Queridos Amigos. ¿Cómo están? ¿Cómo se encuentran? Hoy, celebrando el vigésimo domingo durante el año, el Evangelio que escuchamos es sorprendente. Jesús nos dice: "¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre".
Frente a Jesús no se puede ser neutral. Ante Él es preciso formar partido a favor o en su contra. En el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, se afirma con contundencia: "sea frío o caliente, al tibio lo vomitaré". Los verdaderos profetas son siempre causa de conflictos, de enfrentamientos, de persecuciones. La razón siempre es la misma: cualquier persona que trabaja por la verdad, debe enfrentarse con los que viven en la mentira. El que lucha por la justicia entra en conflicto con los que "medran en la justicia".
El camino por la paz es una lucha permanente. Felizmente América Latina cuenta con innumerables mártires que entregaron su vida bregando por la justicia, defendiendo los derechos de los pobres, explotados y marginados a ejemplo de Jesús. Como no recordar en este momento al obispo Oscar Arnulfo Romero asesinado en El Salvador, a monseñor Enrique Angelelli que fue "la voz de los que no tenían voz" en la diócesis de La Rioja.
Ante este pasaje del Evangelio de hoy no podemos quedarnos tranquilos. Por eso miso, contemplando la sociedad actual tan empobrecida y dividida, me pregunto: ¿No hemos diluido la imagen de Jesús? ¿No lo hemos convertido en un predicador solo bondadoso, pacífico, olvidando al Jesús luchador, al Jesús que vivía y se desvivía por el Reino de Dios?
Este domingo providencialmente, coincidió también con el aniversario del fallecimiento del general Don José de San Martín. Lo destaco porque la vida de nuestro prócer profundiza y ejemplifica el mensaje evangélico de hoy. Es verdad que San Martín vivió en otros tiempos, y realizó su gran misión en otros contextos, pero vibraba con los valores de siempre, tales como: la pasión por la Verdad; la lucha por la Libertad, la Vida Austera y la Entrega a los demás.
No se trata –mis queridos amigos- solo de recordar algunas fechas, eventos, anécdotas. Fundamentalmente, se trata de iluminar nuestra vida con su ejemplo. El legado de San Martín es un faro que nos ilumina a todos los argentinos en este tiempo de hoy. El profesor Carlos Eduardo Paulí, miembro de la Junta Provincial de Estudios Históricos, hace algunos años afirmaba:
"(…) Si decimos que San Martín fue un militar brillante estaríamos afirmando algo obvio. Pero si nos quedáramos en la exaltación de sus virtudes guerreras, estaríamos parcializando su figura o empobreciéndola. Sabemos de sus triunfos, que aseguraron la libertad de medio continente, pero no siempre tenemos presente que también tuvo que librar otras batallas de las que no siempre salió triunfador, batallas propias de cada persona, superándose a sí mismo".
Resulta importante destacar que San Martín era creyente y devoto de la Virgen de Luján. Así dice por lo menos una fuente histórica, que indica que "en 1818, en agradecimiento por su victoria de Chacabuco y Maipú, el General José de San Martín rezó ante el altar de la Virgen, y lo mismo hizo en 1823, volviendo del Perú, en compañía de muchos jefes y oficiales de su ejército". Y hoy, a muchas personas que luchan por el poder San Martín les recuerda que "gobernar es servir".
Me emocionan sus palabras cuando afirma: "Nunca tuve intenciones de poder, en realidad solo tuve un sueño, el de ver a América libre de los españoles para que cada pueblo creciera independientemente, como hermanos (…)". Por eso, teniendo en cuenta esos profundos ideales sanmartinianos, los argentinos que hoy aspiramos a un cargo de responsabilidad social primero deberíamos preguntarnos: ¿Estoy suficientemente preparado? ¿Soy la persona indicada para esa responsabilidad?
Actualmente no debemos luchar contra los "españoles", pero hay otros enemigos que nos impiden crecer: la corrupción que nos esclaviza; la pasividad que nos paraliza; la mediocridad que nos tranquiliza, o hacer las cosas a medias, o no hacer nada por miedo a equivocarnos. Pensemos por unos minutos con qué Patria soñamos y qué hacemos en concreto para transformar nuestros sueños en realidad.
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