Y sí, puede ser difícil de imaginar. Santa Fe antes del puerto. Mejor dicho, antes del gran puerto de ultramar que hoy conocemos. Recorro, navego y sueño con ese lugar; con este lugar. Este lugar a mediados de siglo XIX. Lo fui reconstruyendo con lo colectado, lo leído, lo escuchado y fusionándolo con argamasa de imaginación. Este lugar, hoy ignorado, fue magnífico. La ciudad miraba al río.
El Río Santa Fe tenía un tránsito naval permanente. Las crónicas hablan de decenas de barcos a vela y a vapor que arribaban y zarpaban a diario de los embarcaderos diseminado en la costa. Una costa aun agreste que iba desde la salida del riacho en confluencia con la Laguna Setúbal, hasta las Cuatro Bocas formadas por tres ríos, el Salado, el Coronda, el Santa Fe y un arroyo, el Negro.
Santa Fe, hacia 1905. Plazoleta del Puerto, actual Plaza Cristóbal Colón. En sus jardines puede observarse la pirámide conmemorativa del Descubrimiento de América, la que hoy se encuentra en Plaza España. A la derecha, en la calle Rivadavia, desde La Rioja a Salta, el edificio de la empresa naviera de Carlos Sarsotti.
Los barcos ingresaban a esa cancha del puerto de Santa Fe por tres vías:
1) Las barcazas con mercadería, muchas veces sirgadas, navegaban por el Riacho Santa Fe desde el puerto de Colastiné donde se abastecían de buques de gran calado. Estas pequeñas embarcaciones anclaban en el puerto de cabotaje en pleno casco urbano, entre las plazas Alberdi y Colón (el palomar), llegando hasta donde aún está la aduana, entre las calles La Rioja y Rivadavia.
2) Los navíos de pasajeros acostumbraban arribar por el sur de la ciudad, aguas abajo del Río Santa Fe. Llegaban desde las dos ciudades importantes de la provincia, Coronda y Rosario (Pago de los Arroyos), escala obligatoria para quienes venían de Buenos Aires. A menudo transportaban inmigrantes recién venidos al país. Otros, de mayor lujo, a familias acaudaladas, empresarios y gobernantes nacionales. La historia registra el arribo por esta vía de los presidentes Sarmiento, Avellaneda y Roca. No llegaban a desembarcar en el puerto de cabotaje, ya que este era netamente comercial y por ende no siempre limpio. Lo hacían antes de ingresar a la región céntrica, en el muelle de pasajeros ubicado en la zona que se extendía desde donde hoy se encuentra el edificio del correo hasta el de Vialidad Nacional.
Barco de pasajeros Zaracla, de la empresa naviera de Carlos Sarsotti. La foto es en ocasión de un almuerzo del personal e invitados especiales. Fines del siglo XIX, riacho Santa Fe, inmediaciones del Varadero Sarsotti.
3) La tercera vía de acceso a la zona portuaria de la ciudad, quizás la más olvidada de todas, si se quiere, colectora de la anterior, era la que se utilizaba navegando el Arroyo Negro. Habilitado solo en tiempos de crecientes. Este arroyo, por aquellos años caudaloso, originalmente unía al Río Colastiné, al sur del puerto de aguas profundas, con la antes mencionada Cuatro Bocas, hoy zona de los cuarteles perteneciente a la ciudad de Santo Tomé. Esta cancha grande, donde finalizan el riacho Santa Fe y el río Salado -luego de un recorrido de más de 2.000 Kilómetros-, y donde nace el río Coronda, era altamente transitada.
Además de las embarcaciones que llegaban por el Arroyo Negro desde la zona del puerto de Colastiné, y las de pasajeros que arriban desde el sur de la provincia y el Puerto de Buenos Aires, desfilaban a diario pequeñas embarcaciones de carga de cereales desde los pequeños puertos de Coronda y Santo Tomé.
Lavanderas en el riacho Santa Fe en el año 1898. Costa sureste de la ciudad, en la barranca se ve el ala este del Convento de San Francisco, hoy Avenida de Circunvalación. Zona aledaña al puerto de cabotaje. Archivo General de la Nación.
Los astilleros
Los cientos de barcos que navegaban la región, a vela y con cascos de madera, luego a vapor y con cascos metálicos, se dañaban y envejecían. Necesitaban ser reparados. En nuestra zona había tres varaderos. Tres astilleros, los de Palacios, Muller y Sarsotti. De todos ellos, hubo uno que sobrevivió hasta mediados de siglo XX, el Varadero Sarsotti. Con este último profundizo; convencido que su historia va en paralelo con la historia general que hoy intento rescatar.
Allá por el año 1882, un joven empresario uruguayo de familia italiana compró los terrenos al sur del Río Santa Fe, cercanos a la confluencia de las Cuatro Bocas. Eran varias hectáreas linderas al actual Club de Cilsa, donde hoy se levantó un barrio del mismo nombre: Carlos Bartolomé Sarsotti. Don Carlos había obtenido en ese entonces licencia de Agente Marítimo, y pasó a dedicarse exclusivamente al transporte de carga y de pasajeros desde Santa Fe a Uruguay.
El objeto de su adquisición era montar un varadero para atender su flota y luego, incluso, construir nuevo barcos. Un dato digno de destacar, el barco insignia de su flota era una nave a paleta, igual de aquellas que suele verse en las películas surcando el Río Mississippi en Estados Unidos. Ese barco de lujo tenía comodidades exclusivas para los pasajeros, un amplio living vidriado, vajilla de porcelana y hasta un piano de cola.
El puerto de cabotaje de la ciudad en 1903, visto desde el muelle del Ferrocarril Santa Fe. Se observa la pequeña ensenada que se formaba en el ángulo que hoy confoman las calles Rivadavia y Tucumán. En pocos años estas tierras fueron ganadas al río para formar el nuevo puerto de ultramar. Ciclo Fotos Antiguas de la Ciudad de Santa Fe.
En el Varadero llegaron a trabajar más de 200 personas, muchos de ellos inmigrantes italianos, que venían al país con experiencia en astilleros europeos. De hecho, se llegaron a construir más de cuarenta barcos de distintas esloras y capacidades, el más renombrado fue el Sarsotti VI, de 520 toneladas.
Con la expansión de las redes ferroviarias primero y la llegada de la infraestructura automotriz luego, el transporte naval fue perdiendo relevancia, pese a ello el Varadero Sarsotti siguió funcionando hasta mediados del siglo XX. En el gobierno peronista, con la estatización de las navieras terminó de cerrar sus puertas.
El mismo lugar, que desemboca en el sector de Rivadavia y Tucumán, visto en la actualidad.
Don Carlos falleció a los 88 años. Hoy el lugar se encuentra vandalizado. Pero lo peor, la gran mayoría de los santafesinos, que pasan a diario por el lugar, ignoran esta singular historia…, y en general, salvo excepciones. todos ignoran la hermosa historia que a grande rasgos acabo de contar…
(*) Relatos literarios basados en hechos reales.
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