Por Pbro. Jorge Juan Montini (*) Asociación Monseñor Zazpe

Monseñor Vicente Faustino Zazpe: "Es necesario construir una Argentina donde el ciudadano se desenvuelva en paz y dignidad" (1983).

Por Pbro. Jorge Juan Montini (*) Asociación Monseñor Zazpe
Seguimos ofreciendo algunas pinceladas que monseñor Vicente Zazpe nos regalara antes de la instauración de la democracia, en 1983, solo algunos meses antes de su muerte, o bien al momento de recuperarse la misma. Al leer estos escritos tengamos presente su ubicación histórica. En cuarenta años la realidad del país y de la acción política ha cambiado radicalmente. Pensemos, por ejemplo, en la conformación de los partidos políticos, lo que se vive hoy es muy diferente a las décadas de los años 70 y 80.

Si en esa época nos espantaba la posibilidad de un golpe militar (aunque no faltaban quienes lo deseaban), hoy no nos debemos acostumbrar al estilo autoritario de quienes llegaron a sus cargos por medio del voto democrático. No solo atenta contra la democracia un golpe de Estado, sino también el hecho de asumir como modo habitual de conducción un estilo arrogante, por medio del cual se vive maltratando al que piensa distinto, o intenta perpetuarse en el cargo, eliminando el diálogo como la forma más adecuada para llegar a un consenso.
De todas maneras, a pesar del paso del tiempo, hay criterios que remarcaba Zazpe en aquellos años que aún hoy siguen teniendo plena vigencia. Por eso los publicamos.
Decía monseñor Zazpe en aquella fecha, al día siguiente de la asunción de Raúl Ricardo Alfonsín como presidente argentino: "Es necesario establecer las bases de una convergencia que dé a la democracia su verdadera expresión y contenido". Acto seguido señalaba cuáles debían ser esas bases, consideradas "esenciales al consenso nacional":

1) Crear conciencia de que la libertad no es un desencadenar de pasiones y apetitos, sino que su ejercicio lleva implícito un alto grado de responsabilidad.
2) Estar ciertos de que una sociedad libre no puede funcionar sin una autoridad firme y estable que garantice la paz, la seguridad y el bien común de la nación más allá de cualquier interés particular o de grupo. Esta autoridad actúa por delegación del pueblo en quien reside la soberanía.
3) Organizar y vivir nuestra sociedad pluralista sobre la base de la tolerancia, el respeto irrestricto sobre los derechos humanos y la justicia.
4) Tener como objetivo central la derrota de la miseria y la integración en la comunidad argentina de los sectores postergados y marginados.
5) Renovar y recrear las actuales estructuras de los poderes públicos, del parlamento, de la justicia, de la administración del Estado, de los partidos políticos y las organizaciones sociales para adecuarlas a la nueva realidad nacional. Las instituciones democráticas deben ser eficaces y responder a las nuevas condiciones y exigencias del país.
6) Consolidar un desarrollo político, económico, social y cultural, de acuerdo a nuestra idiosincrasia nacional y a nuestras posibilidades humanas y materiales. Este desarrollo cualitativo y cuantitativo ha de tener como objetivos centrales al hombre, la familia y la comunidad. El poder, la concentración de riquezas y el consumismo, no pueden constituir los fines de la economía argentina.
7) Estar conscientes de que la tarea futura inmediata requiere esfuerzos y sacrificios continuados y comprender que transitamos por una época difícil y compleja donde es necesario rechazar el simplismo y las soluciones fáciles y totalizantes;
8) Abrir la posibilidad a una mayor participación de la ciudadanía en las decisiones fundamentales para que el pueblo se sienta solidario de la acción común y, a través de las distintas organizaciones, haga oír su voz y sepa el porqué, cómo y hacia dónde se dirigen sus destinos.
9) Rechazar de modo categórico toda forma de violencia o de odio y no aceptar que las garantías de la democracia se utilicen para socavarla y movilizarla y destruirla.
10) Saber que la Argentina solitaria y aislada tiene un destino muy limitado y que, sólo integrándose a la comunidad latinoamericana, posibilitará el hallazgo de su destino y de su liderazgo servicial en el continente.
"Todo esto es difícil, pero no utópico", destacaba el arzobispo. "Es necesario construir una Argentina donde el ciudadano se desenvuelva en paz y dignidad, respondiendo a las esperanzas que, desde hace años, anidan en el corazón de los argentinos", completaba.
Previo al mensaje anterior, el 29 de mayo de 1983, Zazpe había sostenido que "en una Argentina marcada por crecientes desniveles económicos y sociales, la democracia no puede consistir solamente en la preservación de las libertades políticas". Y agregaba: "La democracia meramente política no puede ser el objetivo del Estado de Derecho para una nación con carencias tan amplias y profundas. Las libertades políticas constituyen a lo sumo un prerrequisito para una democracia de contenido social, la cual supone esas libertades, pero las desborda".
"(…) La situación nacional reclama el acceso a un nivel de vida más justo y la incorporación de la ciudadanía a una participación más permanente en las decisiones públicas. Es necesario modificar la pasividad postrante de los años del proceso que concluye y también la participación insatisfactoria de los anteriores períodos constitucionales", proseguía.
"(…) El desarrollo social de la Argentina, constituye un grave imperativo político y al mismo tiempo radicalmente ético. Debe ser promovido como un objetivo específico hacia el cual se oriente el desarrollo económico. (…) El problema central de una verdadera democracia es la participación permanente de la ciudadanía en el proceso de elaboración de las opciones políticas, económicas y culturales, en tanto que las decisiones mismas recaen en los órganos constitucionalmente establecidas para adoptarlas", argumentaba también.
Asimismo, con absoluta clarividencia, el 26 de junio de 1983 volvió a insistir sobre la responsabilidad ciudadana: "El voto no puede decidirse por simpatía personal, por la imagen televisiva, por la promesa de puestos, por intereses de grupos o clases, por temor o miedo y tampoco por la afiliación partidaria, porque ésta no puede ser norma suprema para proceder éticamente".
En su mensaje del 7 de agosto de 1983, Zazpe preguntaba: "¿Cuál es la primera víctima del desgobierno?" A continuación respondía sin dudar: "La justicia social, porque de inmediato se desencadenan todos los intereses y apetitos". Cuando la ley y las instituciones no funcionan, advertía, "el bien común es atropellado por sectores partidarios, empresarios, sindicales o sociales".
Y añadía: "Jacques Maritain, en su obra 'El hombre y el Estado', decía que una sociedad democrática no tiene que ser una sociedad indefensa, en la que los enemigos de la libertad puedan conducirla mansamente al matadero en nombre de la libertad. Uno de los grandes problemas de las democracias, es encontrar una ecuación justa entre autoridad y libertad".
"Es una cuestión nada fácil y en permanente dinamicidad, que debe ser afrontada con firmeza desde la función conductora. Lo dicho anteriormente, no significa bajo ningún concepto concebir la autoridad al modo dictatorial. Todo lo contrario, ya que la experiencia manifiesta que la tendencia natural de toda autoridad es aumentar su poder y su radio de acción", explicaba.
Para finalizar, sostenía esperanzado: "La ecuación entre autoridad y libertad debe ser férreamente defendida en el próximo gobierno, a fin de consolidar definitivamente la vida política del país y concluir con la permanente interrupción del Estado de Derecho".
(*) Autor del libro "Vicente Zazpe: el corazón de un pastor". La primera de estas notas sobre monseñor Vicente Zazpe y la democracia salió publicada en la edición del pasado 28 de junio.
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