Viernes 9.12.2016
/Última actualización 21:02
Hasta ahora la preocupación era por los jóvenes que no estudian ni trabajan, conocidos como “ni-ni”. La novedad es la de aquellos que tampoco buscan empleo, tal cual reveló un estudio presentado días atrás a partir de un análisis que reúne datos de la consultora Adecco y también de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), organismo que ubica a América Latina como la región que más contribuyó al desempleo juvenil durante 2015, en tanto que plantea una perspectiva desalentadora para el año próximo.
En nuestro país, de los 4,4 millones de jóvenes de entre 18 y 24 años, más de un millón no estudia ni trabaja, y de ese total 760 mil están comprendidos en la categoría “triple ni”, como se denominó a este grupo social, en el que la mayoría son mujeres. Muchas de ellas, jóvenes con hijos a cargo, además de tener a su cuidado a hermanos menores y otros familiares, situación que les impide continuar con sus estudios, realizar algún tipo de capacitación e insertarse formalmente en el mercado laboral. Sobre este punto en particular, el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) propone espacios aptos -guarderías y salas- para que las madres puedan dejar a sus hijos mientras trabajan, además de licencias de paternidad, apoyos monetarios para cuidar a personas de la familia y una política de salud sexual y reproductiva.
No es ocioso analizar la problemática del desempleo desde una perspectiva de género: la probabilidad de inserción laboral aumenta entre quienes han finalizado los estudios obligatorios, acceden a una experiencia formal y participan en un curso de formación profesional. Pero esa probabilidad es de un 20 % en las mujeres y aumenta al 30 % entre los varones.
De acuerdo con los datos aportados por la encuesta que realizó la mencionada consultora, el 67 % de los jóvenes establece que la principal dificultad para insertarse en el mundo del trabajo es la falta de experiencia laboral, el 76 % declara que le han pagado en negro en experiencias previas, y 6 de cada 10 jóvenes que trabajan tienen un empleo informal, es decir que están en una situación precaria.
A la vez, el estudio detalla que existe una alta dificultad de las empresas para encontrar técnicos e ingenieros, dato que ya han remarcado expertos locales en ocasión de abordar la problemática del trabajo juvenil en Santa Fe. También se apuntaba allí a las cuestiones actitudinales que cobraban relevancia para los empleadores a la hora de cubrir un puesto. Desde una consultora local se advertía precisamente sobre lo que este estudio nacional vino a confirmar: la dificultad de unir la necesidad de trabajo de la población joven con la demanda de las empresas. Entre las recomendaciones con las que concluye el informe pueden encontrarse algunas estrategias para construir y sostener ese puente: promover prácticas profesionalizantes en el nivel medio de educación, incentivar el primer empleo, promover la formación orientada también al emprendimiento, profesionalizar los servicios públicos de empleo con un rol activo en las economías regionales y articularlos con los servicios privados.
Prácticas profesionalizantes en el nivel medio de educación y una articulación entre los servicios públicos y privados de empleo figuran entre las propuestas para revertir un diagnóstico preocupante.