Por Ricardo A. Qüesta


Por Ricardo A. Qüesta
Existen fundadas sospechas de que en su momento Javier Milei fue asesorado por Estados Unidos, Israel y en parte por Gran Bretaña, que suministraron todo tipo de asistencia, para que alguien que nunca actuó en política pudiera llegar a la presidencia de la nación argentina. Por eso mismo, a mi modesto entender, llegó con la "expresa" misión de menoscabar la universidad pública de nuestro país y debilitar a instituciones señeras como el Conicet, parte importante del sistema científico tecnológico argentino, que en el área de las ciencias duras (física, química, matemática e ingeniería) y de transferencia de conocimientos a la industria para desarrollo de la producción, es de excelencia mundial y despierta admiración de científicos extranjeros, quienes no se explican cómo con tan escasos recursos pueden lograrse tantos progresos científicos.
Un ejemplo de esto último, y no es el único, es haberle ganado a países como Estados Unidos, Francia y otros de la Unión Europea una licitación para la compra de un reactor nuclear llevada a cabo nada menos que por Corea del Sur, país con un gran desarrollo científico tecnológico. Esta situación, que se ha reiterado, ha provocado la determinación de parte de Estados Unidos, Israel y Gran Bretaña de tratar de desmantelar toda la estructura de nuestro sistema científico tecnológico para evitar que lleguemos a ser potencia mundial y competir con sus industrias.
Por eso creo que buscaron, prepararon y hasta "asesoraron espiritualmente" a una persona como Milei, que muchas veces da la impresión de que no ve ni siente a la Argentina como su patria, para evitar que el Conicet, la Arsat, el INTA y otras instituciones científicas puedan continuar con sus investigaciones de excelencia al servicio de la economía del país. Solo para mencionar un caso (entre muchísimos otros), pero de gran impacto económico, se destaca la actividad científica del INTA, que demostró que se puede duplicar la producción agropecuaria del país, incluyendo a la Patagonia, mediante riego artificial por goteo lo cual también va a ser posible gracias al desarrollo tecnológico del equipo de investigadores liderado por el ingeniero Adrián Brunini en Caleta Olivia.
Este avance permite desalinizar el agua de mar posibilitando de ese modo el riego artificial de extensas zonas de la Patagonia y el resto del país que por falta de agua hoy no pueden ser cultivadas o utilizarse para ganadería. Y lo que resulta inconcebible es la decisión política del gobierno nacional de no instalar más plantas desalinizadoras de agua. En lugar de interesarse de todas estas investigaciones para estimularlas y acelerar el proceso de incrementar en el país la producción agropecuaria, que podría duplicar las exportaciones, denigra, desprecia y trata de corruptos a los científicos argentinos y les reduce el presupuesto que solicitan para financiar el sistema científico tecnológico.
Milei es un economista dogmático y no tiene la más pálida idea de lo que es la metodología para la investigación científica que se aplica en todas las ciencias, incluso la economía. Y no sabe -o no quiere- ver la evidencia, en cuanto a que las ideas de Friedrich Hayek no se aplicaron en ningún país que haya tenido éxito económico en las últimas décadas. A eso lo demostró puntualmente el destacado economista argentino Aldo Ferrer, que además considero que era un gran patriota, en un meticuloso estudio de economía comparada de países que crecieron gracias a la inversión en educación y en ciencia, y tecnología aplicada que posibilitó ese desarrollo tecnológico e industrial.
Lo que en realidad el presidente Milei está aplicando son las políticas del llamado "Consenso de Washington", que en nuestro país generaron un verdadero "industricidio", como está sucediendo ahora con las políticas del líder libertario. Por eso es imprescindible que todos los diputados y senadores nacionales de los distintos partidos apoyen y aprueben por todos los medios en el Congreso de la Nación el presupuesto que solicitan los rectores del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) para el financiamiento de las universidades y el Conicet. De modo tal que los investigadores tengan los recursos mínimos para continuar con sus investigaciones, aquellas que permitan viabilizar el desarrollo tecnológico que al ser transmitido a la industria podría generar la creación de nuevas empresas, bajar -de ese modo- la desocupación, e incrementar las exportaciones y los ingresos del Estado.
Logrando lo anterior, entiendo, se lograría un mayor superávit fiscal y de la balanza comercial, lo cual nos posibilitaría ir pagando la deuda externa sin frenar el desarrollo del país como al parecer pretende el gobierno nacional. Así se limitarían los pagos al FMI y a otros acreedores a una cifra que deje margen para que el país crezca, otorgando a las universidades, al Conicet y a otros centros de investigación, como la Arsat y el INTA, el presupuesto que requieren para un funcionamiento normal.
Todos los ciudadanos debieran tomar conocimiento y conciencia de que las universidades públicas gratuitas, y las instituciones científicas antes citadas, son realmente imprescindibles para el desarrollo de nuestro país. No pueden ser desarticuladas con políticas como las que impulsa y postula Milei. Por lo tanto debemos solicitar a todos los diputados y senadores que por todos los medios voten a favor del presupuesto que solicitan las universidades y el Conicet, que es una cifra por demás de modesta. Es mucho menor al 1% del PBI, cuando debiera rondar alrededor del 4% del PBI. Sin universidades y sin investigación científica pasamos a ser un país solo proveedor de materia prima a los países desarrollados. Eso es lo que pretenden Estados Unidos y otros países que no quieren que les hagan competencia a sus industrias.
Como una forma de ver la importancia de la inversión en ciencia, tecnología y educación y cómo esta incide en el crecimiento del PBI del país analicemos ese vínculo en Corea del Sur, un país que fue incrementando su inversión en ciencia y tecnología en forma progresiva desde 2 % de su PBI en 1996 hasta llegar a invertir a partir de 2022 el 5.21% de su PBI en investigación y desarrollo. La inversión surcoreana en ese sector para 2025 iba a llegar a la cifra de 422.000 millones de dólares, de los cuales entre el 20 y 25 % lo hace el Estado coreano.
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