Los dioses nos libren de análisis largos y centrados en cuestiones personales (que se terminan tan rápido como la vida de sus protagonistas: sus fuegos fatuos se apagan con el último suspiro) y no en el valor específico de una obra, que sí puede, quizás, perdurar. Por lo mismo debo confesar temprano que (contra los mandatos antes enunciados) conozco a Ricardo Tonini desde hace casi medio siglo: compartimos el colegio secundario y luego la carrera de Letras en la Universidad Nacional de Santa Fe, ciudad donde ambos vivimos.
El público se sintió evidentemente a gusto durante la exposición de la "ópera prima" de Ricardo Tonini. Manuel Fabatía
Los dos amamos la literatura. Él eligió la docencia y fue y es aún, ya jubilado, un excelente profesor de Letras. Incluso, en esos años hermosos de nuestra juventud y de la vida universitaria y de la bohemia, recién recuperada la democracia, formamos enseguida un grupo literario; aun antes que la Universidad armara sus propios talleres. Y Ricardo escribía ya entonces. Y lo hacía muy bien.
"Los complotados" es el primer libro de Ricardo Tonini y él asegura, muy suelto de cuerpo, que será el único. Le dije (una vez más, contra todos los mandatos de sostener cuestiones nimias y cotidianas donde debe analizarse una obra) personal y ahora públicamente, que no será su último libro. Nadie que toque tan bien un instrumento dejará de hacerlo si tiene la oportunidad de tenerlo nuevamente a mano…
Por lo mismo, por el carácter presuntamente único del ejemplar, hay aquí dos o tres libros juntos y una cantidad increíble de registros y de posibilidades de lectura y de escritura.
El autor ha sido muy generoso en presentarnos cuentos de corte clásico tal como los concebimos todavía hoy (el consabido y maravilloso presentación, nudo y desenlace); micro relatos (lo mismo, pero en un puñado de palabras, género o subgénero hoy muy en boga); pero también hay viñetas, relatos, aguafuertes, reflexiones, aforismos, consejos, leyendas y hasta textos dramáticos, esto es, pequeñas obras de teatro, otra de las pasiones (los dioses nos libren…) del autor.
Vale decir que aquí, como si se tratara de una vidriera de abigarradas ofertas de un vendedor que tiene muchas cosas preciosas para mostrar, hay múltiples accesos al texto. Al terminar de leerlo, saciado, se me vino a la mente en una especie de asociación libre, ese hermoso filme danés que por acá conocimos como "El festín (o la fiesta, o el banquete) de Babette". En ella, la protagonista, de retirada y austera vida, recibe un buen dinero que destina, no a mejorar su casa o su entorno, sino a agasajar a una serie de invitados, muy distintos todos, que son o fueron parte significativa de su pasado. Y prepara entonces para ellos un fastuoso banquete con lo mejor de lo mejor.
Nada falta allí para halagar a los sentidos. Con el correr de los preparativos y de la cena en sí (buena parte del filme, exquisito, como los platos que Babette cocina y sirve), nos vamos dando cuenta que el festín en cuestión es reparador y viene a saldar cuentas con el pasado, y con lo que cada persona es realmente. En "Los complotados" estamos invitados a un fastuoso banquete y podemos servirnos lo que nos apetezca: hay de todo. Y todo es bueno.
Es un libro muy bien escrito. Limpio, pleno de sentidos, original, con toques de humor y de ironía. Y es un libro entretenido. En una época en que abundan pretenciosos y aburridos soliloquios, aquí el humor campea libre por muchas de sus páginas, hasta abrir una sonrisa o incluso una carcajada espontánea.
Desde el comienzo mismo, en "El examen", dos bandos se enfrentan a muerte entre las calles de una ciudad reconocible (que puede ser la nuestra o cualquiera) y vuelan los disparos y las esquirlas. Una suerte de guerra bizarra, como si se tratara del combate entre de don Carnal y doña Cuaresma, de Pieter Brueghel, el Viejo… Allí aparecen muchas de las claves (Tonini construye con poco y lo hace con originalidad, precisión, ironía, humor), no todas, de "Los complotados". Hay más. Mucho más.
En "Camisas amarillas", donde juega (el juego, felizmente campea libre a lo largo de toda la obra) con una suerte de metaliteratura, leemos: "(…) El tirador acaba de hacer girar la ruleta y echa la bolilla, que cae dando brincos entre los surcos negros y rojos. Pero el destino de la bola no es ni rojo ni negro, sino verde, y el croupier canta 'cero', con una 'o' prolongada y repelente en los labios. El cero tiene siempre un efecto de escamado conjuro en las mesas de casino y, en la mía, eso no es la excepción: se libera en el escozor de los murmullos de la gente".
Si alguien es capaz de escribir, en una descripción cualquiera, "un efecto de escamado conjuro", o "se libera en el escozor de los murmullos", pues, ya cuenta con mi atención y mi respeto. O por dar otro ejemplo casi al azar, avanzamos en el libro y vamos al capítulo de leyendas (el autor, consciente de la variedad de contenidos y tratamientos, esa suerte de silva de varia lección, colocó separadores: leyendas, intersticios, círculos, entre otros) y nos encontramos con el humor zumbón de "El Pozo de los Deseos":
"Y así, después de caminar por más de cuarenta días, Ibrahim-bem-Salim llegó hasta el Pozo de los Deseos. Se arrojó a los pies de su brocal y le dijo, implorante: '¡Oh, Divino Pozo de los Deseos! ¡Quiero tener un millón de maravedíes!'. '¡Yo también!', le contestó el pozo".
Y más adelante, en los desopilantes consejos de Al-Mobar, que el autor instala en el siglo XII (Tonini bien podría haber sido un guionista secreto de la mítica revista Humor, y de, por ejemplo, el inolvidable Bolud El Kotur), leemos (y reímos) en el "Consejo III": "Si, compartiendo un baño con un grupo de escoltas del sultán Mohamed en el gran oasis de Abu-Alí-Hassan, se te cae la botella con esencias aromáticas, no te agaches a recogerla: los escoltas del sultán tienen un finísimo sentido de la oportunidad".
Así es este libro: lleno de sorpresas, de rincones, de sonidos, de guiños. Y en todas partes, puertas, pasadizos y ventanas por donde se puede entrar a un texto caracterizado por la buena escritura y por ese ya enunciado amor por la literatura. El mismo que, durante años, desde la cátedra, Tonini prodigó a miles de alumnos y ahora, felizmente también, desde la escritura.
Disfruten, entonces, finalmente, tanto como yo lo hice, de este verdadero banquete literario.
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