Un reciente estudio liderado desde la Universidad de Bergen (Noruega) sugiere que los efectos del consumo de tabaco en los padres pueden transmitirse a sus hijos en forma de envejecimiento acelerado.

Según una investigación europea presentada en el Congreso de la Sociedad Europea Respiratoria, los hijos de hombres que comenzaron a fumar durante la pubertad muestran una edad biológica mayor que la cronológica, un hallazgo que refuerza la importancia de prevenir el tabaquismo juvenil.

Un reciente estudio liderado desde la Universidad de Bergen (Noruega) sugiere que los efectos del consumo de tabaco en los padres pueden transmitirse a sus hijos en forma de envejecimiento acelerado.
Utilizando relojes epigenéticos —herramientas que estiman la edad biológica a partir de modificaciones químicas en el ADN—, los investigadores hallaron que descendientes de hombres que empezaron a fumar antes o durante la pubertad presentan una edad biológica superior en comparación con su edad real.
Cuando los hijos también habían fumado, esa diferencia se amplió aún más.

Este trabajo fue presentado en el Congreso de la Sociedad Europea Respiratoria, y forma parte del proyecto RHINESSA, una cohorte europea que explora cómo los ambientes y comportamientos de generaciones anteriores influyen en la salud de sus descendientes.
Los investigadores reclutaron 892 participantes de entre 7 y 50 años (media de 28 años) y recopilaron muestras de sangre para analizar modificaciones epigenéticas en su ADN.
A través de cuestionarios, también obtuvieron información sobre los hábitos de tabaquismo de los participantes y de sus padres, incluyendo la edad de inicio.
El hallazgo más relevante fue que los hijos de varones que comenzaron a fumar a los 15 años o antes exhibían una edad biológica entre 9 meses y un año mayor que la cronológica. Si esos hijos también habían sido fumadores, la diferencia ascendía a 14 o 15 meses.
En cambio, cuando los padres iniciaron el consumo en la adultez, el efecto detectado en los hijos fue mucho menor.
Los autores sugieren que fumar durante la pubertad masculina podría ocasionar alteraciones epigenéticas en las células germinales (espermatozoides en desarrollo), que luego se transmiten a la descendencia.

En este sentido, el estudio no identificó un efecto claro en hijos de madres que fumaron antes del embarazo.
Además, otros estudios previos apoyan la idea de que fumar antes de la concepción —especialmente durante la pubertad— puede estar vinculado a metilaciones alteradas del ADN en los hijos, afectando genes relacionados con la inflamación, el sistema inmune o el metabolismo.
Este enfoque de transmisión intergeneracional por vía epigenética se alinea con un cuerpo creciente de investigación que analiza cómo factores ambientales, comportamentales o nutricionales pueden dejar “marcas” heredables sin cambiar la secuencia genética subyacente.
El estudio se basa en estimaciones epigenéticas, que aunque potentes, no determinan causalidad directa ni garantizan efectos clínicos inmediatos. Además, la medición del tabaquismo paterno se fundamenta en datos reportados vía cuestionarios o históricos, lo que puede conllevar sesgos de memoria.
También es importante señalar que los relojes epigenéticos miden “edad biológica” en sentido molecular, no médica. Una persona con “desfase” biológico no necesariamente desarrollará enfermedades prematuramente, pero la discrepancia sugiere un mayor desgaste molecular acumulado.
Por otra parte, la cohorte RHINESSA fue diseñada para estudiar exposiciones intergeneracionales, lo cual fortalece el contexto del hallazgo, pero los resultados deben replicarse en otras poblaciones y con enfoques longitudinales más amplios.

El hallazgo de que el tabaquismo iniciado en la adolescencia de los padres puede afectar la biología de sus hijos pone de relieve una dimensión poco considerada de los daños del tabaco: el impacto intergeneracional.
Desde una perspectiva de salud pública, esto refuerza la urgencia de intensificar políticas dirigidas a prevenir que los jóvenes comiencen a fumar o consumir nicotina. Las autoridades podrían focalizar campañas educativas, regulaciones más estrictas de acceso a productos con nicotina (incluyendo cigarrillos electrónicos) y programas escolares que alerten sobre efectos no solo inmediatos, sino también para futuras generaciones.
En declaraciones recogidas en la difusión del estudio, los autores advierten sobre el crecimiento del vapeo entre adolescentes y llaman a “proteger a niños y adolescentes del acceso a productos de nicotina en cualquier forma”.
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