Una fascinante navegación entre yacarés por la selva en galería del río Menelli
Para acceder a este curso de agua hay que navegar por el Paraná desde Puerto Piracuacito. En esa zona funcionó durante la primera mitad del siglo pasado uno de los puertos de La Forestal. Hoy es un ambiente protegido a donde también se disfruta la pesca deportiva.
El viaje por Jaaukanigás continúa. La comitiva deja atrás el Jardín Florido, en la localidad de Florencia, para viajar un par de horas hasta Puerto Piracuacito. Allí espera a los visitantes el majestuoso río Paraná, que en esa zona de su extenso curso está lleno de yacarés negros, los que disfrutan del sol tibio del mediodía sobre las orillas de arenas claras y limpias. También esperan los cabañeros que agasajarán a la comitiva con unos sabrosos pescados cocidos a la parrilla, en fritanga de postas y empanadas de surubí. Una fiesta en el paladar.
Para arribar a Puerto Piracuacito, que en guaraní significa cueva de pez chiquito, hay que viajar por el monte desde la localidad de El Rabón, sobre uno de los cuatro viejos albardones por donde pasaba el tren y las rutas hacia el río y los puertos en la época de La Forestal. También hay que cruzar varios puentes de madera sobre bañados y cursos de agua llenos de irupé, a donde habitan los ciervos de los pantanos, única población amenazada que sobrevive en Santa Fe. Es el valle de inundación del Paraná. “La Forestal sacaba su producción hacia el Paraná y estos cuatro caminos son hoy los únicos ingresos al lugar”, cuenta apasionado Román Murzyla, que maneja la 4x4 del equipo de Aves Argentinas, es el ex director de Turismo de Villa Ocampo y tiene un complejo de cabañas en la zona. Estos caminos están en Florencia, El Rabón, Las Toscas y Villa Ocampo. Por allí se fue el tanino, llevándose también la fugaz prosperidad que tuvo el lugar, que ahora busca reconvertirse a través del turismo en la naturaleza.
Fotorreportaje en Jaaukanigás. Pablo Rodas.
Además de los cabañeros, en Piracuacito viven algunos pescadores que levantaron sus ranchos de paja y adobe, muchos de ellos en palafitos. Es un caserío. “Acá nos corre el agua”, explica don Alcides Sacarías, mientras teje una malla de pesca sobre un claro del monte. “A veces aguantamos la crecida pero cuando sube mucho hay que irse”, advierte. “Después siempre volvemos”. Las plantas de pomelos y otros frutos muy sabrosos están al cuidado de Pilar Balmaceda, quien también cuece los pescados que trae su compañero del río. “Ahora que el río está bajo sale poco pescado”, dice preocupada por la bajante histórica del Paraná, que lleva media década.
“Vivimos del pescado y de cuidar las lanchas”, dice Isalina Añasco, dueña orgullosa de un precioso vivero de plantas naturales del lugar, a donde pasea un puñado de pollitos sobre la tierra reseca, junto a su rancho lacustre de picana y sauce, sin luz artificial. “Hay mandioca, batata, de todo… nosotros sembramos”, cuenta.
-¿Cómo los trata el río?
-Y.. cuando hay creciente nomá’ nos trata mal. Ahí no’ llevamo’ toda’ la’ cosa’ y no’ vamo’ afuera. Lo que podemo’ levanta’ lo levantamo’ y lo demá’ lo ‘lievamo’-dice, con el acento del lugar-. Pero nos gusta estar acá.
Fotorreportaje en Jaaukanigás. Pablo Rodas.
Más tarde la gentil anfitriona de cuerpo rudo y grandote que habita un paraíso natural a orillas del Paraná confesará que no sabe nadar. “Varias vece’ me tuvieron que sacar”, se ríe.
Fotorreportaje en Jaaukanigás. Pablo Rodas.
Con el paso del tiempo, el antiguo puerto y su poblado fue erosionado por el río. Ya no quedan rastros más que lo que la gente del lugar cuenta. Hoy se ven allí las casas de pescadores artesanales y las Cabañas Don Arturo.
Almuerzo de pescados frescos a la sobra de un sauce sobre el piso de tierra, en Puerto Piracuacito.
Tras el almuerzo, la comitiva se embarca en un gran tracker tirado por un motor de 115 caballos de fuerza y equipado con asientos para 14 pasajeros a bordo.
Almuerzo de pescados frescos a la sobra de un sauce sobre el piso de tierra, en Puerto Piracuacito.
El timonel es Gustavo Zamar, al frente de un emprendimiento familiar con cabañas y servicios turísticos en la zona. Es un apasionado de su terruño, conocedor de la zona y generoso con la visita. Lo que viene es el denominado Jaauka Tour. Suena atractivo.
Fotorreportaje en Jaaukanigás. Pablo Rodas.
