
El equipo mostró orden y se animó en el segundo tiempo, cuando jugó con uno menos, pero volvió a mostrar falta de juego, de sorpresa y ni hablar de la tibieza ofensiva, un mal de todo el semestre. Interesante apoyo de los hinchas tatengues en el Mineirao, a pesar de que no se jugaba por nada.

Era el partido por el honor, para no quedar último, pero también eran 90 minutos más que tenía Madelón para sacar conclusiones para el futuro preocupante que se avecina para el segundo semestre, teniendo en cuenta las flaquezas de esta primera parte del año. Cruzeiro no pudo ni supo aprovechar la ventaja que tuvo de jugar con uno más durante más de la mitad del partido, por la expulsión de Fascendini. Y Unión, en algunos pasajes superado futbolísticamente, tuvo la virtud del orden y de jugar mejor con uno menos, en el segundo tiempo, que con 11.

Desde que Blas Romero pitó por primera vez, todo fue de Cruzeiro. Adelantado en el campo de juego, el local asumió la iniciativa y obligó a Unión a replegarse en su propio terreno. Con perfiles cambiados, Del Blanco se recostó por la derecha y Fragapane por izquierda. Mauro Pittón y Ham se pararon por el medio y delante de ellos, trató de flotar Verde en una posición intermedio para escaparle al doble cinco que puso Jardim, con Alves y Walace.
Recién pasado el cuarto de hora, Unión se animó tibiamente a amigarse con la pelota, aunque más no sea en una esporádica jugada que terminó con un centro de Vargas que encontró la cabeza de Gamba adentro del área, pero sin dirección. Con mejor técnica y posesión de pelota, Cruzeiro tenía la iniciativa. Y Unión, ante esto, lo contrarrestaba con orden y pocas chances de progreso en la cancha.
La monotonía se empezó a apoderar de todos: de los jugadores y del partido. Unión empezó a manejar un poco más la pelota, pero ninguno encontró profundidad. Se convirtió, de tal forma, en un partido sin arcos. Leo de Aragao, el arquero de Cruzeiro y Tagliamonte, el de Unión, se convirtieron en espectadores de un encuentro carente de peligro para ellos.

Hasta que a los 40 minutos se produjo una situación que podía modificar el trámite. Justo en el pasaje en el que no pasaba absolutamente nada, Fascendini –hasta allí de buen partido- se tiró con los pies en plancha contra un rival y el árbitro le mostró la roja a instancias del VAR. Pasó Corvalán a la zaga, se corrió del Blanco a la posición de “3” y debió tirarse Verde por derecha. El equipo quedó con un 4-4-1 sobre el cierre de una primera etapa en la que mostró un mejor aspecto Cruzeiro, aunque sin agresividad ni creando situaciones de zozobra para la defensa rojiblanca.
A veces, en el fútbol, una circunstancia especial inclina o condiciona un partido. No pasaba nada en ese momento en el que la acción temeraria de Fascendini dejó a Unión con un jugador menos. Madelón miró al banco, amagó con el ingreso de Ludueña pero lo detuvo porque faltaba poco para el final de la etapa y no quería gastar una variante.
Cuando volvieron del descanso, Mauricio Martínez entró en reemplazo de Verde. En defensa no hubo cambios respecto del movimiento que hizo Madelón sobre el cierre de la primera parte. Modificó la estructura del medio, porque Mauricio Martínez fue de doble cinco al lado de Mauro, para tratar de tener un poco más la pelota, corriéndose Ham a la derecha, siempre con Gamba como único punta neto, lejos del arco y también lejos del resto de sus compañeros.

¿A qué jugó Unión?, a tirarle pelotazos a Gamba, aún a sabiendas de que iba a ser muy difícil que le pueda ganar a los defensores de Cruzeiro, primero por una cuestión de soledad a inferioridad numérica, y después por una cuestión también física y natural de velocidad.
El partido se convirtió casi en un monólogo de Cruzeiro, encontrando como respuesta el orden defensivo de un Unión replegado y sin apuros. Sin embargo, la jugada más clara hasta ese momento (iba poco más de un cuarto de hora del segundo tiempo), fue un centro de Del Blanco que Mauricio Martínez no pudo conectar. Y esa jugada hizo que Unión empiece a animarse, tornándose más agresivo con 10 que con 11.
Y allí vino lo mejor de Unión, jugando con inteligencia y al ritmo de un Mauricio Martínez que le dio manejo y confianza al equipo en la mitad de la cancha. Por izquierda, con la subida de Del Blanco, el equipo empezó a encontrar espacios y posibilidades. Faltaba profundidad, es cierto, pero Unión se las ingeniaba para que, con uno menos, el partido se torne mucho más parejo.
Madelón estiró el segundo cambio hasta faltando 12 minutos para el final. Incluyó a Julián Palacios en reemplazo de Franco Fragapane, que ya físicamente no tenía resto para acompañar en ataque y tampoco para darle una mano a Del Blanco en el terreno defensivo que Unión cuidaba con mucha solidez.

Unión se animó en el final, pero no tuvo precisión para definir, algo que fue moneda corriente en todo el semestre. Los cambios no le dieron resultado a Jardim. Y Madelón lo manejó con prudencia, reordenando al equipo luego de la salida de Fascendini y jugando un segundo tiempo interesante, animándose en ese final del partido al colocar a Colazo por un incansable Gamba, que se las ingenió para jugar solo y picando continuamente.
Unión terminó siendo más peligroso que Cruzeiro, pero se quedó en eso, en amagues e insinuaciones sin concreciones, como le pasó en muchos partidos de un semestre para el olvido. El 0 a 0 fue la consecuencia de dos equipos tibios ofensivamente. El mérito de Unión fue el de esmerarse para disimular el hombre de menos. Y lo hizo bien. O por lo menos mejor que en el primer tiempo, cuando fueron 11 contra 11.
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