I

El presidente sorprende con un mensaje que insta a los argentinos a prepararse para reformas drásticas, evocando escenas de tensión dignas de un drama hollywoodense.

I
El regalo de navidad del mejor presidente del mundo a los argentinos fue en esta ocasión una advertencia, un aviso: “Ajustarse los cinturones porque vienen más reformas”. Qué alegría; qué mensaje auspicioso, en particular para los pobres y las clases medias que son los destinatarios exclusivos de esta convocatoria bizarra.
Esa frase: “Ajustarse los cinturones", la escuché alguna vez en boca de la actriz Bette Davis en la película de Joseph Mankiewicz, “La malvada”. Es en una fiesta donde todo parece a punto de estallar, que Bette anuncia que se preparen para lo peor. El gobierno de los hermanitos Milei nos predicen algo parecido sin el encanto de Bette Davis y la sonrisa volteriana de George Sanders.
II
Como anticipo de lo que nos espera, el mejor presidente del mundo obsequió a sus ministros un panfleto escrito por un energúmeno llamado Walter Block, cuyo exclusivo acierto es el título: “Defendiendo lo indefendible”.
¿Ejemplos? La venta de órganos, el derecho de los padres a no alimentar a sus hijos, la labor civilizatoria del proxenetismo, los logros humanistas del tráfico de drogas, los beneficios de la usura y el trabajo infantil. Una delicia. Block es, junto con Murray Rothbard, uno de los economistas preferidos de Javier Milei.
Calificar de liberales a estos sicofantes es una falta de respeto, un agravio, al concepto histórico de liberalismo. Aclaro: por mí, que cada uno escriba y pregone lo que le da la gana. Incluso si alguien quiere reeditar, por ejemplo, “Mein Kampf” de Adolfo Hitler, que lo haga. Del mismo modo que a mí me corresponde el derecho de calificar a esos panfletos de "infames".
Agravados, en el caso que nos compete, porque quien divulga semejantes excrementos verbales es el presidente de la nación, mientras sus ministros, como niños obedientes, sumisos y chupamedias se fotografían con el libreto de Block en la mano y una obsequiosa sonrisa en los labios.
III
El periodista Joaquín Morales Solá no exagera cuando sugiere que las recientes declaraciones de Milei dando a entender que Cristina está presa por una decisión de su gobierno, es una torpeza jurídica y el mejor favor político que el mejor presidente del mundo pudo hacerle a la Señora.
Es sorprendente que a un presidente de la nación haya que recordarle que quien decide condenas en una sociedad democrática es la justicia y que la pretensión de un presidente de enviar a la cárcel a un ciudadano es propia de las dictaduras.
Milei no es un dictador, pero su cultura republicana es muy deficiente y torpe y sus exabruptos terminan haciéndole el juego a Cristina que desde que comenzó a ser juzgada atribuyó esa decisión a una conspiración política en su contra.
IV
Le pese o no a Milei, la señora Cristina está en la cárcel por decisión de la justicia a partir de denuncias presentadas en 2008 por Elisa Carrió y otros dirigentes políticos.
Que hayan transcurrido casi quince años para que efectivamente se haga justicia prueba no sólo algunas deficiencias de la justicia argentina sino el privilegio que disponen personajes de poder como Cristina quienes, gracias al poder político que ejercen, logran que los tiempos de la justicia se extiendan más allá de toda razonabilidad.
Una vez más es necesario insistir en que las palabras imprudentes de Milei invierten la realidad. Cristina no está presa por una supuesta decisión política de un presidente; por el contrario han sido las cultivadas relaciones políticas de la líder K la que le permitieron postergar una merecida condena.
Hoy está presa en condición domiciliaria porque jueces y fiscales fallaron en su contra en tres instancias.
Así y todo, una causa más compleja como la de los Cuadernos avanza con exasperante lentitud no tanto porque los funcionarios judiciales a su cargo no se distingan por su afición al trabajo como que de una manera invisible pero eficaz el poder político que aún dispone Cristina le permite gravitar sobre la justicia.
V
Puede que se me escape algún dato, pero si la memoria no me falla el trotskismo como corriente política con prolongada representación parlamentaria, solo tiene existencia en Argentina. En Europa, por ejemplo, hay grupos de teatro, bandas de música, algún poeta o alguna actriz, pero partido como tal no tengo noticias.
