Aburrirse es bueno: lo que dice la ciencia sobre sus beneficios
Un reciente artículo de la revista Harvard Business Review sugiere que cultivar momentos de aburrimiento no es un obstáculo para la creatividad ni un síntoma de falta de ideas, sino todo lo contrario: obliga a la mente a “descansar activamente” y permite emerger pensamientos más profundos y significativos. En tiempos de hiperconectividad, la noción de que estar siempre ocupado es sinónimo de productividad puede estar equivocada.
Aburrimiento, aprender a tolerarlo y valorarlo tiene efectos beneficiosos
En un mundo saturado de estímulos —notificaciones, pantallas, redes sociales, contenidos constantes— el aburrimiento parece una condena. Pero este ensayo sostiene que aprender a tolerarlo y valorarlo tiene efectos beneficiosos para la creatividad, el bienestar mental y el sentido de propósito. A continuación, los principales argumentos, recursos y consecuencias que propone el autor.
El valor oculto del aburrimiento
Según Arthur C. Brooks —profesor de Harvard y autor del artículo “You Need to Be Bored. Here’s Why” en Harvard Business Review— el aburrimiento necesita rehabilitación en nuestra cultura moderna, pues tendemos a huir de él con distracciones tecnológicas.
Brooks sostiene que cuando estamos aburridos, la mente entra en un modo de “procesamiento interno”. En lugar de buscar estímulos externos, empezamos a “rumiar” (en el sentido no negativo), es decir, a procesar ideas, relaciones, prioridades y preguntas profundas. Esa pausa mental puede generar ideas nuevas, conexiones más creativas y una mayor conciencia sobre lo que realmente importa.
El aburrimiento necesita rehabilitación en nuestra cultura moderna
Además, el autor señala que el aburrimiento prolongado y no gestionado puede derivar en emociones negativas —frustración, ansiedad o irritación—. Pero cuando se acepta como una etapa útil, se convierte en un espacio en blanco donde la mente puede reorganizarse. En vez de evitarlo, conviene familiarizarse con él, dejar que aflore, y enfrentar los propios pensamientos sin huir.
El artículo también menciona que muchas innovaciones, descubrimientos artísticos y procesos creativos han nacido en momentos de aparente inactividad mental. No es el estar “productivo” todo el tiempo lo que genera resultados innovadores, sino los descansos internos que permiten incubar nuevas ideas.
Prácticas para incorporar el aburrimiento
Brooks no se queda en la teoría: propone prácticas concretas para integrar el aburrimiento constructivo en la vida diaria:
Desconexión voluntaria
Apartar el teléfono o apagar las notificaciones durante momentos breves (5 a 10 minutos) en que la mente no tenga estímulos externos. Dejar que surja lo que venga, sin recurrir rápidamente a buscar algo que “llenar”.
Caminar sin rumbo
Salir a caminar sin un objetivo planificado (ni escuchar audio, ni mirar mapas), solo para dejar que el pensamiento fluya. El movimiento corporal sin propósito aparente colabora con el proceso interior.
Cultivar momentos de aburrimiento obliga a la mente a “descansar activamente”
Momentos sin agenda
En la rutina diaria, reservar espacios no asignados en la agenda: pausas deliberadas que pueden parecer improductivas pero sirven para desconectarse. Por ejemplo, esperar unos minutos antes de responder un mensaje en lugar de hacerlo inmediatamente.
Exploración mental guiada
Cuando la mente vaguee, permitirle pensar en preguntas profundas (¿qué me importa?, ¿hacia dónde voy?), en lugar de llenar ese espacio con entretenimiento automático.
Estas prácticas, según Brooks, no solo fomentan la creatividad, sino también fortalecen la resiliencia emocional: al tolerar el vacío mental, uno gana confianza frente al silencio interior.
Implicancias para la vida cotidiana, el trabajo y la salud mental
Incorporar el aburrimiento consciente puede ayudar a las personas a estar más conectadas consigo mismas. En lugar de huir de los propios pensamientos, enfrentar ciertas preguntas internas —por qué estoy haciendo lo que hago, qué me gustaría modificar— favorece la autoconciencia. En contextos de estrés, el aburrimiento puede actuar como válvula de escape: en lugar de reprimir emociones, dejar espacio para que emerjan y luego ser procesadas.
En espacios laborales y creativos
La cultura del “siempre ocupados” impera en muchas organizaciones. Pero según lo que plantea el artículo, esa presión por la acción constante puede convertirse en enemiga de la innovación. Reservar momentos en que los equipos no estén obligados a producir resultados inmediatos —espacios en blanco— podría mejorar la creatividad colectiva. Estimular que los colaboradores tengan momentos de reposo mental también puede prevenir el agotamiento (burnout).
En salud mental
En una época en que la ansiedad y la sobrecarga de información aumentan, aprender a lidiar con el aburrimiento puede actuar como una forma de “higiene mental”. En lugar de llenar cada instante con estímulos fugaces (scroll, redes, alertas), tolerar la quietud puede reducir la dependencia tecnológica y favorecer estados de reflexión más profundos y menos reactivos.
Si bien la propuesta tiene numerosos atractivos, no está exenta de críticas o límites. Por ejemplo:
Para personas con cuadros ansiosos severos o trastornos afectivos, el enfrentamiento con el vacío mental podría generar angustia; en esos casos, la guía profesional es esencial.
En ciertos contextos laborales con alta demanda de eficiencia, puede ser difícil “autorizar” el aburrimiento sin que sea visto como falta de compromiso.
No debe convertirse en excusa para la inacción crónica: la idea es reconocerlo como herramienta para la creatividad, no como camuflaje para postergar tareas.
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