Nos escribe Esteban (48 años, Allende): "Hola Luciano, te escribo porque suelo leer tus análisis sobre parejas y, en particular, sobre el matrimonio. Pero ¿no es algo religioso y para limitar a las personas eso de casarse? ¿No es algo vetusto hablar de maridos y esposas, algo de lo que tendríamos que liberarnos? De acuerdo con Michel Foucault, a mí me parece que el matrimonio es una institución judeo-cristiana que restringe los deseos de las personas. Sé que no es tu punto de vista, por eso te escribo, para que me ayudes a pensar algo diferente."
Querido Esteban, muchas gracias por tu correo. En principio, te lo agradezco porque es muy valioso que me pidas que te ayude a pensar algo diferente, en lugar de afirmarte en lo que pensás. Lo tomo como una gran responsabilidad, así que voy a tratar de darle una vuelta que te resulte útil.
Mirá tambiénPareja de tres (o cuatro)Si me permitís, dada la crítica que le hacés a la religión, voy sugerirte una lectura: las cartas de San Pablo. En estas, uno de los esfuerzos del Apóstol está en circunscribir el rol del marido y la esposa. Ellos no son familia, no son hermanos, su vínculo es diferente y tiene características específicas.
Nadie hasta San Pablo se había preocupado tanto por pensar el matrimonio, que –desde él– es uno de los sacramentos cristianos. Para los griegos, ese vínculo era más administrativo que otra cosa. Para el cristianismo, el esposo y la esposa tienen una misión específica. Son una pequeña Iglesia, el principio de una nueva idea de comunidad. Porque, como dije, para San Pablo se trata de proponer un modelo diferente del fraterno.
La obligación conyugal es de un nivel superior. Es cierto que a Pablo se lo conoce por sus advertencias sobre las tentaciones de la carne. Sin embargo, lejos de ser un moralista, su planteo es el de buscar la forma adecuada para un vínculo. Por ejemplo, hoy en el siglo XXI nuestro modelo de pareja está fuertemente fraternizado. En nuestra época, ningún esposo cree en la obligación de "respetar" a la esposa –en el precepto matrimonial cristiano, este respeto es más importante que la fidelidad; es decir, esta es solo un ítem dentro de aquel.
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Del mismo modo, hoy en día casi ninguna esposa "recibe" a su esposo y lo honra. En una novela de Silvina Bullrich hay una escena en la que, unos minutos antes de la hora en que llega el hombre a la casa, la mujer se pinta los labios. Un pequeño gesto contundente para ilustrar el vínculo. La nuestra es la época de la pareja de hermanos en jogging mirando una serie. Tan incestuosa, que paga ese precio con la deserotización. Tan fraterna, que tiende a la agresión.
Lo que es una verdadera moral es la prescripción actual de conductas para regular esta comodidad carnívora. Hablar de lo que implica ser un hombre para una mujer y ser una mujer para un hombre –tal como lo planteaba Jacques Lacan en la década del 70– es algo muy del pasado. Por eso nuestra sociedad es post-matrimonial, aunque las personas se sigan casando.
Yo recuerdo a un abuelo que cuando llegaba a un lugar, lo primero que hacía era ir a besar a su esposa –mi abuela. No sé si a esa altura de su vida todavía se amaban; ese es otro error, medir un vínculo de pareja por el amor. Un matrimonio es un código; quien lo ve de afuera cree que es una forma vacía. Así muchos dicen "es un trámite".
Cualquier ritual visto con distancia es un conjunto de gestos insensatos; para quienes lo habitan constituye un modo de vida. Las neurosis, para el caso, no pueden pensarse fuera de una cultura matrimonial. Por eso hay cada vez menos neuróticos y los sufrimientos actuales giran en torno a la regulación de goces no sexuales. Las personas tienen que lidiar con excitaciones, pero ya no tienen sexualidad.
Creo que esto que planteo está en línea y resume bien lo que desarrolla Foucault en sus tomos de Historia de la sexualidad. Lo que a mí me interesa es pensar más profundamente el avance del modelo fraterno como matriz de la pareja, porque creo que está produciendo nuevos sufrimientos vinculares. Me resulta interesante pensar que hace dos milenios San Pablo tuvo una intuición de esto y escribió que eso solo podía traer problemas.
Para San Pablo, es tan radical ese vínculo que el esposo y la esposa no son familia; en efecto, ambos tienen que renunciar a sus familias para casarse y la nueva familia es la que darán a sus hijos. Para el cristianismo, el esposo y la esposa son un matrimonio, origen de la familia para los hijos; ellos les dan familia a los hijos, pero el esposo y la esposa no son familia ni tienen familia. Dan familia.
Mirá tambiénLa necesidad y el deseoLas palabras de Pablo son de una novedad que todavía es imposible de pensar del todo. Más que el pasado, son todavía un futuro al que es preciso llegar. Nuestra civilización no es la que pasó a una nueva etapa, sino que la regresó a la barbarie.
Querido Esteban, espero que esta breve reflexión te haya sido útil para darle una vuelta novedosa a un tema clásico, con una perspectiva diferente y a contrapelo del sentido común y de lo que suele decirse.
Te agradezco que me hayas dado la oportunidad de decirte algo para cambiar de punto de vista; aunque no importa si lo logré, eso es lo de menos. Lo importante es haber sentado las bases de una conversación.
(*) Para comunicarse con el autor: [email protected]