"Retratos de un caído resplandor" (2002), del poeta peruano Carlos López Degregori (1952), constituye una de las obras más significativas de su segunda etapa creativa.

El poemario de Carlos López Degregori evoca un mundo espectral, donde lo poético se entrelaza con la memoria y el extrañamiento, creando un relato de voces y ruinas.

"Retratos de un caído resplandor" (2002), del poeta peruano Carlos López Degregori (1952), constituye una de las obras más significativas de su segunda etapa creativa.
En este libro, lo espectral, la memoria y el extrañamiento del yo poético alcanzan una intensidad particular, articulando una galería de voces -unas que hablan desde lo post mortem, otras desde una conciencia herida- que remiten tanto a la ruina como a un fulgor enigmático.
Lejos de trazar una narración lineal, el poemario hilvana personajes e instantes como fragmentos de un relato apenas sugerido, cuya lógica responde menos al tiempo y a la experiencia cotidiana que a un plano de evocación profunda.
Desde lo lírico, Degregori trabaja con una contención verbal rigurosa: ritmo interno pausado, anáforas, rupturas sintácticas y un tono deliberadamente contenido. El yo poético no se impone, sino que se disuelve en la experiencia liminar del lenguaje, asumiendo un lugar de tránsito, entre la carencia y la espera.
La poesía aparece aquí como un espacio de resonancia simbólica, donde las imágenes -cadáveres, vestigios, retratos, fantasmas- no describen, sino que invocan. Esa operación estética instala un clima de distanciamiento que remite, por ejemplo, a la imaginería visionaria de César Moro o a las derivas oníricas de Blanca Varela, aunque en Degregori predomina un registro más austero y controlado.
Un ejemplo de esa escritura se advierte en los versos: “Blanca es la silla que arrastro hasta la ventana para mirar/ cayendo desde el cielo un resplandor que ya no me dejará/ cerrar los ojos”, donde la imagen material se transforma en signo de fragilidad y revelación.
El itinerario del libro puede leerse como un descenso hacia el núcleo de la experiencia, donde el sujeto poético se mira, se inventa y se narra, desplazándose de la ceguera a una forma de luz velada. En ese proceso, la escritura se convierte en un vehículo de memoria y, a la vez, en una forma de resistencia ante la desaparición.
Esa transfiguración alcanza momentos de condensación lírica, como en los versos “Ojos que son estrellas y te vieron mirar/ escondidos entre gasas y cortinas”, donde lo corporal se proyecta hacia lo cósmico, revelando una tensión entre lo íntimo y lo trascendente.
A la vez, el poema advierte sobre la persistencia de la muerte, que retorna una y otra vez bajo distintos rostros: “Pero los años pasarán/ y vendrán otras muertes entre gasas/ y muérdagos/ y lobos”.
Sin aludir de modo explícito al contexto histórico, el poemario resuena así con el trasfondo de violencia política que marcó al Perú en las décadas de 1980 y 1990, ofreciendo una respuesta íntima y estética al dolor colectivo, ajena al testimonio directo.
En términos de filiación, "Retratos de un caído resplandor" dialoga con una tradición latinoamericana que privilegia lo velado sobre lo manifiesto, afinidad que puede rastrearse en José Watanabe o en Olga Orozco.

Esa dimensión ritual se hace palpable en pasajes como “Santo es el mar./ No lo mires./ No lo toques./ No lo bebas./ Sólo escúchalo correr como un caballo de agua por la noche”, donde lo natural se convierte en un espacio de misterio y reverencia.
Más de veinte años después de su primera publicación, la reedición argentina por el sello independiente La Primera Vértebra ratifica su lugar destacado dentro de la poesía contemporánea del continente.
Esta edición incluye un estudio introductorio de Mario Zegarra, contratapa de Rosella Di Paolo y reproduce las fotografías originales impresas sobre páginas negras, intensificando su carga simbólica y visual.
+ INFO
"Retratos de un caído resplandor", obra de Carlos López Degregori, publicada por editorial La Primera Vértebra, Buenos Aires, 2024 (102 páginas).