"No hay mayor amor en la tierra que el amor de una madre"
La historia de un Obispo y su madre revela la profunda conexión y agradecimiento que sentimos hacia quienes nos dieron la vida y el amor incondicional.
Jesús y María. Ellos reflejan muchas de las cosas bellas y emocionantes que se han escrito sobre el amor materno.
Queridos amigos, este domingo, 19 de octubre, se celebra el Día de la Madre, un día tan especial en el que rendimos homenaje a cada una de nuestras mamás. Yo deseo hacerlo a través de mi reflexión semanal. Por eso mismo, me permito comenzar con una breve y bella historia:
"Durante la consagración episcopal, la gente iba acercándose para besar el anillo del recién ordenado Obispo. En la cola, estaba la madre del nuevo pastor. Cuando se acercó, se puso de rodillas, abrió la palma de su mano, e indicando la alianza matrimonial dijo: 'Recuerda hijo. Tú no tendrías ese anillo, si yo no hubiese tomado en serio el mío (...)".
"(...) Hoy no serías Obispo, si no fuera por mi alianza matrimonial; hoy no serías pastor de la Iglesia sin mi amor incondicional a la vida'. El joven Obispo comprendió el mensaje. Se levantó, se puso de rodillas, abrazó a su madre diciendo: Gracias mamá. En un instante ha comprendido que todo lo que tenía se lo debía a ella".
Cuántas enseñanzas salen de esta bella historia. Si hoy estamos aquí, si contemplamos este bello mundo en que vivimos, se debe al amor incondicional de nuestras madres. Solo la mujer tiene el privilegio de ser madre. Solo la mujer tiene la gracia de llevar bajo su corazón la criatura durante nueve meses. Solo la mujer puede escuchar la palabra mágica: MAMÁ.
Poema del profesor Mario Enrique Díaz dedicado a su fallecida madre, Martina.
¿Cuántas cosas lindas se han dicho sobre las personas más bellas que son nuestras madres? Cuántas historias bellas y emocionantes se han escrito, y -seguramente- se continuarán escribiendo sobre el amor materno. Y es así porque como dice un psicólogo: "Desde el primer instante en que estuvimos en el vientre materno, algo especial, imposible de explicar con palabras, nos unió".
Y curiosamente, cuantos más años pasan, más nos faltan las mamás porque: una madre si hace falta, se pasa la noche junto a la cama de su hijo, y no se acuesta en cuatro días, porque su hijo está enfermo. Una madre si hace falta, se quita el pan de la boca, y se lo da a sus hijos para que coman.
Un ginecólogo norteamericano, con una larga experiencia, nos ofrece este bello testimonio: "Cuando una madre da a luz, por muy difícil que haya sido el parto, lo primero que ella pregunta es: ¿Cómo está el niño? Jamás pregunta cómo está ella".
Continuando, comparto mi historia personal. Mi madre murió siendo muy joven, tenía apenas 40 años de vida y yo -en aquel entonces- cumplía 13, era un adolescente. Con el tiempo estoy redimensionando su presencia y sobre todo su ausencia en mi vida. Cada vez cuando voy a mi patria Polonia (tengo el privilegio de viajar cada tres años), uno de mis primeros pasos es el cementerio donde ella descansa.
Ya pasaron cincuenta años de su partida, pero me parece como si fuera ayer. Me gustaría decirle tantas cosas bellas, me encantaría expresar todo el amor que le tengo, me gustaría abrazarla y besarla, pero ya no tengo esa posibilidad. El cementerio donde ella descansa guarda un tremendo silencio.
Si hago esta reflexión, por cierto muy personal, es para decirles que si sus madres viven todavía, aprovechen esta oportunidad para manifestar tanto con sus palabras como con los gestos lo mucho que las quieren.
También hoy -sin cambiar el tono festivo de esta celebración- quiero decirles que hay muchas madres que no siempre encuentran ese agradecimiento.
Cómo duele escuchar que muchas mamás están en el Hogar de Ancianos, las que todavía podrían estar en sus casas, gozando de sus familiares, hijos y nietos. Increíblemente una madre pudo alimentar y educar a sus cinco hijos y ahora sus cinco hijos no pueden mantenerla ni cuidarla.
Comprendo que hay situaciones muy complejas, qué duda cabe, pero la sociedad de hoy es cada vez más cómoda y egoísta. Lamentablemente hay muchas madres que están solas y abandonadas.
Hace tiempo, al leer el diario me impactó un texto que se titulaba "Carta de una madre". Entre otras cosas, decía así: "¡Te saludo hijo! Aún existo (…) y sigo esperándote. Ya pasó otro año y sé que también hoy seguiré esperando tu voz en el teléfono, o unas líneas (…) ¡Te saludo hijo! Y perdono tu ingratitud e indiferencia. Tú mamá".
Al final de esta reflexión quiero expresar mi agradecimiento: ¡Gracias mamás queridas por darnos tanto! Que Dios las acompañe y las bendiga en este día tan especial. Que la Virgen María Nuestra Madre las proteja con su Manto Maternal.
¡Felicidades Queridas Mamás!
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