
El rincón donde nuestros lectores expresan sus ideas, inquietudes y opiniones sobre los temas que nos atraviesan. Este es tu espacio para hacerte escuchar.

DORA FERNÁNDEZ
"Mirando la tele, veo que están mostrando el ripiado en el barrio Santa Rita. Yo les pido que crucen la avenida Blas Parera y vayan al oeste, al barrio SANTA MARTA, calle La Pampa, y comprueben que es un desastre. Acá nadie aparece, como si no existiéramos y estamos totalmente abandonados. Gracias por el espacio".
UN LECTOR
"Creo que nos mienten con la inflación. No es real, a mi humilde saber y entender. No puede dar tan baja cuando todo sigue aumentando, sobre todo los servicios. Los trabajadores cobramos un salario ajustado a la inflación; pero cuando uno va a comprar lo que sea, la mayoría de esos precios no se ajustan a ese número inflacionario, ¡¡cuestan mucho más!! Otro tanto es con los servicios: llegan con mucho aumento. Entonces, en definitiva, nos están tomando de tontos. No se necesita ser un experto para advertir que cada vez cuesta más llegar a fin de mes. El poder adquisitivo se va licuando detrás de los aumentos ¡¡de todo!! Por ejemplo, si nos fijamos en la próxima suba del boleto urbano de colectivos: de $ 1.440 se irá a $ 1.700 ¡¡alrededor de un 18 %!!, cuando a los maestros y empleados públicos nos aumentarán ¡¡un 7% semestral! Realmente estoy harto. No tiene justificación lo que sucede en nuestro país, un territorio con tantos recursos y con su gente pobre. Bienvenida la clase media a la pobreza. Seguramente, varios me darán la razón, ya que se trata de lógica pura. Si el salario va perdiendo poder adquisitivo y todo aumenta más y más, ¿¿con qué coeficiente miden la inflación?? El resultado es que por algún lado nos están mintiendo, descaradamente...".
MARÍA ROSA
"Necesito saber si el Ministerio de Cultura hace algo por los barrios: ¡sería tan bueno que organice algunas actividades artísticas, o talleres culturales los fines de semana! Los barrios están como apagados...Pero sería hermoso contar con eventos musicales, o de obras de teatro independiente, o de muestras pictóricas, o lo que fuese... La gente también necesita tener esparcimiento y no hay que invertir miles de millones para hacerlo, sino que se necesita de voluntades políticas para apoyar a una sociedad que la está pasando totalmente mal; tanto que ya ni tiene para una entrada a un teatro o para concurrir a un recital. Qué lindo sería que la cultura pueda rescatar a los vecinos de tanta angustia y tanto dolor que están padeciendo por la situación económica del país. Al menos, por unos minutos, disfrutar de la sensibilidad de los artistas...".
MARTA SNAIDERO
Lado este: Rivadavia 4700.
Luego de chats entre el coordinador de la Dirección de Construcciones y la Dirección de Obras de Movilidad en la Subsecretaría de Intervenciones Urbanas (mucho título) y la que suscribe, en que no nos pusimos de acuerdo, algo que parecía que sí, en el tiempo y forma que se iniciarían las "obras", para que la gestión Poletti respondiese a los reclamos de vecinos, durante 17 años, APARECIÓ un cúmulo de basura. Fue casualmente en el mismo lugar donde se llevó a cabo la extensa conversación y en presencia del director Fabián Monzón, quienes afirmaron haber acudido por los reclamos que yo, en nombre de vecinos, efectué, con el respaldo de imágenes.
Primero, se dilató el trabajo por la licencia de Sr. Moreyra; luego según mensaje de texto por Whatsapp, por "la locomotora", y en lugar de iniciar lo prometido comenzaron por "pintar" un banco, no advirtiendo el caño de luz con rotura, a escasos metros, y de juegos infantiles rotos y faltantes. Evidentemente, el nombrado coordinador no coordina la limpieza en el predio, pero sí supervisa, como debe ser su trabajo, lo que hacen en base al PLAN TRAZADO, según sus propias palabras, para esta semana. Él tiene la obligación de recorrer el lugar y advertir lo que (es de suponer) no estaba dentro de su plan trazado.
