Aunque no todos los líderes mienten, la verdad se distorsiona a menudo para ganar votos o poder, generando desconfianza en la sociedad.
El mundo está plagado de mentiras. La mentira es un engaño para conseguir determinados objetivos y "logros"; para deshonrar o degradar al otro. También puede funcionar como "autodefensa" o escondite personal, teniendo un objetivo diverso aunque siempre se la considera como contraria a una ética correcta.
Para comenzar, diremos que la mentira no es un "valor" sino un "disvalor". No es algo positivo sino negativo. Es algo que si lo percibimos así se rechaza y si lo aceptamos como verdad es porque hay un interés mezquino, solapado o escondido en lo que se dice y no nos dimos cuenta. La mentira es un engaño para conseguir un pretendido bien o para deshonrar, castigar o degradar a otro.
La mentira también puede funcionar como autodefensa o escondite, teniendo un objetivo diverso aunque siempre se la considera como contraria a una ética correcta. La persona que miente no es valorada o consideraba como buena sino por el contrario queda siempre en desventaja con los amantes de la verdad porque pierde su honorabilidad, carente de credibilidad.
Pero... ¡Guarda! No debemos confundir mentira con imaginación. El que imagina un formato distinto a lo que en la realidad es, lo hace porque o no está muy definida o porque se la quiere agrandar o magnificar para darle prestigio o superioridad, es lo que llamamos hipérbole.
Además están las mentiras "piadosas" que se usan con los niños o los poco letrados para evitar mayores males. o para retardar un conocimiento a una circunstancia más adecuada. Como conclusión hagamos un repaso de los que habitualmente desfiguran la realidad y lo hacen por diversos motivos.
Comencemos por los estratos de poder. Es casi habitual que, para su propio beneficio, los que tienen el mando mientan unos más y otros menos, en definitiva para apropiarse del dinero del erario público. Otros mienten para contar con los votos necesarios para asumir una banca en las Cámaras. Y otros lo hacen para ascender de categoría social o para obtener otro tipo de ventajas.
Pero aclaro, antes de que sea tarde, la mentira de los que tienen poder no ha sido ni es menester de todos, ya que hemos tenido y tenemos ejemplos nuestros como los de Manuel Belgrano e Hipólito Yrigoyen, o ajenos como el de Pepe Mujica o Luiz Lula da Silva, a mi entender dignos de alabanzas.
En Oratoria se afirma que para que los oyentes crean no es necesario decir la verdad sino solo decir "algo creíble". Veamos algunos ejemplos. Si el que tiene poder dice que va a dolarizar la economía y vamos a cobrar nuestro salarios en dólares, es creíble.
Si el candidato promete arreglar los caminos, hacer escuelas, fomentar la creación de fábricas que aumente la producción nacional, me gusta y le creo. Si me dice que lo peor ya pasó y dentro de unos meses, todo comenzará a crecer, como los hongos después de las lluvias, me encanta y lo creo... y hasta lo público.
Otros que mienten son algunos jueces (repito, algunos), que arman juicios que a simple vista podríamos caratular como falsos, aunque ellos encuentren hipotéticas culpabilidades para juzgar y condenar. También mienten algunos religiosos y arman discursos no reales que niegan por ejemplo las leyes naturales y hay que creer porque son dogmas.
Mienten los médicos para que el ánimo del paciente no se desmorone o para programar operaciones innecesarias. Mienten las madres y los padres para que los hijos obedezcan y cuiden su salud. Y a veces mienten los maridos a sus mujeres o viceversa para concretar encuentros de infidelidad.
Mienten los niños en las escuelas para salvarse de castigos, o para ser premiados. Conclusión: el mundo está plagado de mentiras. Y llegamos a una segunda conclusión, a partir de mentiras no se puede construir algo positivo y mucho menos un país o una institución.
"La mentira", alegoría del pintor barroco napolitano Salvator Rosa (1615-1673). Palazzo Pitti, Florencia, Italia.
La contrapartida es celebrar la verdad y defenderla a costa de todo, hasta de la vida. Eso hicieron nuestros héroes, como Facundo Quiroga, el Chacho Peñaloza o Manuel Dorrego, también aquellos otros que lucharon por una Patria solidaria y hermanada.
Ejemplos a destacar: René Favaloro y Enrique Angelelli, a los que les podemos sumar Carlos Mujica y Pocho Lepratti, a quien León Gieco le hizo la canción "El ángel de la bicicleta".