La lancha suelta amarras sobre el Paraná para navegar aguas abajo hacia la boca del Menelli -que desembocará luego en el Paranacito-, un río secundario a través del cual se accede a las selvas en galería con monos carayá, tucanes y gran cantidad de aves. Ambientes casi inaccesibles muy bien conservados con exuberante vegetación de árboles como el timbó, el ibirá-pitá, el ambaí, el ingá, el sangre de drago; arbustos, plantas epífitas, lianas, enredaderas y plantas acuáticas como el irupé.
Fotorreportaje en Jaaukanigás. Pablo Rodas.
Selva en galería
Antes de ingresar al Menelli se ven decenas de yacarés negros al sol sobre los inmensos bancos de arena del Paraná y sus orillas.
Fotorreportaje en Jaaukanigás. Pablo Rodas.
Al escuchar el rumor de la lancha se sumergen y desaparecen. Entonces asoma al oeste la boca Menelli y la lancha lo penetra. Desaparece el sol radiante y el “techo” se torna verde por la copa de los árboles que caen en galería sobre el río.
El curso de agua que corre vertiginosa es angosto. Se escuchan los carayá y se los ve saltar de rama en rama.
Fotorreportaje en Jaaukanigás. Pablo Rodas.
Entre las 45 especies de anfibios que habitan este ambiente se destaca la única rana fluorescente descubierta hasta el momento en todo el mundo, la Hypsiboas punctatus. “Es el primer anfibio descubierto que puede aumentar su brillo naturalmente”, cuenta el guía Ignacio “Nacho” Gebala Elías.
Fotorreportaje en Jaaukanigás. Pablo Rodas.
El paseo deparará dos sorpresas. La primera es una camada de unas 30 crías de yacarés que nacieron en estos días y descansan camuflados con la greda de la orilla.
Fotorreportaje en Jaaukanigás. Pablo Rodas.
“No es habitual encontrarlos y poder apreciarlos de tan cerca”, dice Nacho. La segunda sorpresa es el hallazgo de ¿monos? “¡No!, no son monos”, corrije asombrado Giraudo al observar con mayor detenimiento. “¡Son coatíes!”.
Fotorreportaje en Jaaukanigás. Pablo Rodas.
La emoción se explica porque es la primera vez que se los ve en el lugar. Un nuevo registro.
Fotorreportaje en Jaaukanigás. Pablo Rodas.
El río corre, la lancha avanza. Antes de desembocar en el Birá Pitá, se ven en una curva del Menelli restos de otra época. Es que por su estado natural y preservación la zona tiene también un valor paleontológico de nuestro pasado geológico.
En todo Jaaukanigás hubo numerosos hallazgos fósiles de la megafauna de la época geológica del Plio-Pleistoceno, como megaterios, gliptodontes, estegomastodontes, toxodontes. Las huellas blanquecinas y grises del pasado asoman ahora ante los ojos de los visitantes sobre las capas de la tierra en la barranca, para el asombro de algunos.
Fotorreportaje en Jaaukanigás. Pablo Rodas.
Noche adentro
Atrás queda Isalina, atrás quedan también Pilar y Alcides. Los lugareños. La proa de la lancha corta el agua marrón y avanza en el fresco del atardecer por el Pato Cua y más tarde por el Virá Pitá. Sobre las orillas asoman infinidad de yacarés negros que se sumergen al paso de la lancha.
Fotorreportaje en Jaaukanigás. Pablo Rodas.
También asoma su silueta sobre la margen derecha de la lancha un gigante. Se trata de un barco de gran porte que fue "abandonado" en el medio del Paraná, a medio construir, y terminó allí. Los lugareños dicen que es un misterio. Lo cierto es que el buque se recuesta sobre la barranca y llama la atención a su paso.
Fotorreportaje en Jaaukanigás. Pablo Rodas.
El destino ahora es el Portal del Humedal, un complejo de cabañas conformado por una cooperativa en Villa Ocampo, junto a la reserva El Pindó. Allí esperan a la comitiva para hacer noche un chivito y un cordero a la estaca. Habrá fogón, guitarreada y la dulce voz del lugar, la de Daniela Massaro, que va a interpretar sus canciones, muchas de ellas sentidos homenajes a los antiguos jornaleros de La Forestal, retratos de pescadores y lugareños. “Ya terminó la zafra, los campos están vacíos, el obrero se va triste y tan pobre como vino, quemado olor en el vino por tanta vida estropeada, de pasar todo el invierno peleando y peleando sueños...”.
Fotorreportaje en Jaaukanigás. Pablo Rodas.
Es que Jaaukanigás es también un rescate de la historia, porque se trata de un pueblo originario con saberes ancestrales “que se intentó exterminar mediante un etnocidio a lo largo de la historia por parte del orden colonial español y luego con la formación del Estado Nacional monocultural, con el modelo extractivista agroexportador, a través de campañas militares como la campaña del desierto verde y compañías extranjeras que se fueron adueñaron de gran parte del territorio, como el caso de La Forestal”, detalla Nacho, el guía, en la charla de sobremesa antes del merecido descanso.
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