Por lo tanto, solicito que de inmediato se haga la correspondiente limpieza, no solo del espacio sino de todo el parque, máxime en zona de juegos infantiles para evitar contagios, lastimaduras y que siga aumentando el volumen de esa deplorable imagen no acorde con el nombre "jardín".
Sirva la presente de reclamo al área que corresponda, para que despeje cualquier acumulación de basura o desperdicios. También para erradicar el asentamiento que, en vano, lograron y de nuevo otorga una postal a la ciudad que nadie quiere (facilitando, asimismo, que sus moradores visualicen movimientos de propietarios, con delitos repetidos), y para que la gestión Poletti tome en sus manos el HACER y no el prometer/vender inútilmente una Santa Fe TURÍSTICA.
ALBERTO FABIÁN ESTRUBIA
Ese día los cuerpos quedaron insepultos. Los no enterrados agonizaban en el desierto entre lamentos y gemidos de dolor. Se quedaban sin fuerzas en el camino hacia la ciudad imperial. Pueblontes había sido devastada. Un humo negro y penetrante desdibujada una edificación gubernamental en ruinas y salpicada con manchones de sangre. Negras aves se congregaban en el cielo para desentrañar a las víctimas. Algo más lejos, en el desierto, las hienas despedazaban a los moribundos. No quedaba nadie, solo el descampado y un silencio fúnebre.
El Emperador y sus cortesanos habían muerto sepultados en los escombros del palacio. Las vigas del centro gubernamental de la ciudad imperial habían comenzado a ceder antes del cataclismo, pero nadie se había dado cuenta. Confundieron los ruidos que venían de los caminos vecinos con truenos. Creyeron que las explosiones de pólvora eran aplausos; al griterío injuriante lo confundieron con vítores. La borrachera del pretendido triunfo los había obnubilado. No tuvieron en cuenta que había sido un humilde juglar quien lo profetizó y quien lo cantaba de tanto en tanto, bajo el balcón del gran monarca. Nadie lo había tomado en cuenta: "Es un delirante -dijeron-, un agitador solitario", y "jamás nada ni nadie conmoverá nuestra fortaleza" se oyó decir al portavoz imperial.
El horror llegó el día en que cayó la piedra angular. Esa noche, el palacio estaba de fiesta. Se celebraba la noticia traída por un mensajero: de la victoria de los ejércitos imperiales sobre los habitantes de otros pueblos levantiscos. La lucha había sido desigual, pero se habían sublevado y el emperador Justino era implacable y no aceptaba que no compartieran sus delirios o lo contradijeran. Solo él recibía mensajes celestiales de inspiración divina.
La noche en que cayó la piedra angular, el Salón Principal sonó como un trueno prolongado. El vino celebratorio se mezcló con la sangre caliente, y las piedras que se quebraban se sumaban a los alaridos de dolor y espanto. El griterío era para darse ánimo, pero la muerte los devoraba despaciosamente. Algunas mujeres trataban de huir con sus pequeños, pero caían despedazadas por las explosiones. La fuente que había dado de beber a los habitantes del caserío estaba rodeada de degollados. El Sumo Sacerdote yacía moribundo en las escalinatas del Templo Mayor.
En el atardecer de ese día, el desierto circundante se veía como una oscuridad chispeante de fuegos. El estruendo había sido ensordecedor. Manos de piedra aplastaron a los que intentaron huir. "Mis cortesanos… protéjanme", había gritado entre llantos y alaridos el Emperador. "No me dejen morir". Eso fue lo último que dijo, porque al caer una enorme viga le reventó la cabeza. Esto sucedió en la Segunda Década del Segundo Milenio, cuando Dios separaba la luz de las tinieblas.
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