¿Cómo están queridos amigos? Este domingo en toda la Iglesia se celebró la Solemnidad de Cristo Rey, instaurada por el papa Pío XI el 11 de diciembre de 1925. ¿Por qué razón? Simplemente para recordarnos que Jesús es el único Rey y Señor; solo Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
En la Iglesia lo vamos a declarar, pero: ¿Podemos decir que Jesús reina en nuestros corazones, en las familias, en las escuelas, en el Congreso, en los Tribunales? ¿Hay lugar para Él en la sociedad?
Hace tiempo se afirmaba que, gracias a la razón científico-técnica, se iba a crear en este mundo el "paraíso terrenal". La fe en Dios, según los "Maestros de la Sospecha" iba a desaparecer. Hoy sabemos que, ninguna de estas promesas se han cumplido. El hombre sigue creyendo en Dios. El desarrollo impresionante de la ciencia y de la técnica, lamentablemente no ha mejorado nuestra vida espiritual.
El mundo no quedó más humanizado, más justo y fraterno como se esperaba. Hoy no somos más felices porque tenemos más cosas que antes. Todo lo contrario, la insatisfacción del hombre es cada vez más profunda. Según los expertos, estamos viviendo en una época pesimista. Incluso se habla de una "sociedad pesimista".
No por casualidad, hace años la Organización Mundial de la Salud designó a la depresión como la enfermedad más extendida en el mundo. John Powell en su bello libro "La felicidad es una tarea interior", nos dice que "un tercio de los norteamericanos se despiertan cada día deprimidos". ¿Es pura casualidad? No lo creo.
Podemos eliminar a Dios en los libros, en los discursos, en los espacios públicos, pero no se lo puede eliminar del corazón del hombre. Y es así porque el ser humano en su esencia es un ser religioso. San Agustín lo expresó bellamente de esta forma: "Señor me has creado para ti y mi corazón siempre estará inquieto hasta que no repose en ti".
Cuando nuestros cuerpos están enfermos, los llevamos al médico y hay clientela formidable. Cuando nuestras mentes están enfermas, se las confiamos a los psiquiatras y hay cada vez más personas necesitadas.
Pero también los espíritus pueden enfermar y, de hecho, se enferman; los espíritus pueden estar muriéndose de hambre y se mueren, al igual que los cuerpos, también ellos necesitan de una buena nutrición para vivir una vida normal.
El espíritu humano subalimentado puede causar un gran desorden cuando le falta la fe y su visión globalizadora de la vida. Porque algo dentro de nosotros quiere saber: ¿de dónde venimos?, ¿qué hacemos aquí y hacia dónde vamos?
Es muy fácil ver cuando un espíritu ha caído enfermo: alimentamos rencores, guardamos resentimientos hacia muchas personas, encontramos poco significado a la vida o a la actividad humana, nos resulta muy difícil disfrutar, nos convertimos en quejosos y acusadores.
El principio filosófico de Santo Tomás de Aquino, "Agere sequitur ese", nos dice que "el hacer sigue al ser". El mundo exterior es el fiel reflejo de lo que somos por dentro. Si hay manifestaciones de egoísmo, es porque por dentro somos egoístas; si hay violencia, criminalidad, es porque por dentro somos violentos.
Hace tiempo el gran escritor ruso Fiódor Dostoyevski decía: "Lo que mata no es el revólver, es el corazón humano, porque del corazón humano salen las decisiones de matar". Sin embargo, hoy, a pesar de todos los males que nos afectan, Cristo quiere seguir escribiendo una nueva historia. Hace falta un cambio profundo.
Es urgente el cambio ético y moral. Porque a pesar de los maravillosos avances científicos y tecnológicos, "algo" nos falta. El hombre quiere ser feliz, pero con su "razón puramente humana", lamentablemente no lo logra. Tenemos más cosas, más comodidades, más posibilidades y sin embargo en lo más profundo de nuestro ser percibimos un vacío existencial.
¿No será porque a Cristo lo hemos sacado de nuestras vidas? Por eso mismo, para finalizar esta reflexión me hago varias preguntas. ¿Qué sembramos en los corazones de los niños, adolescentes y jóvenes? ¿Qué valores orientan nuestras vidas? ¿Hacia dónde se encamina la sociedad? Acaso... ¿hay rumbo, hay dirección?
Mis queridos amigos, pidamos a Dios, en esta Fiesta de Cristo Rey, que nos ayude a ser su presencia profética y significativa en la sociedad de hoy, para que Cristo, Rey del Universo, pueda ser dignificado en tantos hermanos nuestros pobres y empobrecidos.