"Estamos viviendo un fenómeno donde la estructura institucional de la democracia está desadaptada de las lógicas de poder"
"La democracia liberal, como la conocemos y como normativamente todos la apreciamos tiene cada vez menos capacidad de funcionar. Y como no tenemos alternativas mejores vivimos en esta crisis medio permanente", dice Juan Pablo Luna, profesor de la Universidad de McGill (Canada) y de la Escuela de Gobierno de la UC en Chile.
"En Chile hay una asociación que se hizo muy rápidamente entre el estallido y esta nueva generación que, con el correr del tiempo, se mostró engañosa".
Las democracias están asediadas hoy por distintas causas: desigualdad, debilidad creciente de los estados, avance de las economías ilegales ¿Como salir de este proceso? se pregunta Juan Pablo Luna, profesor de la Universidad de McGill (Canada) y de la Escuela de Gobierno de la UC en Chile, que escribió "¿Democracia muerta? Chile, Américla Latina y un modelo estallado", un libro donde intenta una explicación de los desafíos que tienen por delante las sociedades para evitar una recesión autoritaria.
- ¿Por qué ganó José Antonio Kast? ¿Las causas del corrimiento hacia la derecha de la sociedad chilena son similares a las de Argentina y Brasil con Bolsonaro? ¿Tiene características propias?
- Estaba previsto el triunfo de Kast y había cierta incertidumbre respecto a otro candidato más asociado a Milei que era Johannes Kaiser, pero en realidad el giro hacia la derecha está más o menos consolidado desde hace tiempo, se empieza a configurar a partir del resultado del primer plebiscito constituyente. Ahí se cristaliza una reacción conservadora que tiene que ver con el estallido de 2019 y empieza a configurarse una agenda muy central de seguridad vinculada al tema migración y un brote xenófobo que esta gente interpreta muy bien. Hay después una rápida desilusión con el gobierno de Boric en el post estallido y en cierto sentido también por el débil de crecimiento económico. Ahí está de alguna forma la base de este crecimiento de Kast.
-Los estallidos de 2011 y los de 2019 tuvieron el protagonismo de los estudiantes y el reclamo, sobre todo en el segundo estallido, que era algo que llamaban la desigualdad de trato. ¿Cuál es tu visión sobre el tema?
-Hay una asociación que se hizo muy rápidamente entre el estallido y esta nueva generación que, con el correr del tiempo, se mostró engañosa. La generación de los jóvenes estudiantes es más bien de clase media alta, de élites, hijos de la Concertación, que politizaron muy efectivamente el descontento que se había empezado a acumular con la clase política tradicional producto de los impactos de distintos escándalos de corrupción, y que se manifiesta en el caso de la educación con las deudas educativas. Jóvenes que habían apostado a la educación universitaria, que habían tomado créditos y que luego se encuentran con que los trabajos a los que acceden no logran repagar los créditos que tomaron. Pero esa generación y ese movimiento no logra interpretar bien a los sectores populares, no tiene mucha conexión con ellos. Se colocaron como intérprete del descontento de los sectores populares, pero luego desde el gobierno no lograron satisfacer esa demanda y reprodujeron el descontento. Quien salió tercero tanto en la elección de 2021 como en la de este año es Franco Parisi, que sintoniza mejor con ese sustrato de descontento de los sectores populares y medios no universitarios que esta generación de estudiantes universitarios, votada por sectores tradicionales de la izquierda que hoy tiene entre 35 y 45 años. Los jóvenes, y ahí hay cierta relación con lo que pasa en Argentina, votaron más bien a la derecha o al Partido de la Gente, de Parisi con mucha más fuerza de lo que votaron el oficialismo.
"Los jóvenes no ven futuro en la educación. Tienen aspiraciones de consumo rápido y suntuoso, el único marcador de estatus es tu capacidad de consumo".
- ¿Hay alguna chance de que Kast de que pierda en el balotaje y no se convierta en el próximo presidente de Chile?
