"Boomerang Naturae. Poesía reunida" (1976-2022), presenta medio siglo de labor intensa en torno a la palabra. Liliana Ponce (1950) constituye uno de esos casos excepcionales donde la pulsión por publicar no derivó en ningún tipo de apresuramiento.

Liliana Ponce, destacada por su poesía introspectiva, ha consolidado su lugar en la lírica argentina con una obra que desafía las etiquetas convencionales.

"Boomerang Naturae. Poesía reunida" (1976-2022), presenta medio siglo de labor intensa en torno a la palabra. Liliana Ponce (1950) constituye uno de esos casos excepcionales donde la pulsión por publicar no derivó en ningún tipo de apresuramiento.
Apenas cinco libros -"Trama continua" (1976), "Composición" (1984), "Teoría de la voz y el sueño" (2001), "Fudekara" (2008), "Paseante y huésped" (2016)- y un par de plaquetas bastaron para consolidar su lugar dentro del panorama lírico argentino contemporáneo.
Como señala Valeria Melchiorre en el prólogo, resulta arduo definir su rítmica elusiva: cristalizarla con precisión. ¿Es realmente heredera del surrealismo, como algunos sostienen? ¿Objetivista? ¿Neobarroca? Cualquier afirmación en ese sentido parece un atropello, ontológicamente contrario a su aura dubitativa.
Se trata de una poética que titubea, que interrumpe su avance para volver sobre sí misma. Al gozar de alterna legibilidad, sus relampagueantes intermitencias cristalizan los pliegues y repliegues de un paisaje interior que con el tiempo se espesa.
No hay cabida para la grandilocuencia ni para las afirmaciones tajantes: la certeza, en estas composiciones, parece casi un anatema. ¿Conjeturas metafísicas vistas a través de un vidrio esmerilado?
Si bien su escritura puede leerse como despojada, afiliarla de modo directo al budismo zen -Ponce es estudiosa de la literatura y las religiones de Japón, cultura con la que tomó contacto durante sus años universitarios- no resulta del todo preciso.
Estamos lejos de las aproximaciones abstractas, léase equilibrio entre vacíos, de Alberto Girri. En Ponce, los laboriosos matices tejen modulaciones vertiginosas; los sentimientos desbordan los sentidos e implosionan hacia dentro.
En su poesía suspensiva no hay modo de anclar un punto seguro: todo es vago, sin que ello implique divagación alguna. Derivas inconcretas de la lengua, que buscan su propio pneuma.
Acaso quien estuvo más cerca de descifrar su imaginario fue el poeta Reynaldo Jiménez (uno de sus editores y temprano promotor de su obra desde el sello Tsé-Tsé, fundado en 1995), al definirla en un ensayo como una condensación de "infinita finitud".
Concentración áulica. Avances y retrocesos, dijimos: un tejido perceptivo donde la escritura se vuelve una expresión exacta de la emoción. Tras cada poema, el nuevo verso recomienza con su carnadura aérea, porosa.
Ponce avanza, a menudo, hacia atrás sobre las hebras de la memoria. Implosiona su tejido de sombras hacia la espuma de un tiempo huidizo, revelando, con frecuencia, el lujo multiforme del detalle rebasado.
Tal vez los signos de otro reino: una sintaxis donde la percepción se vuelve acto interior; algo análogo a la poética de Stan Brakhage, quien exploró la visión como experiencia pura, liberada de la narración y del lenguaje, donde la luz y el color son formas de conocimiento. Tal vez.
+ INFO
"Boomerang Naturae", obra de Liliana Ponce, editada por Emecé. Buenos Aires, año 2025 (304 páginas).
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