Las comunidades originarias mantuvieron una conexión profunda con la tierra, conservando su cultura y costumbres a pesar del mestizaje y la colonización.
De acuerdo al censo del año 2022, en Argentina un total de 1.303.730 personas se reconocen indígenas o descendientes de pueblos originarios, comprobándose la existencia de casi sesenta etnias en el terriotiro nacional.
Cuando se toca el tema de la conquista y colonización del territorio argentino, aparecen una serie de conflictos que vienen de muy atrás y resulta ser una llaga que aún no ha cicatrizado. La pregunta que acusa y no negocia la respuesta, es determinar si a los habitantes originarios de nuestro país se los puede reconocer como argentinos o no.
Aclaramos desde ya que sí, que se consideran argentinos y de la etnia indígena, y eso no es un conflictivo para ellos y pero sí, para algunos urbanos blancos actuales.
Si vamos al principio de la situación partamos de una pregunta muy simple ¿Cuándo los españoles pisaron tierra del Nuevo Mundo, este estaba desierto o habitado? Respuesta: estaba habitado por los pueblos originarios, y eso significa que estaban desde el principio, que fueron los primeros en llegar y que eso le daba derecho para habitarlo como propio.
Los españoles dieron por sentado que esas tierras a donde llegaban y a las cuales tomaban posesión en nombre de la Reina de Castilla, estaba compuesta de abundante vegetación, abundante agua y animales diversos. Y que los indígenas también eran animales que proferían sonidos vocálicos ininteligibles porque no hablaban español.
Y los maltrataron con el único derecho de sentirse equivocadamente una raza superior y tener el respaldo de la Corona Española que los enviaba a buscar posibles tesoros para aliviar una economía en baja que tenían.
Todo esto además de absurdo, resulta de una ignorancia supina. Un texto que se puede consultar para probar que esto, no es indigenismo barato, está en el libro “Ciudad indiana” escrito hace más de un siglo por el español Juan Agustín García, quien analiza al país desde 1600 a 1900.
Portada de una de las tantas ediciones de "La Ciudad Indiana", de Juan Agustín García. El autor contrasta con agudeza y profundidad la llamada "modernidad" de principios del siglo XX con la herencia colonial y las tradiciones locales.
Allí deja constancia de su organización social, económica y religiosa y constata el mal trato que se tenía a los indígenas, condenados a situaciones de servidumbre y esclavitud sin declararlos esclavos.
Tomando el tema desde el principio: cuando Cristóbal Colón pisó territorio en Centro América, los indígenas lo recibieron como a dioses que venían a visitarlos, pero pronto se dieron cuenta que estaban equivocados.
Los españoles venían a someterlos al dominio español, a saquearlos y exterminarlos. Como suponían que el derecho estaba de su parte, los reprimieron, los sometieron y los explotaron en las minas, mitas, yanaconazgos y encomiendas. Todas organizaciones de trabajo inhumano que debilitaba sus cuerpos y y debido a ello, les transmitían enfermedades europeas como la gripe por lo que murieron a montones.
La "cuestión" del mestizaje
Los invasores no respetaron la cultura local, dígase organización social, costumbres, religión, arte, en fin, nada, todo era herejía, e hicieron fogatas con papiros y objetos para agradar al Dios de los blancos y terminar con las idolatrías.
Y porque creían haber llegado a Las Indias, los llamaron “indios”, nominación que terminó siendo despectiva. Y ese nombre quedó fijo y significaba “barbarie” y “salvajismo”. Con el pasar del tiempo estos lo adoptaron como bandera de lucha y liberación.
Los navegantes del Viejo Mundo en su mayoría eran presos por sus robos y crímenes, eran iletrados que probaban suerte en una aventura de navegación que quería probar y certificar que la tierra era redonda. Los acompañaban frailes en su mayoría ingenuos y serviles del Poder porque sostenían que detrás del Poder estaba el verdadero Dios y no ídolos de piedras. Perdonen que me fui del tema pero lo vi como necesario.
El Fuerte de Santi Spiritu, fue la primera población española levantada en el actual territorio argentino; fue establecida por Sebastián Gaboto el 27 de febrero de 1527, a orillas del río Paraná, junto a la desembocadura del Río Carcarañá, Y el asentamiento fue quemado y muerto el invasor, en respuesta al mal trato que sufrieron los nativos. Buenos Aires fue fundada dos veces por las mismas razones.
Y la criminal Campaña del Desierto (habitado) de Julio Argentino Roca fue la medalla de oro para la Generación del 80. Sarmiento aplaudió con “Civilización y Barbarie”.
No podemos olvidar a los Jesuíticas en el norte argentino, que si bien puede ser una cuestión objetable en su organización, no podemos dejar de reconocer sus aportes de conocimientos. A los indígenas que llevaban a sus reducciones, se les enseñaba a escribir, aritmética, música y diversos oficios.
Y vayamos a otra cuestión conexa. Existió y existe lo que llamamos “mestizaje” que es la unión de un indio de tes oscura con una española blanca o viceversa pero casi siempre eran hechos de violaciones. El que detentaba el poder militar o gubernamental consideraba que era dueño hasta de los cuerpos de los conquistados y por eso, las violencias y la tortura eran algo habitual y no generaba ni delito ni culpa.
En el Censo del 2022 se constató que 1.303.730 personas se reconocieron indígenas o descendientes de pueblos indígenas. También se pudo comprobar que existen 58 etnias indígenas u originarios a lo largo y lo ancho del país, básicamente mapuches, guaraníes, diaguitas, tobas, mocovíes, wichís y quechuas y otros más.
En la provincia de Santa Fe hay sesenta asentamientos de aborígenes, además se constató que el 28,3% habían asistido a un establecimiento educativo y conservaban su lengua y su cosmovisión ancestral.
