Serpientes del Neotrópico: la colección santafesina que resguarda la historia natural del sur global
Investigadores locales preservan más de 5 mil especies en frascos conservados en el laboratorio de El Pozo. Es una de las colecciones más grandes del país. Un trabajo que permitió concretar más de 100 nuevas investigaciones.
La investigadora Vanesa Arzamendia en el laboratorio del INALI a donde se conserva la colección.
Guillermo Di Salvatore.
En un país donde la crisis ambiental avanza al ritmo del desmonte, la contaminación y la pérdida silenciosa de especies, hay lugares que resisten sin hacer ruido. No son reservas naturales ni santuarios turísticos: son cuartos cerrados con llave, estanterías de madera, frascos etiquetados con precisión casi artesanal. En uno de esos cuartos, a pocos metros de la orilla de la Setúbal, late desde hace tres décadas un tesoro que la Argentina apenas mira: la colección de serpientes del Instituto Nacional de Limnología de Santa Fe (INALI).
Allí, más de 5.100 ejemplares preservados —a los que se suman “otras alrededor de 2 mil que no fueron recolectadas pero fueron documentadas con información de campo”— cuentan una historia que empieza en los años 90. “La colección se comenzó a formar en la década del ‘90, con motivo de la tesis doctoral de Giraudo, uno de los autores”, recordó la bióloga Vanesa Arzamendia, quien detalla que aquel trabajo buscaba registros en “Corrientes y Misiones, la selva paranaense y el Chaco húmedo, la bioregión más diversa del país y a la vez muy amenazada”. En 1996, ese esfuerzo se tradujo en un pequeño núcleo inicial: “Alrededor de 800 animales de unas 69 especies fueron depositados en el INALI”.
Las especies están en un laboratorio del INALI.
Guillermo Di Salvatore.
Ese embrión creció rápidamente. “En 2001, gracias a una beca de CONICET, comienzo a hacer mi tesis doctoral enfocada en la biogeografía de la Cuenca del Plata”, explicó Arzamendia. “Lo que buscaba aquella tesis era comprender el rol de los ríos Paraná y Uruguay como corredores de fauna”, un objetivo que amplió la recolección y el territorio de estudio. Más tarde, una tercera línea de investigación llegó con el trabajo de la bióloga Gisela Bellini, centrado en la historia natural y la biología comparada de las serpientes del Litoral fluvial. “Se incorporaron otras técnicas de estudio y materiales”, sumó la investigadora.
La magnitud del esfuerzo tiene su cifra: Entre los años ‘91 y 2024 los autores realizaron más de 880 campañas en el noreste argentino, viajes que consolidaron lo que hoy es “la colección más representativa de la Cuenca del Plata”, detalla Arzamendia. Esa expansión fue posible gracias a un método sostenido y riguroso: “El rápido crecimiento de la colección, logrado por un equipo reducido mediante trabajo de campo continuo y prácticas curatoriales modernas, la posiciona como una de las colecciones herpetológicas más importantes y dinámicas del país”, afirmó. “Su enfoque integrador y su rigor metodológico la transforman en un modelo y en un soporte fundamental para la planificación de la conservación”.
Patrimonio
Hoy, ese acervo reúne “112 especies de las 137 que existen en Argentina”, es decir, el 84% de la diversidad nacional. Incluye variaciones morfológicas, patrones de distribución, contenidos estomacales, tejidos y registros de localidades que la urbanización y el avance agrícola han transformado o destruido. A ello se agregan ejemplares y datos de distintas ecorregiones, incluso del extremo sur del país.
Guillermo Di Salvatore.
