Por Luciano Lutereau (*)
Por Luciano Lutereau (*)
Hace un tiempo, en una conversación con profesionales de una escuela secundaria, me llamaron la atención con una pregunta: ¿por qué es cada vez más frecuente que las jóvenes tengan relaciones con otras mujeres? En este punto, dado que no manejo estadísticas, no podría expedirme respecto de dicha “frecuencia”. No obstante, podría estar de acuerdo con la tendencia mencionada. No sólo lo he corroborado en mi práctica, sino en el intercambio con colegas.
En efecto, ya Freud hacia 1920 escribió un ensayo sobre la homosexualidad de una joven que, a partir del desengaño respecto de su padre, inicia una relación con una mujer a la que se dedica amorosa y fervorosamente. Dicho de otra manera, este vínculo amoroso permite restituir lo que el deseo de un hombre frustra. En este sentido, el amor entre mujeres no hace caso de la vulgaridad del deseo masculino (que sólo quiere realizarse sexualmente).
No obstante, esta precisión va más allá de un caso específico. Podría decirse que, para toda joven, el inicio de la adolescencia implica una decepción. El comienzo de la menarca impone una desilusión en la fantasía de aquella que, según el complejo de Edipo, esperaba un hijo del padre. Una mujer en su inconsciente espera desde niña un hijo del padre, pero la aparición de la menstruación demuestra que ese hijo no existe. Es un pasaje necesario en la vida de toda joven, porque a partir de este desengaño respecto del padre es que podrá acceder a otro hombre.
Sin embargo, el desengaño respecto del padre es tan fuerte que no puede llevar sin más a un sustituto. La salida exogámica del complejo de Edipo, de acuerdo con su reactivación puberal, supone un paso intermedio: la búsqueda del amor en la relación con otra mujer. Esta es la época en que se teje el vínculo exclusivo con alguna amiga que, con el tiempo, pasará a un segundo plano. Esta relación homoerótica es constitutiva de la posterior heterosexualidad para una mujer. Podría ser que hoy en día haya una mayor tendencia a que este amor entre mujeres jóvenes se realice en el cuerpo a cuerpo, pero su fundamento psíquico no es para nada novedoso y, por lo tanto, cuestionarlo es redundante. Se trata del desarrollo psíquico normal en la mujer.
En todo caso, más importante me parece destacar que un rasgo de nuestro tiempo es buscar la definición de la elección sexual. El adolescente, de acuerdo con la bisexualidad constitutiva, es un ser ambiguo, que atraviesa diferentes posiciones subjetivas antes de consolidar una identidad. La obsesión de nuestra época porque cada uno tenga una identidad sexual clara y distinta (incluso desde la infancia), en la que se afirme de manera obstinada y de la que se espera reconocimiento constante, recae entre los jóvenes como un imperativo que a veces los confunde más antes que conducir a un descubrimiento singular.
Aumento de HIV adolescente
Por otro lado, respecto de la adolescente de nuestro tiempo, quisiera mencionar otro punto. Hace unos días leí una estadística que desmiente un prejuicio habitual: que el HIV sea cosa de varones homosexuales. La estadística muestra una nueva tendencia, que son principalmente las mujeres adolescentes las infectadas en aumento. La población de jóvenes entre 16 y 25 años va en ascenso. Como mencioné al principio, no conozco de estadísticas; no es mi especialidad, pero si el dato es confiable no me parece extraño. Y podría explicarse a partir del funcionamiento de la fantasía que mencioné antes.
Vivimos en un mundo de fantasías, cada uno atiende a lo que su fantasía le permite. Para una muchacha adolescente, la reactivación juvenil de la sexualidad confronta con una fantasía típica: la de embarazo. Así como el muchacho se defiende de la impotencia, y de la castración que la mujer encarna para él, la jovencita teme quedar embarazada. Esto explica por qué suelen fracasar las campañas de toma de conciencia sobre enfermedades de transmisión sexual entre adolescentes, porque no apuntan a la fantasía: en tiempos de la pastilla del día después, si puede evitarse el embarazo no hace falta usar preservativo. En efecto, ¡muchos jóvenes creen que el preservativo es para evitar el embarazo! La fantasía es el fracaso de la conciencia y muestra que crecer es un trabajo arduo para el psiquismo, que la maduración no es algo espontáneo, sino el atravesamiento de diversos conflictos.
(*) Doctor en Filosofía (UBA) y Doctor en Psicología (UBA). Coordina la Licenciatura en Filosofía de Uces. Autor de los libros: “Celos y envidia. Dos pasiones del ser hablante”, “Ya no hay hombres. Ensayos sobre la destitución masculina” y “Edipo y violencia. Por qué los hombres odian a las mujeres”.
La obsesión de nuestra época porque cada uno tenga una identidad sexual clara y distinta (incluso desde la infancia), en la que se afirme de manera obstinada y de la que se espera reconocimiento constante, recae entre los jóvenes como un imperativo.
El adolescente, de acuerdo con la bisexualidad constitutiva, es un ser ambiguo, que atraviesa diferentes posiciones subjetivas antes de consolidar una identidad.