Venas abiertas y verdades históricas
El fenómeno del mestizaje tiene su mayor representación literaria en “Tabaré” un extenso poema del uruguayo Juan Zorrilla de San Martín, donde narra el amor trágico entre una mujer blanca y un cacique charrúa. El personaje mestizo deambulaba por las noches tratando de entenderse y saber en definitiva si era indio o blanco. y eso lo atormentaba. Les digo que se trata de un hermoso libro de la corriente romántica americana.
Estos pueblos adaptaron su forma de vida a los diversos climas y geografías lo que les permitió crear sociedades organizadas que conservaron una profunda relación sustancial con la naturaleza. Manifestándolo siempre en sus vivencias y costumbres.
El maltrato, la marginación y matanza de indígenas se dio en toda América, puede comprobarlo leyendo el libro de Eduardo Galeano “Las venas abiertas de América Latina” o “El mundo es ancho y ajeno” de Ciro Alegría o “Hijo de Hombre”, de Augusto Roa Bastos.
Pero si queremos encontrar rastros cercanos, les recuerdo que en la zona de Vera están los indios tobas. En las afueras de Recreo hay una asentamiento muy precario de los indios Qom que tiene una escuela bilingüe y trabajan la cestería que venden en nuestras calles de Santa Fe. Y hay algo muy cercano.
Tiempo atrás, hace un par de años, en el diario El Litoral salió la noticia que los descendientes mocovíes de San Javier se manifestaron a fin de gestionar ante las autoridades provinciales que se les devolvieran las tierras usurpadas por la urbanización de San Javier.
Proceso por la verdad histórica. Imagen que forma parte de la nota publicada por El Litoral el 15 de agosto de 2023 bajo el título "La masacre de 400 indios mocovíes se juzga en el fuero federal de Reconquista", de Gustavo Capeletti.
Y pensando en ellos se me hace presente la obra poética de Julio Migno, un auténtico vocero apostol de la costa santafesina, tantas veces olvidado o subestimado injustamente. También hay otros que podemos sumar como Diego Oxley, Juan José Saer, Hugo Mandón, Delmiro Ayala Gauna y otros.
Hablar de la argentinidad de los pueblos indígenas es una cuestión en algo compleja pues se manifiesta fundamentalmente en la preexistencia de estas comunidades en el territorio, su insistencia en ser reconocidos a lo largo de la historia y su adaptación paulatina a la actualidad.
También se define por su vínculo ancestral con la tierra, su producción de una cultura propia y sus derechos por ser humanos. La identidad nacional es una presencia que se recompone y actualiza constantemente en base a los aportes diversos que recibe y adopta. Eso se prueba observando a las tantas generaciones innovadoras que llevamos.
Composición que recrea, con fondo de whipalas (símbolo de los pueblos originarios andinos) y banderas argentinas, una manifestación a favor de la lucha y la representación de las comunidades indígenas de nuestro país.
La impronta de San Martín
Y para coronar este artículo quiero hacer notar que entre los héroes que gestaron esta nación estaban soldados ligados a los indígenas. En el Norte, Güemes con sus gauchos tenía grupos indígenas, también los tuvo Belgrano y por arriba de todos el gigante de San Martín que era mestizo, de madre indígena, una correntina guaraní Rosa Guarú y siendo su padre Diego de Alvear, español.
Rosa que trabajaba en la casa de los Alvear , amamantó al niño y lo cuidó hasta que fue adoptado por la familia San Martín para que pudiera inscribirse en un Liceo Militar en España para hacer la carrera militar.
Cuando regresó a su patria después de 33 años de actuar en los ejércitos españoles, después de mucho andar y gestionar un lugar para él, se lo designó Gobernador en Mendoza y allí preparó su ejército liberador de Chile y Perú.
En los tres años que ejerció como gobernador convocó a los originarios Pehuenches, Tehuelches y a otras tribus a unirse a su misión libertadora. La adhesión fue total y resultó mayor cuando San Martin les dijo: “Yo también soy indio”.
Esto se dijo desde hace tiempo pero se lo escondió y tomó divulgación cuando lo dijo el historiador, abogado, periodista y docente universitario pampeano Hugo Chumbita en su libro “El origen mestizo de San Martín”. Pero además hubo otras publicaciones que trataron el tema.
Agrego algo que me resultó sorpresivo e interesante. Por el impacto que San Martín causaba entre los indígenas por sus actitudes personales fundamentalmente humanas, estos dada su cosmovisión americana lo señalaban como “ser de luz” e hice esta simple conexión.
Está escrito en los evangelios que Jesús de Nazaret dijo; “Yo soy la luz del mundo”. Y quinientos años antes a Buda lo llamaban “El Iluminado”, pleno de luz. ¿Coincidencias de miradas ancestrales?
Otra mestiza memorable fue Juana Azurduy que por su valor en las luchas por la independencia americana se ganó el rango militar. Fue esposa del general Manuel Padilla, también mestizo y recibió el sable de manos del general Manuel Belgrano.
Creo que todo esto es suficiente para fundamentar la argentinidad de los indígenas originales y sus descendientes que viven en este suelo común que llamamos Argentina. En nuestra ciudad de Santa Fe, conozco a dos investigadores y docentes que escribieron de este tema y a los que quiero agradecerles lo que aprendí de ellos, estos son el Prof. y Dr. Rubén Román y a la prof y lic. Raquel Garigliano.
Para finalizar afirmo que creo sinceramente que estamos en deuda con los originarios que nos precedieron “hermanos nuestros” como los llamaba el gral. San martín. Que figure en la Constitución Nacional y en múltiples leyes parece que no es suficiente para que les demos el afecto y la protección que se merecen. Esta es tarea de las familias y fundamentalmente de las Escuelas.