Champagne, sidra, espumantes... Este tipo de bebidas tienen en su interior gas a presión lo que puede transformar al corcho en un potencial proyectil. Si la botella estuvo sometida a movimientos excesivos, al destaparla, el corcho puede alcanzar velocidades de hasta 80 kilómetros por hora. Esta velocidad sumada al peso y volumen del corcho generan una energía que se transmite al lugar del impacto. Si éste es el ojo, estamos ante la presencia de lo que en oftalmología se denomina trauma ocular contuso. Este tipo de patología puede no ocasionar ningún daño o puede ser tan devastador como para terminar en la pérdida permanente de la visión con la consecuente necesidad de extracción del ojo lastimado. Hasta el 25% de este tipo de accidentes pueden llegar a la pérdida visual permanente con consecuencias incluso estéticas.














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