Los datos pasaron prácticamente desapercibidos para la mayoría de la población. Tal vez porque, en general, los medios le dedicaron poco espacio o lo publicaron en un segundo plano.
Los datos pasaron prácticamente desapercibidos para la mayoría de la población. Tal vez porque, en general, los medios le dedicaron poco espacio o lo publicaron en un segundo plano.
Los datos pasaron prácticamente desapercibidos para la mayoría de la población. Tal vez porque, en general, los medios le dedicaron poco espacio o lo publicaron en un segundo plano.
Sin embargo, los datos suministrados por el Indec referidos a las diferencias entre ricos y pobres en la Argentina explican, en gran medida, los problemas que acechan al país. Según dichas estadísticas oficiales, el sector más rico de la Argentina gana 13,7 veces más que el sector más pobre de la población. Lejos de achicarse, la brecha se incrementa. Hace un año esa diferencia era de 12,3 veces. El ingreso medio individual del 10% más pobre es de $ 3.730 mensuales, mientras que las ganancias promedio individuales de los más ricos es de $ 51.321 mensuales. Los datos surgen de las mediciones de Distribución del Ingreso que el Indec acaba de sumar a su calendario de informes. El trabajo abarca información de 31 aglomerados urbanos y desde ahora será difundido cada tres meses. Se trata de un acierto del gobierno. Es verdad que la pobreza representa un dramático problema en la Argentina. Sin embargo, la inequidad es la que genera los mayores inconvenientes. En un país donde la diferencia entre los más ricos y los más pobres crece, resulta inevitable que se extiendan flagelos tales como la inseguridad y la marginalidad. Sólo una sociedad más igualitaria daría lugar a las condiciones esenciales para enfrentar este dilema. Si algo diferenció a la Argentina de la mayoría de los países latinoamericanos hasta hace algunas décadas, fue la existencia de una extendida clase media con acceso a condiciones dignas de vida y con niveles esenciales de formación educativa. Sin embargo, hoy millones de habitantes se encuentran excluidos del sistema. No sólo no están en condiciones se sumarse al aparato productivo del país, sino que difícilmente puedan lograrlo en el futuro. Sus hijos crecen en este contexto de marginalidad y están prácticamente condenados a padecer a lo largo de sus vidas los mismos flagelos que sus padres. Frente a este escenario no debe sorprender que según estadísticas de Unicef Argentina el 30% de las chicas y chicos del país de entre 0 y 17 años sean pobres, y que el 8,4% sean extremadamente pobres. Este dato no es menor, ya que refleja que los programas sociales implementados desde el Estado a lo largo de las últimas décadas no han logrado reducir estos niveles escandalosos de inequidad. Según Unicef, un niño que vive en un hogar cuyo jefe es un asalariado no registrado tiene una probabilidad 3,4 veces más alta de experimentar privaciones, comparado con un niño que reside en un hogar cuyo jefe es un asalariado registrado. La desigualdad no es un problema exclusivo de la Argentina. Según la Organización Internacional Oxfam -que nuclea a 17 entidades que luchan contra la pobreza a escala global-, en el mundo 70 millones de personas cuentan con más bienes que 6.930 millones de individuos juntos. Es decir que el 1% del mundo tiene más que el otro 99%. Y en este contexto dramático, Latinoamérica sigue siendo el subcontinente más desigual del planeta. En definitiva, la pobreza no parece ser el mayor de los problemas. Lo más grave, continúa siendo la inequidad. De poco importará que el PBI del país crezca durante los próximos años como lo augura en estos momentos el gobierno. Mientras este panorama de inequidad no comience a cambiar, la sociedad argentina estará condenada al fracaso.
Mientras este panorama de inequidad no comience a cambiar, la sociedad argentina estará condenada al fracaso.