Cuántas frases o expresiones se me ocurren para reflejar la trascendencia y la importancia del corazón de Dios. Y a veces llego a la conclusión de que ¡El corazón de Dios es más cardíaco que el nuestro! Y que, con todo respeto lo digo, el Dios al que me refiero "está reloco", porque quizás no haga cosas "normales".
Es el Dios que nos recibe con su misericordia… ¡Siempre! El pastor que jamás abandonaría sus ovejas, el padre que daría una fiesta cuando vuelve un hijo adolescente que había decidido marcharse a tentar suerte lejos de su familia.
Por eso insisto: ¡Qué "locura" la de Dios! Siempre con su misericordia. Y es La Palabra del Evangelio la que demuestra claramente que Dios tiene un corazón distinto del corazón humano. Es la historia de siempre. Observemos la realidad. Una y otra vez, el pueblo es infiel a Dios y se aleja de Él… y una y otra vez, Dios sale a buscarlo.
Moisés pide que sea misericordioso, y el Señor acepta. Otorga una nueva oportunidad para los pecadores. Muchos confían en esa misericordia y esperan la salvación. La conversión de Pablo Apóstol es un ejemplo por seguir. Dios solo no tolera ni acepta la mentira y la soberbia, todo lo otro sí.
La conversión
La "conversión" del pecador es, ante todo, obra de Dios mismo, que hace todo lo posible para esa conversión sea real y volvamos a Dios. Hay alegría y todos los ángeles con Él. Las parábolas de la misericordia son un espejo del corazón de Dios. No siempre somos fieles al Padre por medio de Cristo, no tenemos pertenencia.
Sin embargo, para Dios somos todos iguales y tenemos un valor infinito, más y mucho más que un dólar. ¡Así es Dios! No quiere perder a ninguno de sus hijos, los quiere recuperar y envía a su propio hijo, Jesús, a la muerte en la cruz con la resignación de su amor de padre y no como juez.
Y entonces se hace Eucaristía. Con mucha alegría debemos remarcar, con la alegría celestial de Dios, Cristo nos regala el Purgatorio para ello.
¡Así es Dios! La conversión y el perdón provocan un "clima festivo", al que somos invitados: "alégrense conmigo", "vayan y hagan lo mismo". Jesús quiere abrir así nuestros corazones a la "misericordia de Dios", se "deja embargar" con los más pobres, marginados, jubilados, hambrientos, oprimidos, tristes, abandonados, los sin hogar, sin trabajo, sin educación y sin salud.
La Eucaristía
Escuela, taller, universidad de misericordia. En Cristo hecho pan y vino, está la misericordia de Dios. Allí nos alimentamos de ese amor misericordioso del Padre, del Hijo Jesús y del Espíritu Santo. Todos somos hijos perdidos, pero tratados "para volver" en cada misa (Eucaristía), iniciado con el pedido de perdón, el abrazo de la paz antes de comulgar.
Es decir, en el Padrenuestro, verdadera fiesta, especialmente en domingo, día del Señor. Participando de la misericordia, como misterio, nos hace misericordiosos también a nosotros, perdonando como hemos sido perdonados por los demás.
Resucitando, resucitaremos a la Vida Eterna. La Eucaristía nos lleva a la prudencia en nuestro camino al Cielo. Y nos enseña en sus parábolas a aprender de nuestros errores, falencias, debilidades, angustias, desesperanzas.
Aprendemos revisando nuestras propias vidas ante Dios. Aprendemos de cómo administramos nuestras cosas diarias; muchas veces con descuidos; algunas veces con negligencias. Aun así, Dios no deja de darnos su Gracia y Santidad, especialmente en la Eucaristía para "despertar del letargo espiritual". Y muchas veces, aunque no siempre… ¡Cristo cuenta contigo!
El autor es diácono permanente de la Parroquia San Roque de Santa Fe.
Bienaventuranzas de los jóvenes
Parece mentira, pasaron cuarenta y cinco años. Octubre de 1980, Estadio Mundialista de Mendoza, más de 25.000 personas presentes. Durante el Congreso Mariano de la Juventud, monseñor Vicente Zazpe, en una predicación que atrapó a la multitud allí reunida en escucha atenta y vibrante, nos dejó un "regalo", un legado, un compromiso con la vida, una gratitud: las Bienaventuranzas de los Jóvenes.
Vicente Zazpe y su compromiso permanente con la realidad juvenil argentina.
Son las siguientes:
1) Bienaventurados los muchachos y las chicas que hacen de la vida una ofrenda, un deber y una oblación.
2) Bienaventurados los muchachos y las chicas que deciden su futuro orando, consultando y reflexionando.
3) Bienaventurados los muchachos y las chicas que postergan su noviazgo hasta consolidar su voluntad, disciplinar su afectividad y madurar su inteligencia.
4) Bienaventurados los muchachos y las chicas que optan por una carrera o un oficio para servir a la comunidad.
5) Bienaventurados los muchachos y las chicas que se enamoran de Cristo y quieren proclamar ese Amor.
6) Bienaventurada la juventud que sufre cuando la Iglesia y el país padecen y se alegra cuando la Iglesia y la Patria triunfan.
7) Bienaventurada la juventud que trabaja por la paz y la que tiene sed y hambre de justicia.
8) Bienaventurada la juventud que busca primero el Reino de Dios y lo demás lo considera añadidura.
9) Bienaventurada la juventud orante, penitente y Eucarística.
10) Bienaventurada la juventud que prefiere perder el ojo, el brazo o el pie, si ese ojo, brazo o pie son ocasión de pecado.
11) Bienaventurada la juventud que es fría o caliente porque la tibia será vomitada por el Señor.
Monseñor Vicente Faustino Zazpe vivía sujeto a la ley del Amor y la Libertad. Su compromiso era tan real como libre, y por eso convocaba con su palabra profética a la vida espiritual, a la comunión social y al señorío de las cosas, con la fuerza de la gracia del Espíritu (del libro "El corazón de un pastor", del presbítero Jorge Montini).
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