-Necesitas un evento extraordinario, un Atocha. Kast no es bueno haciendo campaña, es muy rígido, le cuestan mucho los debates. Tiene que mandarse muchas macanas y del otro lado se tiene que hacer todo muy bien como para evitar que gane. Hoy es prácticamente imposible para la coalición oficialista dar vuelta a la elección.
- ¿Cómo te imaginas el vínculo de Argentina con Kast presidente de Chile?
- Hay vínculos orgánicos, quien iba a ser ministro de Economía de Kast en la elección pasada es el actual viceministro de Economía en Argentina (José Luis Daza). Algo que no se discute en Chile y que uno no entiende mucho es la participación de Kast en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) de la cual participan Milei y Trump. En Chile se argumenta que Kast es un político más bien tradicional, que viene de la UDI, que es un partido de derecha tradicional y por lo tanto que es un poco más sistémico que Milei. Ha hecho un proceso de moderación en estos últimos años y su estilo de campaña es muy diferente al de Milei, que no funcionaría en Chile, por lo menos en un contexto como el actual. Pero en términos ideológicos y de agenda programática creo que hay afinidades relevantes entre ambos gobiernos.
- En el libro "¿Democracia muerta? Chile, América Latina y un modelo estallado" planteas una serie de problemas que hoy tienen las democracias, que consideras estructurales más que institucionales y que están más allá de la capacidad de solucionarlas. ¿Cuáles son estas cuestiones que la ponen en jaque y por qué la dirigencia tradicional no la puede enfrentar con éxito?
-Lo que me importa enfatizar más es la debilidad y la perforación de la capacidad estatal, que siempre ha sido débil en América Latina porque ha tenido capacidades desparejas de llegar al territorio y han estado dominadas por lógicas más bien patrimonialistas de gestión, clientelismo, corrupción. Lo que estamos viendo en América Latina, y no solo en América Latina, es que el Estado se enfrenta con competidores que ofrecen a la gente alternativas de salida de lo público o de lo estatal como los mercados ilegales, las plataformas tecnológicas y las actividades económicas informales que empiezan a proveer sustitutos funcionales a los que antes podía generar el mercado legal y la institucionalidad estatal. En sociedades muy desiguales como las nuestras, los sectores medios y altos hace tiempo que se salieron de las prestaciones estatales como la educación, la salud y la seguridad, las privatizaron; mientras que los sectores populares que estaban tradicionalmente anclados a la política estatal hoy tienen opciones de salida, o no les queda otra que la salida ante la crisis estatal. Y es imposible pensar en la democracia liberal en ausencia de niveles mínimos de soberanía estatal y de monopolio sobre el poder, la coerción y la regulación de la actividad económica. Ese deterioro del Estado, más desde abajo, me parece un desafío sumamente relevante para la política democrática. Pensamos en la motosierra de Milei, en Elon Musk, gente que estructura proyectos para desmantelar el Estado desde arriba, pero creo que eso viene después de un tiempo largo en el cual nuestras sociedades han empezado a buscar salidas del Estado desde abajo también.
- Se perdieron las capacidades estatales para ofrecer una mejor vida. Cuando era chico el estudio te daba la posibilidad de progreso, de ascenso social y eso hoy o es así. Además, las economías, al menos en esta parte del mundo, tampoco generan posibilidades, incluso para los que están bien formados.
-Ese es un problema central. Hay una novela de Sacheri, El funcionamiento general del mundo, que en un pasaje dice que, en su barrio, que era un barrio popular, la escuela era un imán porque básicamente lo que hacía era estructurarte un futuro posible a través de la educación. Estoy haciendo entrevistas en colegios en Uruguay y Chile y lo que veo, que vemos todos, es que los jóvenes no ven futuro en la educación. Tienen aspiraciones de consumo rápido y suntuoso, el único marcador de estatus es tu capacidad de consumo. Y las actividades que prometen acceso a ese consumo aspiracional tienen más que ver con hacerte youtuber, modelo de OnlyFans o narcotraficante. Muchos jóvenes te dicen que no quieren vivir una vida larga como la de sus padres o abuelos, que han trabajado toda una vida como burros y no se puede jubilar, que prefieren tener una vida corta pero bien vivida y empiezan a generar este tipo de apuestas. Estoy escribiendo una nota que empieza con el caso de Matias Osorio, el joven que participó del triple asesinato en La Matanza, que era enfermero del hospital italiano, que en algún momento toma un curso de criptomonedas y empieza a invertir la plata, cae con lo de Libra y termina siendo el contador y lavador del pequeño Jota. Ahí tenés un ejemplo de un joven que incluso hace la apuesta a la educación, se inserta laboralmente y luego ante la frustración de lo que le produce esa trayectoria se mete en esta deriva.
