Por Verónica Dobronich

El cansancio emocional no siempre se nota a simple vista, pero reconocerlo y atenderlo a tiempo es fundamental para mantener la salud mental y el bienestar diario.

Por Verónica Dobronich
Decimos “estoy cansado” casi de manera automática. Pero no siempre ese cansancio viene de haber dormido poco o de haber hecho mucho esfuerzo físico. Existe un agotamiento más profundo y silencioso: el cansancio emocional. Ese que aparece cuando la mente y las emociones han estado en tensión durante demasiado tiempo. Reconocerlo es clave para evitar que se convierta en un desgaste crónico.

El cansancio físico se alivia con descanso, sueño o pausa muscular. El cansancio emocional, en cambio, persiste aunque durmamos ocho horas seguidas o aunque no hayamos hecho actividad física intensa. Es el resultado de lidiar con preocupaciones constantes, conflictos no resueltos, presión laboral, falta de reconocimiento o exceso de exigencia personal.

Señales de alerta
• Poner límites: aprender a decir “no” a lo que excede nuestras posibilidades.
• Practicar el autocuidado diario: pequeñas rutinas que nutran la mente y el cuerpo (lectura, música, caminatas, pausas de respiración).
• Cultivar vínculos nutritivos: compartir con personas que suman calma y no solo demandas.
• Nombrar lo que sentimos: expresar emociones en lugar de reprimirlas.
• Buscar ayuda profesional cuando el agotamiento se vuelve persistente.

El cansancio emocional no se cura solo con dormir más, sino con atender la raíz de lo que nos desgasta. Reconocerlo a tiempo es un acto de valentía y autocuidado. Porque descansar no es rendirse: es la condición necesaria para seguir adelante con más salud, energía y autenticidad
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