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Su sueño se cumplió pero la vida se le terminó en ejercicio de aquella función soñada. Es el único, en 111 años de vida del club, que murió siendo el máximo dirigente tatengue. Fue uno de los fundadores de Cilsa en 1966.
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Para muchos un visionario; para otros, un avezado. Es delgada la línea, pero imprescindible para trascender. Juan Leonardo Vega vio lo que muchos no vieron; pero además, tuvo la virtud de arriesgarse a veces contra viento y marea —y ante la mirada de reojo y casi pesimista de quienes lo seguían— para convertirse así en un verdadero triunfador.
Apenas pudo completar sus estudios primarios; todo lo demás se lo enseñaron su intuición, su capacidad enorme para sobreponerse a las tremendas adversidades que afrontó en la vida desde niño y, claramente, la “universidad de la calle”.
Unión y Cilsa, Cilsa y Unión, fueron sus grandes pasiones. Que cada uno lo ubique de acuerdo a cómo creyó que era su orden de prioridades, si es que para él existía esa escala de importancia. A Cilsa lo fundó, allá por 1966 y la convirtió en una ONG vigorosa, que creció de manera superlativa con un objetivo deportivo al principio y con otro mucho más ambicioso después: servir a la comunidad y brindar esa ayuda esencial que las personas con discapacidad no tenían.
Porque, en realidad, ellos —los pioneros de Cilsa— fueron los primeros en padecerlo en carne propia. Y a partir de esa experiencia personal, montaron una estructura que, con el paso del tiempo, se hizo grande, nacional y hasta internacional, con una enorme aceptación en la gente, confiada en que ese mínimo aporte servía para que alguien sufriera menos.
Su otro gran sueño fue Unión. Desde la década del 70 fue teniendo distintas participaciones. En los 80 y principios de los 90, quiso poner al club en lo más alto de la consideración a través de ese deporte que amaba: el básquetbol.
Después, acudió en ayuda del club cuando más lo necesitó y se convirtió en vicepresidente de Angel Malvicino y uno de los principales referentes dirigenciales en el inolvidable ascenso de 1996. Demoró en volver, pero se fue preparando para cumplir su gran sueño: el de ser presidente.
Mientras tanto, creó una de las radios de mayor popularidad en Santa Fe e incursionó en varios emprendimientos, siempre mirando hacia adelante y con esa fe inquebrantable. Hasta que el 20 de mayo de 2007, la masa societaria de Unión le dio el respaldo para convertirse en el máximo dirigente. En ese momento, sólo había 3.000 socios en condiciones de votar y se puso como meta algo que parecía imposible: llegar a los 15.000. Y lo logró en poco tiempo.
Tan poco como fue el que su salud le permitió, pues al año y medio de gestión, una enfermedad terminal lo llevó a la eternidad, convirtiéndolo en el primer presidente en la historia del club que fallece en uso de su mandato presidencial.
Sus hijos, Facundo y Lucía, eran sus grandes amores (su familia fue desvinculada hace un tiempo de Cilsa); fiel a sus amigos, hábil, inteligente con esos dones que le dio la calle y el conocimiento de la gente. Se sentaba a la mesa de gente común con el mismo ahínco que lo hacía a la mesa de políticos, empresarios o pensadores, a quiénes cautivaba. Así fue hasta el último de sus días. Toda esa fuerza arrolladora se le fue casi de inmediato, su cuerpo dijo basta y dejó ese recuerdo inolvidable y que trasciende.
Se cumplen diez años de la muerte física de Juan Leonardo Vega. Su obra, su legado, sus anécdotas, sus vivencias y el recuerdo, permanecerá inalterable y vivo por siempre.