La relevancia de este archivo se refleja también en el territorio cercano. En la ciudad de Santa Fe y su región conviven muchas de las especies inventariadas en la colección: serpientes inofensivas de los humedales del Paraná —culebras verdes, falsas yararás, serpientes acuáticas— y otras de importancia sanitaria, como la yarará grande (Bothrops alternatus) o la ñacaniná, entre otras. Con la llegada del calor y el verano, época de mayor actividad, se multiplican los encuentros fortuitos porque los animales se acercan en busca de alimento, refugio o humedad. Por ello se recomienda mantener patios limpios, evitar acumulaciones donde puedan esconderse, usar calzado cerrado en zonas de pasto alto y no manipular ejemplares. Medidas simples que reducen riesgos y favorecen una convivencia respetuosa con la fauna nativa.
Recientemente se publicó un artículo científico internacional en el Biological Journal of the Linnean Society de Oxford: “La lucha contra la pérdida de biodiversidad en el Antropoceno: la colección de serpientes del INALI como recurso clave para la historia natural del Sur Global (Fighting biodiversity loss in the Anthropocene: the INALI snake collection as a key resource for natural history in the Global South). En el papper los autores sintetizan este largo camino. Se trata de los biólogos locales expertos en serpientes Vanesa Arzamendia, Gisela Bellini, Andrés Ulibarrie (becario) y Alejandro Giraudo, del laboratorio de Biodiversidad y Conservación de Tetrápodos del Instituto Nacional de Limnología (INALI) – CONICET – UNL de Santa Fe.
Una herramienta
El trabajo, que será presentado por Arzamendia en febrero en el XIII Congreso Latinoamericano de Herpetología, no solo documenta décadas de recolección sostenida: también expone la utilidad científica de la colección. Basados en ella se han producido más de un centenar de publicaciones sobre taxonomía, ecología, evolución y conservación, y se han generado datos clave para organismos internacionales como la UICN. Por ese motivo está en camino una edición especial que será divulgada en todos los rincones del mundo.
La colección será motivo de una exposición científica en un congreso internacional a desarrollarse el año entrante en Costa Rica. En la foto, una yarará.
Archivo El Litoral.
Pero su impacto trasciende lo académico. “Además de su importancia investigativa, la colección cumple un rol clave en la formación académica y la vinculación con la sociedad”, explicó Arzamendia. Sirve de base para cursos universitarios y para talleres, exhibiciones y capacitaciones destinadas a escuelas, instituciones públicas y personal esencial. “Estas acciones fortalecen la prevención de accidentes, la identificación de especies y la valoración de las serpientes”, añadió. La colección, así, no solo preserva cuerpos: construye conocimiento social y comunitario.
Archivo.
Ciencia en jaque
Ese legado, sin embargo, enfrenta riesgos. La crisis del sistema científico argentino golpeó de lleno al trabajo de campo. “En 2024 fue la primera vez que tuvieron que interrumpir la colecta sistemática de ejemplares por las restricciones presupuestarias”, alertó Arzamendia. “Marcó un punto crítico en la historia de la colección”. Sin recolección, sin recursos para mantener el material en óptimas condiciones, sin personal para tareas de preservación y digitalización, un archivo biológico puede deteriorarse rápidamente.
Archivo.
Por eso, en palabras de la investigadora, “la colección del INALI demuestra cómo estos repositorios pueden funcionar como infraestructuras dinámicas y fomentan colaboraciones científicas nacionales e internacionales”. Y advierte: “Asegurar su continuidad requiere el compromiso sostenido de la comunidad científica —en especial de nuevas generaciones de investigadores— para preservar este recurso insustituible”.
En un tiempo de retroceso institucional y desfinanciamiento, la colección del INALI es más que un conjunto de frascos alineados: es una forma de resistencia. En sus estantes hay información que aún no ha sido descifrada y pistas para entender cómo se transforman los ecosistemas del Neotrópico en plena era del Antropoceno. En un mundo que pierde biodiversidad más rápido de lo que puede protegerla, estas colecciones funcionan como brújulas: no hacia el pasado, sino hacia la posibilidad de un futuro mejor informado.
Archivo.
La continuidad de este archivo esencial —biológico, cultural y científico— depende de una decisión colectiva: reconocerlo, sostenerlo y evitar que se pierda lo que llevó generaciones construir.