Corriente política disidente de José Stalin, alguna vez fundaron una IV Internacional integrada por partidos que por lo general nunca fueron más allá de sectas siempre decididas a fracturarse a través de interminables y monótonas disquisiciones teóricas.
El fundador, don León Trostky, fue asesinado en México en 1939 por un sicario de la GPU (la policía secreta soviética en tiempos de Stalin), llamado Ramón Mercader. Ese crimen alevoso, ese ajuste de cuentas salvaje entre viejos bolcheviques, es un testimonio elocuente de lo que es capaz la alienación ideológica y la voluntad de poder ejercida en nombre de la promesa del paraíso socialista.
Ese crimen espantoso le otorgó a Trotsky la condición de víctima, aunque en el tiempo histórico que dispuso poder ordenó la ejecución de miles de obreros, campesinos y burgueses rusos. Y lo hizo con el mismo entusiasmo de Stalin, aunque luego, por esos azares de la historia, él fue asesinado por su antiguo camarada bolchevique.
VI
Ese desenlace nos permite decir que las diferencias de destino entre Trotsky y Stalin estuvieron dadas porque don León perdió la interna bolchevique, y esa derrota y luego la feroz persecución que le sucedió, no solo lo transformó en víctima sino que le permitió al implacable verdugo de anarquistas y kulaks reclamar por los beneficios de los derechos humanos
Ese final trágico le otorgó a Trotsky un aura de víctima como efectivamente lo fue, aura reforzado por su notable inteligencia y la calidad de su escritura. En efecto, Trotsky ha trascendido más en la historia por su obra escrita que por sus fulgurante pero breves resplandores revolucionarios.
VII
El trotskismo como experiencia política fue siempre un prolongado fracaso y, curiosamente, sus verdugos más sistemáticos no fueron los perros burgueses sino los revolucionarios marxistas. La conclusión histórica es para ellos desoladora: en cuanta revolución de signo socialista hubo en el mundo, los trotskistas fueron los sacrificados.
Lo que sucedió en Rusia, también sucedió en China, Vietnam, Cuba o Nicaragua. Paradójicamente, la salud de los trotskistas siempre estuvo más protegida en las detestables sociedades burguesas que en los promisorios paraísos socialistas.
VIII
Lo cierto es que en la actualidad el trotskismo es una curiosidad histórica, en algunos lugares algo así como una pose intelectual o una moda con contornos de rebeldía estética, pero- insisto- pareciera que solo en Argentina sobreviven como persistente experiencia política. Una minoría intensa que en las coyunturas más favorables nunca supera el cuatro o el cinco por ciento de los votos.
Un porcentaje, este último, que no los desanima porque todo trotskista se considera el emisario de una vanguardia que por definición es minoritaria pero que se vale de las despreciables libertades burguesas para ocupar un puñado de bancas parlamentarias concebidas como tribunas para denunciar las iniquidades del capitalismo.
Mientras tanto, esperan el mesiánico estallido revolucionario que les permita dirigir a las masas hacia la toma del poder, profecía que en caso de cumplirse incluiría un capítulo final en el que los revolucionarios reales se dedicarían prolijamente a exterminarse, como ha ocurrido desde 1917 a la fecha.
Por eso mismo, si Myriam Bregman, o Nicolás del Caño o Christian Castillo nos han despertado un mínimo de simpatía, afecto o curiosidad, lo mejor que podemos desear para ellos, o para su salud, es que jamás se cumplan sus profecīas revolucionarias, porque la historia nos enseñó hasta el hartazgo cual sería su desdichado destino.
Un par de observaciones para el final: Nahuel Moreno, una de las “vacas sagradas” del trotskismo criollo, calificó al gobierno de Jorge Videla como “dictablanda”, a la vez que consideró que la presencia de la esposa de Videla en el partido final del mundial de 1978 fue una conquista feminista.
También se negó a hablar de “desaparecidos” y los argumentos que dio para negar la calificación de presos políticos a guerrilleros y sospechosos de guerrilleros los hubieran envidiado Emilio Massera, Alfredo Astiz, Ramón Camps y Carlos Suárez Mason.
Moreno después revisó esas posiciones, pero jamás realizó una verdaera autocrítica, porque ya se sabe que en los partidos de izquierda esos ejercicios inquisitoriales están destinados solo a los “perejiles".