En una parroquia, dos monaguillos que fueron criados como niños expósitos diseñan un plan para quedarse con el poder. Hay mucha tela para cortar en este argumento que es a la vez absurdo, humano y cómico.
Con texto de Rafael Bruza, la obra protagonizada por Omar Jacquier y Fer Belletti se centra en dos monaguillos criados como expósitos. El estreno es este domingo a las 20.
En una parroquia, dos monaguillos que fueron criados como niños expósitos diseñan un plan para quedarse con el poder. Hay mucha tela para cortar en este argumento que es a la vez absurdo, humano y cómico.
"Niños Expósitos", la obra escrita por el recordado Rafael Bruza, dirigida e interpretada por Omar Jacquier, se estrena este domingo 6 de julio a las 20 en la sala La 3068 (San Martín 3068).
Es una comedia de humor negro y tono realista, que aborda desde el plano de la ingenuidad, temas como el poder dentro de la Iglesia, el deseo, la ambición y los límites éticos del amor.
Con funciones previstas para julio, la obra cuenta con actuaciones de Fernando Belletti y el propio Jacquier. Ofrece una mirada crítica pero al mismo tiempo afectiva sobre las instituciones que moldean nuestro imaginario colectivo.
"Dos hombres que, criados como niños expósitos, ejercen de monaguillos y traman un plan: quedarse con la parroquia de Santa Eludiges. Para esto deberán sacarse de encima el mayor escollo: el padre Roberto", señala la sinopsis.
"Hace treinta años que ambos persiguen sus sueños, sin respuesta. Asumir como sacerdote consagrado, uno; conquistar a una feligresa, el otro", agrega.
La obra parte de una premisa disparatada, pero se sostiene sobre una construcción realista. El tono actoral y los vínculos entre los personajes están anclados en un mundo reconocible.
El objetivo de los protagonistas es realizar sus sueños postergados, pero el camino que eligen (o sea, sacarse de encima al párroco) los pone en una zona moral ambigua, que la puesta aborda con humor blanco.
El término "expósito", que es clave en el título, no es una invención. En Argentina los niños y niñas abandonados eran denominados "expósitos", del latín ex-positus, que significa "puesto afuera". Muchos eran dejados en la puerta de iglesias o recogidos por la Casa de Niños Expósitos.
Bruza, y ahora Jacquier retoman esa figura histórica para reconstruir una identidad marginal que encuentra en la religión su único refugio y, al mismo tiempo, su único escenario de poder.
A pesar de que "Niños Expósitos" se define como una comedia de humor negro, su tono escénico, según el propio Jacquier, busca conscientemente lo blanco, lo naif.
"En nuestra propuesta, y puesta en escena, tratamos de que el humor sea lo más ingenuo o blanco posible", explicó. "Desde esta perspectiva los temas relacionados con el poder dentro de la iglesia quedan como ‘alivianados’ o ‘ingenuisados’, si se me permite el término".
"Sin dejar de mostrar esas situaciones, los dos monaguillos aparentemente atraviesan esas situaciones con la liviandad propia del ingenuo o de aquel que no se da cuenta del poder que está ejerciendo sobre él", agregó.
"Digo aparentemente, porque las soluciones que estos monaguillos buscan para cambiar o salir de esas situaciones no son ingenuas para nada. Pero lo que sí es naif es la forma o el camino que emplean para intentar lograrlo. Y aquí es donde se manifiesta el humor blanco a que hago referencia", señaló.
Jacquier también enfatizó respecto a cómo la comedia puede operar como válvula de escape ante temáticas tabú. "Al enfrentar estos temas con el humor naif o blanco hay una especie de mayor tolerancia para surfearlos, tanto para los espectadores como para los actores", expresó.
"Y la risa que genera un gag o situación en el escenario actúa como descompresor de la tensión que nos producen ciertos temas", sumó.
A pesar de sus cuestionables planes, los protagonistas no son villanos. Su motor es el amor, en distintas formas. Sin embargo, la obra no deja de plantear los peligros de justificarlo todo en nombre de ese amor.
"Estos dos monaguillos obran y accionan por amor. Y ese amor es la causa de sus acciones, pero como dice uno de los personajes ‘no puede ser la justificación de nuestras acciones’". Por lo tanto el límite de ese amor que están buscando es no causar daño al otro o a un tercero”, apuntó el director.
"Y esto es lo que los hace queribles: porque dentro de sus ambiciones, y búsquedas de conseguir sus propios sueños, no dejan de cuidarse mutuamente y de cuidar a la Iglesia, que está representada en este caso con la figura del párroco al cual sirven estos monaguillos", agregó.
La obra no exime a sus personajes de consecuencias, pero los sigue con ternura. "Si bien intentan ir ‘por todo’ para conseguir sus sueños, se dan cuenta en el intento que la ambición, para conseguirlo, puede ser destructiva. Y ahí, una vez más, encuentran su límite".
Actúan: Fernando Belletti y Omar Jacquier. Dirección y diseño de luces: Omar Jacquier. Diseño de programa: María José Serniotti. Vestuario: Osvaldo Pettinari. Efectos de sonido: Diego Perazzo. Asistencia escénica: Marcela Cataldo / Rocío Rivas. Técnica: Antonella Pennisi. Producción: Mariana Mathier
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