En la década de 1970, en medio de la crisis del petróleo, un inventor norteamericano llamado Stanley Meyer desarrolló un motor que, supuestamente, funcionaba con agua. Una tecnología que revolucionaría la industria de la movilidad y terminaría con nuestra dependencia de los combustibles fósiles.
Meyer instaló su motor en un Buggy arenero que presentó en una entrevista por televisión. Aseguraba que su vehículo adaptado podía recorrer 45 kilómetros con un litro de agua.
La muerte prematura de Meyer, a los 57 años, mientras celebraba una reunión con potenciales inversores belgas, dio pie a todo tipo de teorías conspirativas que aseguran que el inventor fue asesinado por presión de las compañías petroleras que verían afectados sus intereses por la nueva tecnología.
En realidad las compañías petroleras no tenían por qué preocuparse. El tal motor a agua no funcionaba. Y no podría funcionar nunca porque violaría las leyes más básicas de la Física.
La muerte prematura de Meyer, a los 57 años, mientras celebraba una reunión con potenciales inversores belgas, dio pie a todo tipo de teorías conspirativas.
Los combustibles, como el gas, la nafta y los derivados del petróleo en general, son sustancias que, al reaccionar con el oxígeno del aire, reacomodan sus átomos entregando energía en el proceso. Esa energía es la que mueve el motor de un auto.
El agua, por el contrario, es una sustancia estable. Sus átomos ya están en la disposición más "cómoda" posible y no tienen forma de reacomodarse liberando energía. Los llamados motores a agua son en realidad motores convencionales de combustión interna que queman hidrógeno obtenido del agua mediante el uso de la electricidad, un fenómeno conocido desde 1789.
La electricidad separa el hidrógeno del oxígeno en la molécula del agua y ambos gases se recombinan luego dentro del motor produciendo energía.
Si bien es físicamente posible impulsar un auto mediante esta tecnología, la energía obtenida mediante la combustión del hidrógeno es, en el mejor de los casos, igual a la energía eléctrica necesaria para separar el hidrógeno del agua. El agua no aporta ninguna energía neta en el proceso.
En 1996, un tribunal del estado de Ohio consideró fraudulenta la tecnología de propulsión por agua, comparable a las máquinas de movimiento continuo.
Las patentes obtenidas por Meyer vencieron hace muchos años y son ahora de dominio público, por los que cualquiera puede usar libremente su tecnología del motor a agua. Sin embargo, ningún fabricante de motores se interesó nunca en ella.
(*) Periodista y divulgador científico.
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