La casa tenía ya unos 40 años cuando el flamante club la inauguró como su sede primera, el 1° de mayo de 1853. La estimación aproximada se debe a que se ha perdido el registro preciso de la construcción, pero hay constancia documental de la compra del terreno en un remate público realizado en 1812, con el compromiso, por parte del protomédico Manuel Rodríguez Sarmiento -su adquirente-, de construir allí con rapidez.
Origen de la residencia
En consecuencia, se toman como referencia edilicia los años 1813/14. Sabemos que, en 1819, luego de su casamiento, María Josefa Rodríguez del Fresno y el brigadier general Estanislao López, instalaron allí su casa familiar, luego de que Manuel Rodríguez, padre de Josefa, la subdividiera.
El plano de la ciudad levantado en 1824 por Marcos Sastre, impreciso pero útil como testimonio de época, muestra en la esquina de las actuales calles Gral. López y 9 de Julio, un gran cuadrado construido, en el que resulta indiferenciable la división de la propiedad. Sin embargo, durante la última gran intervención en la casa llamada "del Brigadier", quedaron a la vista en la medianera este del patio trasero arcos de comunicación con la casa del protomédico, adquirente de esa porción de terreno que, desde aproximadamente 1670, había pertenecido a la orden de los mercedarios.
Allí, replicando el lugar que tuvieran en Santa Fe la Vieja, los seguidores de San Pedro Nolasco, su fundador, habían levantado su complejo religioso, que incluía la iglesia, el convento, la huerta y la ranchería de los esclavos, sector, este último, que ocupaba el fondo del terreno, y fue el adquirido por Rodríguez. Más aún, la histórica casa conserva en su línea de fondo, que la separa de las propiedades colindantes, una significativa porción de un muro de tapia del siglo XVII, reliquia constructiva que ha sido felizmente preservada.
No era, por lo tanto, un terreno cualquiera, un baldío más de los muchos que había en cercanías de la Plaza Mayor a comienzos del siglo XIX, sino una parte del complejo mercedario, abandonado en 1794 para tomar posesión de la casa e iglesia de los jesuitas expulsos; un solar cargado de historia, pero degradado por la falta de mantenimiento. Por lo tanto, Rodríguez levantó su casa o casas en un predio urbano con más de 180 años de ocupación, y unos 355 años si la cuenta temporal se actualiza hasta nuestros días.
Plano esquemático de la ciudad levantado en 1771 por José Arias Troncoso
El Club del Orden nacía al calor del Congreso General Constituyente que sesionaba en Santa Fe para establecer las bases del Estado moderno, republicano y federal, cuarenta años después del primer y frustrado intento (Asamblea General Constituyente de 1813), ahora, bajo la fórmula positivista de "orden y progreso", expresada por el filósofo francés Augusto Comte (1798 – 1857), iniciador, a la vez, de la sociología moderna. Es el lema que fue adoptado por Brasil, México y, también, por el general Urquiza, vencedor de Caseros, como consigna del país en vías de construcción.
Cultivo de la sociabilidad
Ese lema, y la política de promoción de una nueva sociabilidad en una Argentina rota por décadas de guerras internacionales y civiles, darán origen a los clubes "del Progreso" y "del Orden", como ámbitos propicios para el cultivo de relaciones sociales hasta entonces bloqueadas por odios faccionales y la persecución de reuniones grupales sospechadas de actividades conspirativas. Se trataba de un innovador cambio cultural.
Los aprestos comenzarán a fines de 1852, con la activa participación de José María Cullen, integrante del grupo fundador de 56 vecinos que, en respuesta a la convocatoria de Diego de Alvear, el 1° de mayo del citado año habían alumbrado en Buenos Aires el Club del Progreso. Esa fecha conmemoraba el Pronunciamiento de Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, expresado un año antes, mediante el cual aceptaba la renuncia de Juan Manuel de Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires, al manejo de las relaciones exteriores del conjunto de las provincias.
Plano de Marcos Sastre, realizado en 1824. En las manzanas implicadas en esta nota se muestra la planta cuadrangular de una construcción grande con patio interno, correspondiente al protomédico Rodríguez, en la esquina de las actuales calles Gral. López y 9 de Julio.
La aceptación, por vez primera, de su apartamiento de esa gestión, comportaba un golpe a la consumada teatralidad de Rosas y su reiterado uso de ese recurso político. La consecuencia fue la guerra, la derrota del caudillo bonaerense en Caseros y su urgido exilio en Inglaterra.
