Martes 1.12.2020
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Mauricio Koch nació en un pueblo chico de Entre Ríos, en el departamento Nogoyá. En los ‘90, en medio de la crisis que se desató durante el gobierno menemista, debió emigrar. Estuvo un tiempo en Santa Fe y luego se radicó en Buenos Aires. “Me fui del pueblo con un par de temas a cuestas que son como obsesiones”, cuenta. Una fue el desmantelamiento de los ferrocarriles en 1993, que le brindó las pautas para delinear los contornos de su novela “Los silencios”. La otra fue un asesinato y una serie de comportamientos sociales derivados del mismo. “Cierta liviandad que hubo entre la gente del pueblo en relación a ese hecho. Eso siempre me persiguió y desde mis comienzos como escritor fui tanteando la posibilidad de abordarlo”. Finalmente pudo hacerlo y se basó libremente en sus recuerdos para forjar “Baltasar contra el olvido”, editado por Obloshka.
La trama está focalizada en un adolescente que, tras un hecho traumático, lucha contra el paso del tiempo a través de la única herramienta que posee: su obstinada memoria. El protagonista se propone plantar cara a la muerte a través de la tarea de evocar a su madre muerta. Intenta traer al presente detalles del pasado.
Télam“Cuando escribí el primer borrador era un cuento, en el que incluso estaba la mirada de los asesinos, había varios personajes y puntos de vista. Luego lo descarté. Lo que más me impresionó fue que es un pueblo de dos mil habitantes y la mujer asesinada era querida por todos. Si bien yo cambié los nombres, me basé en esa historia que viví de cerca. Era una mujer adorada por la comunidad que no tenía maldad. Recorría las calles y tenía una particularidad: se pintaba mucho y usaba vestidos floreados. Era común verla andar. De pronto, que desaparezca y luego aparezca muerta del modo en que apareció, fue una atrocidad. Y además que hayan pasado los días y no hubiera justicia, me marcó. Lo que trato de indagar en la novela es que puede ser que la justicia haga la vista gorda o sea corrupta, pero lo más fuerte es la falta de una condena social. No se trata de rumores, sino de certezas. Todo el mundo sabía. Pero no hubo condena”, explica Koch.
La realidad como disparador
Cómo a todo escritor, a Mauricio Koch lo persiguen ciertos temas. que intenta procesar en su obra. Así lo hace saber en una extensa entrevista telefónica con El Litoral. “Cuando me preguntan sobre mi manera de escribir y abordar los temas, siempre digo que a la realidad la tomo como un disparador, como el origen de lo que voy a escribir. No tengo por qué atarme a los hechos tal como ocurrieron. Lo que me interesa son los efectos de esos hechos en mí y en los demás. Esto me permitió preguntarme cosas, ver ciertos comportamientos sociales. Cómo no soy cronista, no estoy preocupado por no modificar nada”, asegura.
En “Baltasar contra el olvido”, decidió contar la novela desde el punto de vista del hijo de Renata, la mujer a la que matan. “Le construí una historia a Baltasar. No investigué, ni me propuse hablar con el hijo porque no fue mi intención. Lo que hice fue pensar qué pudo haber pasado con ese chico. Eran dos hijos varones y le doy voz a uno de ellos, al mayor. Cuando matan a la madre tiene 13 años y la novela empieza cuando tiene 17. Es un adolescente que no se va del pueblo, entonces me pregunté: ¿Cómo se sigue adelante cuando lo poco que tenés te lo arrebatan de un día para el otro y encima no hay justicia?”, señala.
Ya está en casa. Obloshka Publicado por Mauricio Koch en Domingo, 25 de octubre de 2020
Otra de las cosas sobre las cuales pretendía reflexionar Mauricio es qué pasa con los que quedan, sobre todo con los hijos de las mujeres que matan. “No se si es una conclusión, pero lo que le pasa en mi novela es que deja de tener futuro. No tiene posibilidad de mirar hacia delante. Entonces se pone a recordar. Vive de la nostalgia. Lo único que atina a hacer es agarrar un cuaderno y anotar cosas de la madre. Contar su historia. Entonces el libro es un repaso de lo que vivió, para que no se olvide. La única justicia a la que puede acceder es la memoria. La batalla que trata de dar es esa. Tiene la esperanza de que a los asesinos los olvide el mundo entero y a su madre no”, detalla el autor.
De alguna manera, esta última novela de Koch es también una metáfora sobre el arte, que también es en algún punto una lucha contra el olvido. “En lo que escribo eso está presente. La nostalgia es, en sí, un problema. Porque a veces hace que uno desmerezca el presente y vea con escepticismo el futuro. Es un sentimiento bastante mal visto, porque el riesgo es volverse reaccionario, pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Pero no es el caso de Baltasar. El no dice que todo lo que pasó fue mejor. El lo que de alguna manera está diciendo es que, al sacarle todo lo que tenía, al matar a su madre, lo dejaron sin futuro. Y lo único que le queda es el pasado. Entonces se aferra a eso”, analiza.
También abre “Baltasar contra el olvido” una serie de interrogantes sobre el resentimiento. “La voz que compuse es la de un adolescente de un pueblo del interior con todas sus modulaciones, giros y palabras. Traté de estar atento a eso. Pero que además estuviese atravesada por la rabia. Una voz enojada contra todo. Cuando terminé me asusté, me di cuenta de que era totalmente desesperanzador. Entonces me pregunté cómo había sido capaz de reconstruir su vida. Y apareció una pequeña luz a través de algo inesperado: la relación azarosa que surge en la vida de Baltasar con los pájaros. Empieza a dibujar y hacer bocetos de pájaros. Eso también es clave en la novela, la pregunta de cómo se forma un artista. ¿Cuál es el misterio del origen de una sensibilidad artística? Porque Baltasar termina siendo un artista, escritor y dibujante, con una mirada particular para la cual nadie lo educa”, remarca Koch.
De todas maneras, esa última idea respecto a la formación de una sensibilidad artística apenas está sugerida en la novela. “Fue como un desvío, no es que me meto de lleno con eso, pero me interesaba como tema”, dice Mauricio. Pero la premisa que queda es potente, casi reparadora: convierte a lo que parecía ser una amarga batalla contra el olvido en una especie de alegato a favor del arte como salvación.