en un mundo cada vez más globalizado e interconectado.
La sumisión, ya sea voluntaria o impuesta, plantea interrogantes profundos sobre lo que significa, todavía, ser europeo en pleno siglo XXI.
Por último, retomo la cita de Houellebecq: "La gente es mucho mejor cuando no tiene elección". En la medida en que Europa siga naufragando en sus propios y auto infligidos "desafíos" de identidad y pertenencia, queda por ver si la búsqueda de unidad llevará a una sumisión cultural total.
O bien a una nueva forma de pluralismo genuino y sostenible, es decir, donde reine el respeto por la ley y de las diferencias sin que absolutamente nadie atente contra una tradición milenaria tristemente abandonada a cambio de una agenda ya agotada.
(1) El burqini o burkini es un traje de baño femenino que cubre totalmente el cuerpo de la mujer, excepto la cara, las manos y los pies. Es una marca registrada, composición de burka y bikini. Lo creó Aheda Zanetti, diseñadora de ropa deportiva y deportista australiana de origen libanés, en el año 2004. Según sus palabras, la idea era que las musulmanas australianas "pudieran bañarse en público sin contravenir las obligaciones islámicas de recato femenino". Al extenderse su distribución y venta fuera de Australia, aumentaron las muestras de rechazo, por considerarlo una forma de mantener las restricciones sexistas contra la libertad de las mujeres musulmanas.
(2) La demanda de tribunales islámicos paralelos en el Reino Unido se refiere a la aplicación de la ley islámica (sharia o sharía) para resolver disputas civiles y de derecho familiar dentro de la comunidad musulmana, a menudo mediante mecanismos de arbitraje. Estos "tribunales" funcionan como sistemas de resolución alternativa de conflictos, en lugar de tribunales estatales con jurisdicción sobre todos. Aunque se han establecido organizaciones como el Tribunal de Arbitraje Musulmán (también conocido por su sigla en inglés: MAT), la aplicación de sus decisiones está limitada por la ley británica, que prioriza el sistema judicial del Reino Unido.
El autor es docente, escritor y filósofo sanjuanino.
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