En la ciudad de Toyoake, situada en la prefectura de Aichi, en Japón, avanza una ordenanza que limita el uso de dispositivos digitales a dos horas al día fuera del trabajo y de la escuela. La norma ha causado controversias por su aplicabilidad.

La localidad de Toyoake plantea una ordenanza no obligatoria para que sus habitantes reduzcan el uso del teléfono móvil fuera del ámbito laboral o escolar; el debate se despliega entre salud mental, libertad individual y realismo social.

En la ciudad de Toyoake, situada en la prefectura de Aichi, en Japón, avanza una ordenanza que limita el uso de dispositivos digitales a dos horas al día fuera del trabajo y de la escuela. La norma ha causado controversias por su aplicabilidad.
Fue aprobada en la asamblea municipal con 12 votos a favor y 7 en contra. Sin embargo, la ordenanza es en gran medida simbólica. Se aclaró que no realizarán un seguimiento del uso de los celulares por parte de los residentes y no se impondrán sanciones, según los funcionarios municipales, por superar la recomendación de dos horas.
El cumplimiento, estiman las autoridades, se sustenta en la fuerte presión social para cumplir las directrices oficiales en existe en Japón. En ese sentido, los dirigentes de Toyoake presumen que los residentes podrían reducir voluntariamente el uso de dispositivos digitales y decidan dormir más y pasar más tiempo con sus familiares.
La propuesta fue impulsada por el alcalde Masafumi Koki y plantea su necesidad mediante informes que alertan sobre trastornos del sueño, fatiga ocular, distracción permanente y efectos psicológicos del uso intensivo de dispositivos.
En Japón, estima que jóvenes pasan cerca de cinco horas diarias en línea, lo que alimenta la preocupación gubernamental por la salud mental. Por eso, el documento incluye sugerencias como que estudiantes de primaria eviten el uso del celular después de las 21 y que adolescentes y adultos lo suspendan más allá de las 22.

La medida tiene un componente simbólico fuerte: retomar espacios de convivencia sin pantallas, fomentar pausas electrónicas y revalorizar la atención plena. También reconoce que los teléfonos son “útiles e indispensables en la vida diaria” y aclara que la norma sería una guía más que una imposición.
A l mismo tiempo, las dudas aparecen condicionada por su carácter no coercitivo y la dificultad de fiscalización. Sustenta su impulso en antecedentes que muestran cómo algunas regiones japonesas ya han intentado limitar videojuegos o pantallas para menores, por ejemplo en la región de Kagawa en 2020, que estableció límites diarios para niños. Toyoake expande la lógica al público general.
La propuesta provocó críticas en redes sociales. Comentarios como “el límite de dos horas es imposible” o “ni siquiera da para ver una película” reflejan la distancia entre la aspiración normativa y el uso real que muchas personas hacen del teléfono.
Incluso hay resistencia dentro del propio ámbito legislativo local. Los críticos hicieron circular una petición para que se anule la ordenanza. “En una sola frase: no es asunto tuyo”, sostuvo Mariko Fujie, legisladora de Toyoake, que encabeza la resitencia contra la ordenanza.
Ante ello, el alcalde Koki tuvo que encarar una campaña a favor de su iniciativa, enfocada en aclarar que el límite no es obligatorio y que la ordenanza reconoce el valor utilitario de los teléfonos.

“No me importa que me critiquen”, dijo Kouki. “Solo quiero que las familias tengan más tiempo para comunicarse, y que la gente duerma más”, sostuvo en una entrevista que refleja New York Times
Muchos ciudadanos de la ciudad que conforma un suburbio industrial de Nagoya se preguntan si la iniciativa, por más que les parece bien, es viable: cómo controlar, cómo medir, quién fiscaliza y con qué recursos son preguntas que quedan sin respuesta concreta.
“Es muy triste acabar el día mirando el celular todo el tiempo en casa”, señaló Koukie. “Deseo que los ciudadanos cambien su comportamiento por su beneficio”, planteó.
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