En Santa Fe, Cullen no sólo actuaba como transmisor del pensamiento social de Urquiza, que había encontrado rápido eco en Diego de Alvear, sino en la forma estatutaria de plasmar la iniciativa. Por eso fue designado por el grupo promotor presidente provisorio del club que empezaba a tomar forma en nuestra ciudad. En tal carácter participó del contenido del Acta de Instalación de la entidad y, en enero de 1853, firmó con Dolores Comas el contrato de alquiler de la casa que habría de albergar a la institución.
Dolores era hermana de Mariano Comas, quien presidirá la primera comisión directiva a partir del 27 de febrero del referido año, fecha en que la asamblea constitutiva formaliza la creación del club y elige a sus autoridades. Y también lo era de María Ascensión Restituta Comas, casada con Domingo Echagüe. En 1844, su marido le había comprado la casa del protomédico a su hija María Josefa Rodríguez de López, viuda del brigadier. En este inmueble, con los arreglos realizados durante los meses de marzo y abril, el 1° de mayo a la noche, el club será inaugurado con una fiesta y baile. Por la mañana, en el ámbito del desaparecido Cabildo, se había sancionado la Constitución Confederal, en coincidencia, por simbólico designio político, con el segundo aniversario del Pronunciamiento de Urquiza contra Rosas.
Luego de haber sido declarados socios honorarios, varios constituyentes asistieron a la inauguración, sellando una relación imbricada en la formación de la Argentina moderna, que luego se consolidará con la reincorporación de Buenos Aires al cuerpo de la Nación. Así ocurrió con la convención reformadora de 1860, también realizada en nuestra ciudad, asamblea que completó las bases institucionales del Estado, y cuyos diputados, al igual que los anteriores, recibieron de parte del club los diplomas que los acreditaban como socios honorarios.
Una institución pionera
En 172 años de existencia, muchas cosas han ocurrido en el club, entre ellas, la presentación y discusión en sus salones del primer plan económico de la Argentina incipiente por Mariano Fragueiro, ministro de Hacienda de la Confederación Argentina en noviembre de 1853. También, las primeras acciones concretas de confraternidad con otras asociaciones, como el Club del Progreso y el Club Socialista de Paraná (1854), o clubes comerciales, como el de Rosario, aspecto éste, al que se le asignará importancia desde el comienzo mediante la fijación de pizarras con información sobre la entrada y salida de buques en el puerto local, y la difusión de noticias mercantiles de esta plaza. Esa tarea embrionaria tomará otro volumen, a partir de 1884, con la fundación del Club Comercial, iniciativa alentada por Ignacio Crespo y Ricardo Aldao, dos expresidentes del Club del Orden.
A diferencia de los clubes exclusivos para caballeros del modelo inglés, o de los clubes con fuerte raíz política, como el "de Santiago" (Chile), fundado por Domingo Sarmiento en 1852, la entidad local puso el acento en lo social y le dio un explícito lugar a la mujer en el Acta de Instalación y, en el plano efectivo, a través de bailes, tertulias y tareas de ayuda a personas con necesidades, mediante la confección de prendas y objetos que se rifaban de modo periódico para recaudar fondos que se aplicaban a la ayuda social. Ese fue el origen de la Sociedad de Beneficencia y el Hospital de Caridad (luego, Cullen); y, lo será, andando el tiempo, del Patronato de Leprosos. Tales características, diferenciadoras para su tiempo, no ocultaban el hecho de que fuera, principalmente, un club de hombres. Pero la promoción del diálogo entre personas de distintos pensamientos, su apertura, en consonancia con el Preámbulo de la Constitución, a emprendedores extranjeros -fueron presidentes, los colonizadores Carlos Beck, fundador de San Carlos; y Ricardo Foster, iniciador de San Jerónimo Norte-, son muestras de un espíritu abierto que, más allá de los inevitables conflictos de intereses, establecieron un piso de convivencia más alto que en las décadas precedentes.
En diversos planos, el Club del Orden fue pionero en el país y contribuyó a una convivencia más civilizada. Es cierto que sus directivos, y muchos de sus socios integraron la vanguardia de la gran transformación, personificada en gobernadores, colonizadores, comerciantes, industriales y productores rurales. Fueron parte de una burguesía provinciana en crecimiento, que desde algunos miradores ideológicos se asimiló con la oligarquía, concepto que arraigó como cliché y que, en 1972, movilizó a una célula guerrillera de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) a volar sus instalaciones, en el intento de destruir el símbolo representado por el club en su simplificada y violenta concepción de la política y la sociedad.