Bajo el resplandor lunar

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“Junto al mar de niebla”, de Caspar David Friedrich.

Y dale con la “nueva narrativa argentina”

Cuando se habla de “nueva narrativa argentina” suele apuntarse obviamente a jóvenes que escriben, aunque nuevo y joven no sean sinónimos. Una antología de 2005, La joven guardia posteriormente editada en España-, reunía a una serie de autores de menos de 40 años, prologada por Abelardo Castillo y compilada por Maximiliano Tomas, quien manifestara en una entrevista: “Hice un libro que presentó en sociedad a la nueva generación de escritores argentinos siendo un mero periodista con inquietudes... ¿Por qué todos los que critican el libro no lo hicieron antes?”. El tono de enfado de la respuesta supone una serie de invectivas imaginables, sobre todo a partir del término canónico que emplea el compilador (“la nueva generación”), demarcando un límite de pertenencia, el “éstos son” frente al silencio de la exclusión, aseveración reiterada con cierta ligereza en la literatura universal desde el enciclopedismo hasta nuestros días, que siempre terminó castigando al perpetrador tanto por lo incluido como por sus omisiones. La antología, pese a su tarea de justicia imposible, proponía sin embargo algunos nombres que comenzaban una carrera, la construcción de una obra o la simple instalación de una marca autoral. En definitiva, cumplía su rol de posar la atención del público sobre ciertos textos.

Los escenarios de la vida

La clave de esta novela de Angélica Gorodischer como muy bien lo aclara al final- no reside en actos heroicos, intrigas, aventuras o amores desenfrenados, sino en la sumatoria de sucesos que configuran la vida de sus personajes hasta dotarlos de sentido.

Todo lo demás será un espejo sin habitante

Horacio Preler (La Plata, 1929) pertenece a una próspera generación de poetas de esa ciudad, entre los cuales se cuenta Horacio Castillo, a quien dedica este libro. Preler ha venido desarrollando una extensa obra poética que hasta La vida se interroga contaba con unos diez títulos. En éste, el ejercicio de la palabra es “extremo”, en cuanto a que procura una salida del tiempo, o bien un nombrar desde una cornisa o sobretiempo: “Para oír, para ver, para tocar la materia / hay que dejar de oír y ver / y esconderse en la niebla”. La vida ha concluido, ése es el juego a que nos referimos, desde allí, desde esa estación final donde “la sombra siempre estará ahí” surge la interrogación, no como quien mira hacia atrás, no a modo de inventario, sino como algo mucho más sofisticado, como quien confía en el vértigo del fin para conducir la palabra.