La historia de los cabarets en la Santa Fe a fines de los '70: de la "sexualidad subversiva" a la censura
Con la dictadura, había duras restricciones sobre estos locales nocturnos. La represión apuntaba también a la liberación sexual, y al encuentro social. Desde 2016, por la trata de personas, wiskerías y cabarets están prohibidos en la ciudad.
Imagen sólo ilustrativa creada con IA (ChatGPT). Crédito: El Litoral
Durante la última dictadura militar en la Argentina, la represión de la Junta Militar se extendió también hacia los lugares de esparcimiento nocturno, como los “night clubs”, los bailes de barrio, y otros tantos lugares como los bowling, muy en boga en la década del ‘70.
Y también hacia los cabarets, lugares donde en aquel entonces, podía -o no- haber encuentros sexuales ocasionales luego del espectáculo, además de que eran lugares festivos donde se bailaba y se conocía gente. Eran espacios de socialización y entretenimiento, controlados muy de cerca por las autoridades, porque se sospechaba que allí podían generarse “gérmenes subversivos”.
Lo que se reprimía era la pulsión erótica, pero también el encuentro social. El sexo aquí era considerado como un potencial y acaso peligroso acto político que no se correspondía con la moral y buenas costumbres que pregonaba el trágicamente célebre Proceso de Reorganización Nacional. Y la ciudad de Santa Fe no era la excepción.
Del ‘78
Constan en los digestos históricos de 1978, que difundió el municipio capitalino en 2023, toda la regulación para los locales nocturnos de este tipo. Como se sabe, un digesto es un compendio de ordenanzas, resoluciones y decretos municipales que organizan en términos legislativos las normas de convivencia de una comunidad.
En el apartado, “Cabarets, Boites, Night Clubs, Cafés-Cantantes y bailes”, se establecía que la Municipalidad, por intermedio de la oficina de Espectáculos Públicos, “sólo acordaba permisos para la realización de bailes organizados o patrocinados por entidades con personería jurídica o gremial (…)”
En todos los casos debía haber una previa presentación del permiso respectivo “acordado por la Policía de La Capital”. Y en los locales destinados para bailes públicos no podrían realizarse otras diversiones o espectáculos de cualquier carácter sin el permiso correspondiente.
El Ejecutivo, siempre por intermedio de la oficina de Espectáculos Públicos, “dispondrá la aplicación de medidas tendientes a mantener dentro de las mejores normas morales y de educación todos los espectáculos bailables”, dice aquella vieja ordenanza.
Foto de la obra teatral “El Rutilante Cabaret” (2008). Crédito: Archivo Pablo Aguirre
Además, esa oficina quedaba facultada “para ordenar la suspensión inmediata de dichos espectáculos cuando se transgredan disposiciones de los alcances de la norma”. El control, además, era económico: estos locales debían abonar altos aranceles, estipulados en la Ordenanza General Impositiva.
Las transgresiones a los alcances de esta normativa por parte de los titulares de dichos locales nocturnos iban desde un primer apercibimiento, y luego multa de hasta cien mil pesos nacionales. Después, se procedía a la clausura del local de 15 a 90 días, y si la infracción no se “levantaba”, llegaba la clausura definitiva.
Más controles
Los cabarets podrían disponer de personal femenino para bailar o alternar con los concurrentes; funcionar en horas de la noche desde las 24 hasta las 4 horas, y no se permitía el acceso de personas menores de 18 años.
Estos locales nocturnos no podían instalarse a una distancia menor de 200 metros de templos, museos, bibliotecas públicas, establecimientos hospitalarios, asilos y hogares de reposo, para resguardar “aquella moralidad y buenas costumbres” de la Junta Militar.
Los ruidos que se produjeran dentro de los locales no debían trascender al exterior, a cuyo efecto “los propietarios deberán adoptar las medidas conducentes para su erradicación”; los camarines estaban separados para artistas por sexo (unos para varones, otros para mujeres).
Estos controles eran muy similares para boites, “nights clubs”, discotecas y comedores con música para baile. Y ni que hablar de las salas cinematográficas, cuyas proyecciones debían pasar por el ojo moral de un censor.
Liberación sexual
“Para la década del ‘70 el país ya había pasado por un proceso de liberación sexual, donde se habían comenzado las relaciones sexuales a temprana edad; la idea de la virginidad había sido reformulada y el uso de los anticonceptivos comenzó a hacerse común, considerando que el sexo fue un tabú durante muchos años”.
Este aporte aparece en el paper “El cuerpo erótico en dictadura y democracia”, realizado por el investigador Santiago Ramírez-Sherly (Universidad de Palermo).
“Cabaret”, de Milocco, artista plástico santotomesino. Crédito: Archivo
Esta liberación en el área de la sexualidad que se dio en la década anterior (al retorno de la democracia) “permite comprender que para el tiempo de la dictadura ya existieran materiales relacionados al tema sexual, como libros educativos para padres con hijos, películas para adultos, shows eróticos, entre otros”, aduce luego.
“Dentro de los libros (y otros elementos culturales relacionados al erotismo y la liberación sexual) que fueron prohibidos y se produjeron a lo largo de este período (de dictadura), se puede verificar un “alto porcentaje de títulos vinculados a la sexualidad y al cambio de costumbres”, agrega el autor.
En la actualidad
Como se sabe, los tiempos cambiaron. El cabaret, o aquello que era un local nocturno con bailes y relaciones ocasionales fuera del lugar mutó hacia transiciones realmente peligrosas. Se fue reconvirtiendo en una especie de prostíbulo que, en la década de los años ‘90 y más cerca en el tiempo, fue caldo de cultivo para la trata de personas.
Fue entonces que en noviembre de 2016, el Concejo de Santa Feprohibió con acierto “la instalación y habilitación de whiskerías, cabarets, club nocturnos, boites o cualquier otra denominación similar”. Estos lugares son el primer paso para la captación y sometimiento de personas para explotación sexual.
También creó un Voluntariado Social Municipal sobre Trata de Personas y Violencia de Género, el cual dependerá del área Mujer y Diversidad Sexual dependiente de la Secretaría de Desarrollo Social del Municipio.
Y finalmente, dispuso la creación de una “Comisión interinstitucional para la prevención y lucha contra la trata de personas y explotación sexual y recuperación de sus víctimas”.
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