A una semana del cierre de listas, la unidad del partido parece imposible. Sin un primus inter pares y con mínimas chances de ganar las elecciones, hasta ahora no aparece algo que pueda ordenar el caos.
La tarea que tiene el PJ es parir una nueva generación de dirigentes. Foto: Luis Cetraro
Sumido en una fragmentación de la que solo va a poder salir por arriba, anestesiado por una derrota que aun no ha metabolizado y una confusión con pocos precedentes sobre su rol en el contexto histórico provincial, acechado por la irrelevancia y la languidez, sin nuevas ideas ni objetivos colectivos por delante, ni nuevos liderazgos, ni asunción de responsabilidades, ni gestos de grandeza de parte de dirigentes que siguen empeñados en cobrarse deudas de un tiempo que ya pasó, y hasta habiendo regalado el rol de opositor que debería ejercer, el peronismo de Santa Fe está viviendo su Rusia 2018.
Las consecuencias de la anarquía que hoy vive el peronismo de Santa Fe hay que buscarlas en una gestión provincial que generó expectativas pero que terminó siendo inexplicable, cerrada, expulsiva, sin legados, que no tuvo en cuenta a sus socios políticos y dejó hacer en el área de seguridad a un ministro que solo tenía para mostrar malos resultados y un poco de circo, en el contexto de una disputa por el liderazgo que sumió a los sectores más representativos en una pelea que podría haberse saldado con una negociación política amplia y de buena fe.
La sede del justicialismo en la ciudad de Santa Fe. Foto: Luis Cetraro.
En este contexto, la tarea que tiene por delante el partido es, en primer término, parir una nueva generación de dirigentes (no solo políticos) que vuelva a seducir a los santafesinos y, en segundo término, generar un núcleo de nuevas ideas que expresen un diagnóstico y las consiguientes soluciones a los problemas actuales de la provincia desde una perspectiva santafesina, sin hacer "santafesinismo".
Construyendo a partir de lo local y lo provincial, sin sectarismos, respetando los liderazgos territoriales y los resultados electorales, pensando en el conjunto, sin decir lo que le dicen que digan ni gestos sin espontaneidad. De esa manera gobernó Santa Fe 24 años seguidos.
Buscando el nombre
Desde hace años, probablemente desde principios de siglo, el gran ordenador de la política argentina es el candidato, y no los partidos políticos.
El nombre de quien, en una situación determinada, comprende el contexto en el que vive, percibe las necesidades de la gente, se pone en sintonía con el humor social y avanza con énfasis y fuerza sostenido en tres o cuatro ideas, proponiendo lo que en ese contexto consideran lo necesario para satisfacer estas demandas.
Empatizar con el humor social se ha vuelto una tarea cada vez más difícil para los dirigentes políticos y ha sido la gran ventaja de Javier Milei en su camino a la presidencia, donde además llegó sin tener partido ni estructura.
La "unidad hasta que duela", en línea con el armado nacional, le pavimentó al peronismo de Santa Fe su regreso a la Casa Gris después de 12 años de gobiernos frentistas.
Tuvo ahí su gran oportunidad de empezar a construir una coalición amplia haciendo honor a su historia, incorporando aliados políticos como históricamente lo hizo, a una gestión que la mayoría creía que tenía clara la idiosincracia de los santafesinos, porque el gobernador electo hacía política en la provincia desde el inicio de la democracia.
Pero todo terminó peor de lo imaginado. Tomando las palabras de un senador del peronismo, podría haber sido el principio de lo nuevo, pero terminó siendo el final de lo viejo.
Desafíos
Hay muchos más desafíos que el peronismo de la provincia tiene por delante como recuperar la militancia y la calle, por ejemplo, pero dos son fundamentales si quiere volver a gobernar Santa Fe.
Los primeros pasos no fueron en ese sentido: sectores importantes quedaron fueron de la conducción partidaria e insólitamente convocaron a un congreso partidario, con toda la mitología que tienen en la historia del peronismo, por zoom.
El primero es recuperar a la clase media provincial que perdió en 2007 por distintas razones como el agotamiento de un proceso que había comenzado en 1983 y la falta de renovación, de nuevos dirigentes que tomaran la posta.
El otro es recuperar la adhesión de los sectores productivos que fueron siempre una especie de La Matanza del justicialismo y lo abandonaron cuando empezaron a priorizar las decisiones nacionales a las necesidades provinciales.
A una semana del cierre de listas la unidad del peronismo aparece imposible. Sin un primus inter pares y con mínimas chances de ganar las elecciones, hasta ahora no aparece algo que pueda ordenar el caos, aunque en política todo puede pasar y habrá que esperar hasta el último minuto del viernes.
Las negociaciones están a la orden del día pero las diferencias son profundas y, una vez más, tienen que ver con las heridas que dejó abierta la derrota de 2023.
Ni siquiera se ha dado una estrategia para contener a Marcelo Lewandowski, el candidato con más votos que tiene hoy el justicialismo, que armará una frente por afuera del partido al que sumará distintos sectores de la sociedad, decisión que le explicó a Cristina durante una larga conversación telefónica.
Paso a paso
El peronismo santafesino tiene que cambiar y para eso necesita un proceso. Insistir con las mismas ideas que lo trajeron hasta acá es el peor error que puede cometer.
Hay que dejar que pase el tiempo y que las cosas empiecen a acomodarse para que una nueva etapa empiece a suceder, con nuevas caras y nuevas ideas, porque sin ello será imposible y el futuro será igual al pasado.
Reutemann y Menem en la Nación son emergentes de una crisis de representación del peronismo. Foto: Archivo
La ventaja con respecto a las anteriores implosiones es que todo pasa y cada vez más rápido. En este contexto, es muy probable que las elecciones de abril sean el primer paso para el ordenamiento ya que ahí quedará claro cuanto del electorado tiene cada uno.
Ya ha pasado el peronismo por esta situación de caos y desconcierto y lo ha podido resolver.
Carlos Reutemann en Santa Fe y Carlos Menem en la Nación son emergentes de una crisis de representación del peronismo que no sabía como evitar una derrota segura en la provincia en un contexto de caos económico y desilusión de la gente en la dirigencia política (la primera vez desde 1983) y, en el segundo de los casos, en como resolver una crisis de representación que tenía el peronismo después de haber perdido por primera vez en su historia una elección.
Si bien hoy la situación no es la misma, las defensas siguen estando aunque parezca que, una vez más, está a punto de disolverse. Como dijo Alain Rouquié, el peronismo es un poco como el Ave Fénix, ha muerto muchas veces y siempre ha resucitado.
En el mundial de Rusia 2018 la selección argentina era un fantasma de lo que había sido a pesar de tener buenos jugadores. Sumidos en un desorden consecuencia de una conducción sin autoridad sobre el resto, cada uno trataba de salvar la ropa lo mejor posible pensando en sobrevivir al caos.
De esa situación que parecía terminal surgió un líder que armó un equipo que cuatro años después ganó el mundial de Qatar. Humildad, grandeza, sentido común. Sin exageraciones, caminando y escuchando a la gente. Recuperar la calle. La receta de siempre.
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