-Hacías referencia a la mala performance de la economía chilena y su influencia en el triunfo de José Antonio Kast, pero también pasa lo mismo en Argentina y Uruguay. En los tres países la economía genera muy poco, donde ya es complicado para los que tienen algo.
-Lo que tenemos son mercados laborales crecientemente dualizados, donde muy poca gente logra muy buenos empleos y después quedan changas, trabajos más bien precarios. Se ha vaciado, de alguna manera, el típico trabajo de clase media tradicional en este tipo de sociedades. Y esa dualización de los mercados laborales promete ser mayor con toda la disrupción tecnológica que estamos viviendo.
-Hay un concepto que usas varias veces en el libro que tiene que ver con la distancia entre aspiraciones y capacidades de satisfacerlas, ver en las redes sociales la vida a la que uno aspira y la imposibilidad de cumplirlo. ¿Eso genera un malestar importante?
- ¿No tiene también que ver con el trato, con el conocimiento que tienen de la gente que vive en barrio?
-Creo que ahí está una de las claves para entender lo que sucede. Y lo ves también en otras manifestaciones. Hoy hay niveles brutales de adicción a las apuestas online en los jóvenes, sistemas de crédito informales que avanzan en parte como forma de financiar esas adicciones al juego. No es solo el consumo aspiracional o la pretensión de este consumo, en estas sociedades es el único marcador de estatus hoy es lo que podés comprar. También el acortamiento de los tiempos y de los horizontes para ese consumo. Antes vos querías algo, trabajabas y ahorrabas para eventualmente poder llegar a eso. Hoy no solo aspirás a cosas, también los plazos para realizar esa aspiración se han acortado brutalmente. No tenés cómo satisfacer esa aspiración. No hay bases materiales para eso. Si lo pensamos en términos incluso más generales, no hay bases ecológicas para sostener el nivel de consumo que hoy la humanidad y los jóvenes aspiran.
- ¿Por qué las economías ilegales tienen eficacia, el narcotráfico, por ejemplo, y el Estado no?
-Hay un mecanismo más duro que tiene que ver con la capacidad de control territorial, como es el caso de las bandas de microtráfico. Pero básicamente es por la generación de recursos. Muchas veces, desde los sectores integrados y más alejados de estas realidades, se dice que esta gente llena vacíos que deja el Estado. Todos sabemos que el Estado está, el problema es que no está logrando competir por la cabeza y los bolsillos de la gente.
- Es de trato, de relación, de eficiencia en solucionar problemas de convivencia en la comunidad, controversias entre vecinos, intervenir en casos de violencia familiar. Y está en el territorio. Parte de lo que le ha pasado a la política y al Estado es que se ha ido, salvo en la faceta represiva, donde sigue estando muy presente. Los políticos hoy apuestan a movilizar por aire más que por tierra, por redes sociales, mensajes comunicacionales. Pasa también con la Iglesia evangélica, que tiene una casita en cada cuadra y le ha comido la feligresía a buena parte de la Iglesia católica. Y lo hace también prestando servicios que son apreciados por la comunidad. Pero son mediadores y tienen una capacidad de relacionamiento con la gente que hoy el Estado no tiene. También el tema de las ayudas sociales. Hay mucha gente que ha salido del mercado formal de préstamos, que es ineligible para uno formal. Y ahí están los préstamos que estructuran las bandas. En el caso de Rosario está la modalidad del casinito, una mezcla de ayuda social, con apuestas y créditos. Mientras la política se aleja y a su vez empieza a entramparse en esta lógica de escándalos, corrupción, desgaste, el narco o el crimen organizado o las bandas o los evangélicos están ahí, gestionando problemas y construyendo legitimidad.
