En la película "Búsqueda implacable 2", Liam Neeson interpreta a un ex agente de la CIA que es secuestrado y mantenido prisionero en algún lugar de Estambul. Tiene un celular con el que se comunica con su hija, alojada en un hotel de la misma ciudad, y le da instrucciones para que detone una granada que él guarda en su equipaje.
El sonido de la detonación llega al padre en forma casi instantánea a través del celular y unos segundos más tarde a través del aire. El retardo entre los dos sonidos, que el protagonista estima contando segundos, es el tiempo que tarda el sonido en recorrer la distancia entre el lugar que se encuentra prisionero y el hotel de su hija.
Conociendo la velocidad del sonido (unos 340 metros por segundo) es posible calcular a qué distancia del hotel está encerrado el protagonista. Con algunos datos adicionales (que la película no especifica) la chica localiza el lugar donde se encuentra su padre. Este uso del sonido como medio para encontrar la ubicación de una persona tiene un interesante antecedente en nuestra historia judicial.
El 12 de abril de 1997, en la ciudad neuquina de Plaza Huincul y durante una protesta por la privatización de YPF, una bala perdida mató a Teresa Rodríguez, una empleada doméstica que se encontraba presenciando la protesta.
Durante el incidente participaron varios policías y para determinar cuál de ellos había sido el autor del disparo mortal las autoridades recurrieron a los físicos Ernesto Martínez y Rodolfo “Willy” Pregliasco quienes conducían, en el Centro Atómico Bariloche, un laboratorio de física forense: aplicación de las leyes de la física a la investigación del delito.
Los investigadores disponían como evidencia una filmación obtenida por un camarógrafo que había cubierto la protesta. La filmación era bastante confusa: dieciséis segundos de gente corriendo, policías disparando y la víctima que cae. En esas condiciones resultaba difícil identificar el origen del disparo mortal.
Sin embargo, la información necesaria estaba ahí, en la cinta. No en el video propiamente dicho sino en la pista de audio. En la grabación se distinguía claramente el sonido de cada uno de los disparos. Estos sonidos iban seguidos de réplicas o ecos, más débiles. Como si el sonido se hubiera reflejado en algún obstáculo y rebotado hacia el micrófono del camarógrafo.
El tiempo transcurrido entre el sonido directo y su eco se correspondía con la distancia adicional que el sonido reflejado había recorrido respecto del sonido directo. Tal vez, como en la película, esa información permitiría reconstruir el recorrido del sonido hasta determinar la posición del autor del disparo. Pero había un problema.
El incidente había tenido lugar en un puente, al aire libre. No parecía haber ningún obstáculo donde el sonido de los disparos pudiera haber rebotado. No había autos, carteles ni árboles. Había casas pero estaban demasiado lejos. También había gente. pero el cuerpo humano tiende a absorber el sonido más que a reflejarlo.
Lo único que, tal vez, podría haber producido un eco eran ocho columnas de iluminación ubicadas a ambos lados del puente. Para poner a prueba esta hipótesis Martínez y Pregliasco fueron al puente, detonaron algunos petardos y grabaron el sonido de las detonaciones.
Esta nueva grabación mostró los mismos ecos que aparecían en la grabación original y los cálculos de la trayectoria del sonido resultaban consistentes con el rebote en las columnas de iluminación. Ahora había que hacer el procedimiento inverso: sabiendo que el sonido se había reflejado en las columnas, calcular el origen del sonido. Es decir, la posición del autor del disparo.
Este cálculo, sin embargo, no determinaba una única posición del tirador, sino toda una familia de posibles posiciones distribuidas a lo largo de una línea curva llamada hipérbola. En principio, el tirador podía haber estado en cualquier punto de esa hipérbola. El cálculo podía repetirse para cada uno de los ocho ecos y considerando el rebote en cada una de las ocho columnas de iluminación. Eso daba lugar a 8 x 8 = 64 hipérbolas.
Dibujadas en un papel el conjunto de líneas se parecía más a un plato de tallarines que al diagrama de un experimento científico. Pero había un punto donde ocho de estas hipérbolas se cruzaban. Cada una correspondía a una única combinación columna-eco. Ese punto señalaba la posición del autor del disparo mortal.
Desafortunadamente para la investigación, en esa posición había tres policías muy juntos y no fue posible identificar cuál de ellos había sido el autor del disparo mortal. De todas formas fue un notable ejemplo de aplicación de las leyes de la física, digna de un episodio de CSI.
Y, a pesar de su aparente complejidad, los cálculos fueron hechos empleando conceptos básicos de Física y Matemática como los que se enseñan en la escuela secundaria.
El autor es docente y divulgador científico.