Navidad es una de las fiestas mayores del año. Todo el mundo se detiene a festejar con una copa de sidra y un pan dulce. Los que pueden, arman un Pesebre con las imágenes del Niño, la Virgen, San José, los pastores, la estrella y algunos animalitos. Otros arman el arbolito con adornos y luces para colgar los regalos en la noche del 24 de diciembre.
Algunos esperan a Jesús, otros la llegada de Papa Noel. Así está de surtida la fiesta de Navidad. Y hay que saber distinguir dos realidades distintas. El punto de partida ha sido un hecho histórico-religioso como fue el nacimiento de Jesús. Acontecimiento del pueblo de Israel que trascendió al mundo desde el siglo I.
Fue en principio un acontecimiento judío. El pueblo de Israel esperaba un Salvador, un Mesías. Alguien que los sacara de la situación de opresión política por parte de los romanos y pudiesen volver a brillar como en tiempos de David y Salomón. Para eso, el Mesías, debería ser un rey guerrero, ungido, consagrado por Dios.
Cuando nace Jesús, de una manera tan oculta, a nadie se le ocurrió pensar que podía ser el Mesías esperado. El pueblo judío jamás lo vio como tal y los judíos-cristianos recorrieron un largo camino para entenderlo, pero de una manera distinta a la esperanza judía.
Decíamos que Jesús nace en un lugar y un momento determinado. Sacamos la información del evangelio de Lucas, que fue un libro para confirmar la fe de los primeros creyentes, pero no es un libro exactamente histórico.
La fecha del 25 de diciembre fue tomada como festejo porque el Imperio Romano celebraba el nacimiento del dios Sol Invicto y los primeros cristianos, para no perderse la fiesta, le cambiaron el motivo: "Ellos celebran al Sol -se dijeron-, nosotros a Jesús, nuestro Señor, nuestro Sol".
La idea de representar el Pesebre la tuvo Francisco de Asís en el siglo XIII de nuestra era y desde entonces comenzó a extenderse entre los cristianos. El arbolito, que viene de la cultura germana, está presente como signo de vida espiritual. Todo esto es lo que vemos en Navidad lo cual no nos tiene que hacer perder lo más importante, el núcleo del acontecimiento, que es Jesús que nace.
Y esto es central y tendría que ser el núcleo de lo que festejemos. Y el pan dulce y la sidra y las comidas como las convocadas por Jesús entre sus contemporáneos, también tendrían que tener su trasfondo allí porque nos alegran y la alegría es buena, sana y nos hermana.
Pero no nos olvidemos que Jesús nace como un pobre más, de los tantos que hubo en su época, se preocupó por ellos y trató de aliviarle sus males. Y para compartir éste su mensaje solidario, no nos olvidemos de los tantos que existen hoy, aquí en nuestro tiempo, en nuestro mundo, en nuestra argentina.
Y si hoy y mañana los tenemos en cuenta, si nos acordamos de compartir algo con ellos, entonces sí... ¡Feliz Navidad para todos!