Unión, de las dudas del principio a la mejoría y la oportunidad desperdiciada
El proyecto y la inversión del Kily González fue un fracaso rotundo en la primera rueda. Llegó Madelón y acomodó al equipo en lo físico y en lo futbolístico. Fue en un año electoral, donde Spahn ganó sin holgura y con promesas que deberá cumplir.
Fragapane ayuda a Tarragona a levantarse, mientras Del Blanco y Mauricio Martínez finalizan el festejo del gol tatengue en la Bombonera. Madelón dijo que iba a "apagar a la Bombonera" y su equipo, en muchos pasajes, lo consiguió. Estuvo cerca de ganar ese partido. Crédito: Juan Foglia.
Unión pasó de las aguas más turbulentas a las más calma en su “navegación” del año. Arrancó el 2025 con anuncios de contrataciones y con un entrenador, el Kily González, que venía de coronar un 2024 tranquilo y en parte exitoso consiguiendo la clasificación para la Sudamericana de este año con un equipo intenso y con el que la gente se identificó.
Esos casi 5 millones de dólares invertidos en la llegada de jugadores de recorrido y jerarquía no se vio reflejado en el rendimiento del equipo. Ya los tres goles que en 20 minutos le había propinado Estudiantes en el primer partido, fue el presagio de lo que se iba a vivir en ese primer semestre.
Un equipo que no llenaba ni convencía a nadie
Unión fue un equipo que no llenó ni convenció a nadie, con un entrenador que mantuvo la obstinación por el 5-3-2 que le había dado buenos resultados pero para el que ya no tenía los intérpretes adecuados. El resultado final fue el último puesto en la zona A del Apertura y también el último lugar en la fase de grupos de la Sudamericana, donde solamente se destacó el triunfo agónico y sobre el final ante Cruzeiro con el gol de Diego Díaz, quien por entonces suscitaba una llamativa expectativa en la gente por su pasado de futbolista amateur y del Chaco profundo, que llegó a Unión con todas las ganas de conquistar el fútbol grande.
El final fue el que se veía venir: la destitución del entrenador, la reaparición de las dudas en cuanto a la permanencia del club en la máxima categoría y la búsqueda de un hombre con espalda como Leonardo Madelón para que asuma la crisis. Madelón no fue elegido por azar. Estaba a punto de arreglar con Aldosivi cuando llegó el llamado de Spahn, quien veía peligrar su continuidad como presidente en el club y también el sitial de honor en la Primera División. Fueron los motivos más que suficientes para llamar a alguien que lo podía ayudar en los dos frentes.
Las correcciones a tiempo de Madelón
Leonardo Madelón y su confianza en el equipo. Cumplió el objetivo de salvarlo del descenso y no pudo soltarlo hacia algo más ambicioso.
Ya el partido de Copa Argentina ante Rosario Central, antes de la llegada de Di María, fue el presagio de que todo cambiaría. Por empezar, Madelóncorrigió la deficiente preparación física que tuvo el equipo en la pretemporada de enero y reacomodó ese aspecto, el físico, que es vital en este fútbol argentino en el que nadie puede darse el lujo de no correr.
Pero además, Madelón entendió cuál debía ser el esquema, la estrategia y el libreto para que el equipo empiece a encontrar el funcionamiento y la identidad que no tuvo con el Kily González, quien arrancaba todos los partidos con el 5-3-2 y luego, por imperio de las circunstancias adversas, debía corregir sobre la marcha y siempre terminaba con otro esquema los partidos.
Se quedó sin un puntal de la defensa como Pardo, pero tuvo el ojo clínico (él o quien haya sido el encargado de apuntarlo) de traer a un jugador como el uruguayo Maizon Rodríguez. Pero además, potenció a Vargas y a Del Blanco, más el parejo aporte de Fascendini, que con el Kily no tenía chances y con Madelón encontró su lugar, como también ocurrió con Tagliamonte, a quien Madelón le dio la chance de ubicarlo por encima de Thiago Cardozo y permitió que éste se vaya a atajar a Belgrano, a sabiendas de que no iba a tener la continuidad que había logrado con el Kily.
Madelón, con su clásico 4-4-2, también elevó el nivel de los dos volantes centrales (Mauricio Martínez y Mauro Pittón), que formaron una dupla que conjugó quite, sacrificio y fútbol. Arrancó bien Fragapane, pero luego se fue diluyendo y tuvo algunos chispazos Palacios. Ambos fueron los dos volantes por los costados que debieron aportar algo más de juego para que el equipo eleve aún más su nivel, mientras que arriba acertó con la llegada de Tarragona, mejoró a Estigarribia y encontró en Colazo una solución a la que el Kily no recurría o no tenía en aquella primera mitad de año.
Quedó el sabor agridulce de haber logrado el primer gran objetivo que era el de mantener la categoría (Unión estaba en idénticas condiciones que otros que penaron y mucho), ganó muchos partidos como visitante (quizás como nunca), clasificó segundo y se encontró con una llave “accesible”. Gimnasia le quitó la ilusión en su propia cancha y ante su gente. Era un torneo ideal para aspirar a algo más.
El presidente tatengue, Luis Spahn, que este año fue reelecto en unas elecciones reñidas con una oposición esta vez unida. Crédito: Manuel Fabatía
Un último párrafo para otro aspecto sumamente importante en el año: el político. Spahn fue por la reelección y la consiguió ante una lista de unidad opositora que estuvo bastante cerca en el recuento final de los votos, encabezada por Pipo Desvaux. Nunca antes se vio comprometida la continuidad del hombre que, cuando termine este mandato, llegará a 19 años al frente del club. Prometió bastante y este fútbol argentino tan volátil le abre las puertas para que vaya, por fin, por la gloria deportiva. Dependerá de él.