Un fuerte sismo golpeó a la provincia de Cebú, en el centro de Filipinas, con un saldo de 72 muertos, alrededor de 294 heridos y unas 20.000 personas desplazadas.

Un terremoto de magnitud 6,9 en la escala de momento sacudió el centro de Filipinas, provocando al menos 72 víctimas fatales, cerca de 300 heridos y daños en centenares de viviendas. Las tareas de rescate han concluido, mientras las autoridades enfrentan la urgente asistencia humanitaria.

Un fuerte sismo golpeó a la provincia de Cebú, en el centro de Filipinas, con un saldo de 72 muertos, alrededor de 294 heridos y unas 20.000 personas desplazadas.
Las labores de búsqueda y rescate se dieron por finalizadas en la ciudad de Bogo, uno de los puntos más afectados, aunque la emergencia pasa ahora por atender a los sobrevivientes, reconstruir viviendas y restablecer servicios básicos.
El sismo, con epicentro a unos 19 kilómetros al noreste de Bogo y una magnitud de 6,9 (escala de momento), ocurrió el 30 de septiembre a las 21:59 hora local (13:59 UTC).
Fue sentido intensamente en la isla de Cebú y en las regiones vecinas, y se registraron múltiples réplicas durante las horas siguientes.

En zonas costeras se emitieron alertas de tsunami, aunque luego fueron descartadas como amenaza significativa.
La cifra de fallecidos se elevó en las últimas horas a 72, según medios internacionales que recogieron datos de equipos de rescate.
En Bogo se registraron al menos 30 muertes, y en San Remigio otras 22, mientras que el resto se distribuye entre otros municipios de Cebú.
Las autoridades indicaron que los equipos de socorro rescataron los cuerpos de una mujer y su hijo entre los escombros del hotel colapsado en Bogo, y hallaron el cadáver de otra mujer en las primeras horas del jueves.

Entre los heridos, el reporte oficial alcanzó los 294 casos, algunos de los cuales con gravedad intermedia.
Alrededor de 20.000 personas abandonaron sus hogares, muchas de ellas por temor a nuevas réplicas o al colapso estructural.
Unos 600 domicilios resultaron dañados en el norte de Cebú, y el colapso parcial o total afectó también hospitales, iglesias, edificios gubernamentales y puentes.
Además, vías quedaron agrietadas, el servicio eléctrico se interrumpió en amplios sectores, y hubo escasez de agua y dificultades logísticas para llegar a algunas comunidades remotas.
Cuando todavía se procesaban las escenas del desastre, muchas personas optaron por pernoctar en las calles, tanto por inseguridad de volver a sus casas como por el deterioro en redes de suministro.
Las lluvias también complicaron el panorama, dificultando los accesos y la operación de maquinaria pesada en sectores colapsados.

Ante la emergencia, el gobierno filipino declaró el estado de calamidad en Cebú para agilizar la asignación de recursos esenciales y activar mecanismos extraordinarios de asistencia.
El presidente Ferdinand Marcos Jr. viajó al lugar del desastre para supervisar las tareas y coordinar apoyos entre las agencias nacionales y locales.
La gobernadora provincial Pamela Baricuatro hizo un llamado urgente a recibir ayuda externa para socorrer a las familias, con alimentos, agua potable, ropa, refugios temporales y voluntarios.

Los bomberos y rescatistas confirmaron que en Bogo ya fueron localizados todos los desaparecidos reportados, lo que marcó el fin de la fase activa de búsqueda.
La prioridad ahora es evaluar daños, asegurar zonas inestables y preparar la reconstrucción.
Las autoridades movilizaron efectivos militares, guardacostas, maquinaria pesada y perros rastreadores para las labores de remoción de escombros y evaluación estructural.
El Consejo Nacional para la Reducción y Gestión del Riesgo (NDRRMC) estimó que el sismo afectó aproximadamente a 171.000 personas en Cebú, lo que incluye tanto desplazados como quienes padecieron daños directos en viviendas.
También se contabilizaron más de 47.000 familias afectadas, cantidad que traduce la escala del desastre social.

A juicio de especialistas, la magnitud de las pérdidas materiales y la necesidad de reconstrucción demandarán meses, quizá años, de esfuerzos coordinados entre gobierno, sociedad civil y organismos internacionales.
Este episodio pone nuevamente en relieve la vulnerabilidad de Filipinas al “Anillo de Fuego del Pacífico”, una franja sísmica donde terremotos y actividad volcánica son frecuentes.
En los últimos años, el país ha sufrido numerosos sismos y ciclones, lo que obliga a reforzar normativas de construcción y planes de contingencia ante eventos extremos.
Aunque la fase de rescate termina, la emergencia humanitaria apenas comienza para miles de afectados que necesitan reconstruir su vida sobre las ruinas.
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