- ¿Pueden recuperar los Estados las capacidades que perdieron? ¿Qué tiene que pasar para que eso ocurra?
-Está cuesta arriba. Se necesitan dos cosas. Por un lado, recursos, que hoy son muy escasos porque el modelo económico está medio roto. Y por otro lado estar en el territorio solucionando problemas, construyendo relaciones con la gente. Y eso hoy nuestros Estados no lo están pudiendo hacer. Muchos estados en América Latina nunca lo hicieron. El argentino y el uruguayo lo lograron hacer durante varias décadas, pero hoy están desbordados en su capacidad de volver a constituirse en mediadores. Hoy hay una crisis de partidos políticos en todo el mundo. Los partidos de masas sobre los cuales se estructuraba el juego democrático, liberal, clásico, se construyeron y funcionaron de la mano del Estado, de la gestión de soluciones por parte del Estado. Esos Estados hoy están perforados, fuertemente debilitados e incluso impugnados, como es el caso de Milei. ¿Por qué tracciona esta narrativa de la casta y el Estado? Porque nuestros Estados durante varias décadas frustraron expectativas de la gente y no lograron constituirse en la solución. Siempre vuelvo al discurso de Alfonsín de que con la democracia se come, se cura y se educa. En 40 años de democracia los estados que no pudieron realizar esa promesa. En parte la impugnación de la casta y el discurso antiestatal tiene que ver con eso.
-Planteás una inquietud severa sobre el futuro de la democracia. ¿Cómo preservarla en una sociedad que además está muy desordenada, carece de representaciones y mediaciones, invertebrada la llamás en el libro?
-No sabemos. Hay dos problemas que solucionar. Uno espacial, jurisdiccional, mucho de lo que pasa hoy en nuestras sociedades tiene que ver con cuestiones que deciden cinco o seis magnates tecnológicos a los que no se le pueden imponer condiciones. Europa trató y sufrió la retaliación por parte de esas compañías que la dejaron fuera de juego. También hay sociedades que territorialmente se han vuelto muy heterogéneas, donde hay guetos de clases bajas y guetos de clases altas. La villa y el country. Es muy difícil que un sistema político represente efectivamente esa diversidad y logre armonizarla. ¿Qué pasa con lo público en un contexto donde todo el mundo se está fugando de lo público? Hay gente como Peter Thiel, ideólogo de esta derecha libertaria, que quiere armar islas entre iguales. ¿Cómo administrar esos niveles de desigualdad con un régimen político que está basado en la igualdad política? Y después hay temas de temporalidad. Buena parte de los problemas hoy requieren de soluciones que van a necesitar mucho tiempo para eventualmente rendir fruto y una política que funciona al minuto. Tenemos un sistema institucional armado que elige representantes cada 4 o 5 años y que el día después de ser electos pierden legitimidad y poder. Estamos viviendo un fenómeno que tiene que ver con cómo la estructura institucional de la democracia está desadaptada de cómo funcionan las lógicas de poder. Creo que la solución a los problemas de la democracia hoy pasa en parte por estructuras de gobernanza multinivel que de alguna forma articulen y logren acompasar y armonizar realidades locales, nacionales y supranacionales, y capacidad de regulación a esos distintos niveles. Cómo articular eso hoy es una utopía, sobre todo en un mundo que está en el contexto de una transición hegemónica con Estados Unidos declinando y China ascendiendo y donde la fragmentación y los conflictos se están multiplicando. Yo creo que la democracia liberal, como la conocemos y como normativamente todos la apreciamos tiene cada vez menos capacidad de funcionar. Y como no tenemos alternativas mejores, vivimos en esta crisis medio permanente y eventualmente con riesgo de recesión autoritaria como lo estamos viendo en buena parte del mundo. La única alternativa que conocemos es peor que la democracia. Y esa alternativa está avanzando en buena parte de todas las regiones.