Un saludo navideño debe proclamarse desde la perspectiva de la Fe. Sin Fe, el saludo de Navidad puede prestarse a las presentaciones más diversas y opuestas: sentimentales, románticas, vacías, profundas, circunstanciales. Con fe, el mensaje navideño tiene un sentido preciso: el hijo de Dios se hace hombre, para que el hombre viva como Hijo de Dios.
Dios no llega a la historia, para que la historia siga por sus cauces habituales. Dios no nace para darnos una fiesta familiar, cordial, anodina. La inefable noche de Dios no puede concluir en una copa de sidra, en un cambio de menú, en una barra de turrón, en nueces o en pan dulce. Dios viene al hombre para que el hombre vaya a Dios.
Dios se hace hermano, para que los hombres sean hermanos. Dios se inserta en la historia, para que la historia camine hacia Dios. Si miramos a nuestro alrededor nos queda la impresión de una Navidad incomprendida, tergiversada, camuflada, instrumentada. ¿Vino Dios? ¿Nació Dios? ¿Habló Dios? ¿Ha sido proclamado el Evangelio del amor o del egoísmo?
¿Se ha promulgado un Evangelio de vida o de rutina? ¿Ha sido anunciada la Buena Noticia de la virginidad, de la pureza, de la limpieza de corazón o el Evangelio del erotismo, del sexo y de la aberración? ¿Se ha predicado el valor de la cruz aceptada, del dolor compartido, del sufrimiento asumido, de los pobres, de los pequeños, de la justicia o el Evangelio de la venganza y de la injusticia?
¿Ha sido promulgado el Evangelio de la familia unida, estable, fecunda o el Evangelio del adulterio y de la esterilidad? ¿Se ha conseguido hacer de los cristianos, un pueblo de peregrinos que añora llegar al Padre o un pueblo confortablemente instalado en la tierra? ¿Se ha anunciado el Evangelio para una sociedad solidaria o el Evangelio para una sociedad de consumo?
- Navidad es pregón de vida; anuncio de valores; aceptación de criterios.
- Navidad es visión nueva; hombres nuevos; cambio de la historia.
- Navidad es Dios en la tierra.
- Navidad es Dios nacido en familia, para que la humanidad sea familia.