Antiguamente, asociado a un fuerte arraigo cultural y religioso -donde se buscaba resaltar los valores de la fe, solidaridad y caridad-, el emblemático Árbol de Navidad se armaba cada 8 de diciembre, celebrando el Día de la Inmaculada Concepción. Y al menos todavía es así en países como Argentina, Paraguay, Chile e Italia.
En otros, como Estados Unidos, se hace después del Día de Acción de Gracia o el primer domingo de Adviento, mientras que en Europa esperan justo hasta Nochebuena. En nuestro país todavía suele recurrirse al árbol que nos brinda la naturaleza, generalmente una especie de pino.
Mirá tambiénCreatividad en madera: nueva propuesta navideña en SarmientoTodo ha evolucionado y en cuanto a los motivos pueden ser varios, falta de fe; tiempo; nostalgias y -por qué no- falta de recursos para adquirir el ejemplar de ramas verdes salpicado mínimamente en color amarillo.
Cierto es que fue dicho ejemplar natural reemplazado de a poco por diseños de fabricación en madera, estructura de alambre, cartón, o improvisándose solo con guías de luces siguiendo el formato.
Entonces yo me pregunto: ¿Pero todo vale para ahorrar tiempo, ideas o algún dinero? ¿Todo vale, por ejemplo, con tal de evitar, si es que al árbol en cuestión (o estructura que lo reemplace) tenían pensado armarlo en el exterior, que un fuerte viento o lluvias torrenciales provoquen la destrucción del mismo o de sus adornos?
Mirá tambiénNi rojo ni nude: el dorado es el color de uñas estrella para esta Navidad¿Por eso es que en Santa Fe lo "armaron", por así decirlo, en una estructura de cemento como un faro? Pareciera que sí, ya que como no cumple la función original (de faro), puede ser que igualmente algún desprevenido coloque un regalito para un desconcertado espectador.
Los fabricantes de "árboles" para Navidad a ponerse las pilas para años próximos; pero antes, evalúen costos, traslado y flete de un artículo que pasada la fecha celebratoria quizás solo sirva de sostén y su larga guirnalda de luces para tender la ropa.