-A partir de lo que viste y escuchaste en los últimos días y de las medidas que tomó hasta ahora ¿qué Trump crees que vamos a ver en los próximos cuatro años?
"El Trump sistémico es muy dañino para Argentina y no lo va a compensar el Trump bilateral", dice Actis, doctor en Relaciones Internacionales y coautor junto con Nicolás Creus del libro "La Disputa por el poder global. China contra Estados Unidos en la crisis por la pandemia".
-A partir de lo que viste y escuchaste en los últimos días y de las medidas que tomó hasta ahora ¿qué Trump crees que vamos a ver en los próximos cuatro años?
-Es la pregunta del millón. Hay tres cambios fundamentales respecto del Trump 2017. El primero es que llega en un momento donde se consolidó fuertemente una polarización política en Estados Unidos. Ya era evidente con su triunfo en 2016, pero en estos últimos ocho años esa sensación de que la política o la democracia norteamericana está en una situación disfuncional y de crisis está muy acentuado. Hay muchos más actores polarizados en la política norteamericana que los que había en el 2017.
El segundo cambio es que Trump llega con la concentración del poder público. Tiene mayoría en las dos cámaras en el Congreso, una Corte Suprema afín a su visión y una musculatura política que le permite conocer cómo funcionan los resortes políticos en Washington por su experiencia de gobierno. Eso queda claro en las más de 80 órdenes ejecutivas que emitió en su primer día de este segundo mandato contra 1 que emitió el primer día de su primer mandato. Eso claramente es un indicador de que va a avanzar sin ningún tipo de miramiento ni pidiendo permiso tanto en materia doméstica como en política exterior.
Y el tercer gran cambio es que en 2017 las Big Tech eran empresas importantes en la economía norteamericana pero no tan determinantes como lo son ahora. Hay 5 o 6 empresas que estuvieron en el palco de asunción de Trump que hoy suman el 50% del valor de Wall Street. En el 2017 esas empresas de Silicon Valley tenían una visión liberal de la política norteamericana, podríamos decir en términos sociales progresista, pero que hoy están alineados a Trump.
-El 90% del discurso de Trump está vinculado con la economía y uno tiene la sensación de que el trato con el otro es como transaccional ¿Cómo crees que va a ser esta política con China y con los aranceles, porque es una cuestión que en Argentina podría impactar mucho?
-En materia económica hay que decir que la herencia que deja Biden es muy buena. Es verdad que la inflación es alta todavía, pero está en un proceso de desinflación en el contexto de una economía que, a diferencia de otras desarrolladas, se ha recuperado fuertemente después de la pandemia, generado empleo.
Trump dice que es un desastre, que hay que una crisis, pero no es así. La gran pregunta es cómo va a ser su política arancelaria, si va a cumplir con lo que dijo en la campaña y ratificó el primer día de gestión de que el 1 de febrero va a aumentar un 25% los aranceles a México y a Canadá. Si efectivamente lo cumple, la respuesta que vamos a tener en la economía internacional va a ser el fortalecimiento del dólar, un aumento de la inflación en los EEUU y en el mundo y presiones devaluatorias de las demás monedas, sobre todo de los países emergentes y de China, que va a intentar devaluar el renminbi para ganar mayor competitividad y eso para nosotros es una muy mala noticia.
El Trump sistémico es muy dañino para Argentina y no lo va a compensar el Trump bilateral, que es el que tiene sintonía política con el gobierno de Milei, que puede intermediar ante el FMI o en alguna política comercial bilateral. Las políticas para la economía internacional que plantea la administración Trump para un país como la Argentina en este momento histórico, donde tenemos un tipo de cambio revaluado en un contexto externo bastante negativo, no son auspiciosas y no sé si el gobierno lo está subestimando o no lo quiere ver.
-¿Y respecto de China, que fue su gran "enemigo" en la primera gestión?
-En términos de identificar a China como una amenaza a la primacía global estadounidense, sobre todo en lo que tiene que ver con la disputa por la vanguardia tecnológica, lo vamos a seguir viendo.
Se vio con Trump 1, con Biden y ahora con Trump 2. Lo que puede cambiar y es lo que parece que estamos viendo con el acuerdo con la empresa dueña de Tik Tok, es que Trump va a tener un diálogo mucho más fluido con Xi Jinping, en el marco de una lógica más transaccional que puede terminar en una llamada al más alto nivel, cosa que no existía entre Biden y Xi. Había buen diálogo entre los altos funcionarios, pero no entre ellos dos.
En la lógica de la era de los hombres fuertes, puede llevar a una negociación más fluida que termine logrando algún paraguas cooperativo en la tensión estructural. Es una gran incógnita , pero efectivamente los primeros movimientos dicen que inicialmente podemos llegar a tener un momento más cooperativo entre Washington y Beijing, pero con un trasfondo donde la competitividad, la desconfianza y la rivalidad sigan existiendo.
-¿Cuánto hay de geopolítica y cuánto de política interna las expresiones de Trump sobre Groenlandia, sobre Canadá, sobre el Golfo de México, sobre el Canal de Panamá?
-No lo veo como consumo interno porque a las elecciones ya las ganó y con bastante apoyo latino. Creo que son declaraciones en su lógica transaccional, que vimos en el primer gobierno y vamos a ver mucho más marcado en este, donde hay una percepción en Trump y en su círculo íntimo de que Estados Unidos está más fuerte que nunca y que las contrapartes, sean sus aliados o sus enemigos, están en un momento de debilidad relativa.
La Unión Europea está en crisis en su proceso de integración, sobre todo Alemania y Francia; Trudeau se fue del gobierno en Canadá; Rusia está empantanado en una guerra; China, si bien es influyente, con la caída del sector del Real Estate tiene una economía que no termina de robustecerse.
Lo que hace Trump siempre es poner la negociación a una vara muy alta, que parece absurda, cómo amenazar con mandar marines al canal de Panamá, o querer anexar Groenlandia. Entonces, después, en la negociación, lo que logre y lo que pierda la contraparte es mucho menor de lo que inicialmente parecía.
Creo que lo que estamos viendo es el trumpismo a la máxima expresión, donde él es un empresario que mira el mundo transaccionalmente. Estados Unidos, y esto también es un consenso de la administración Biden, necesita fortalecer su presencia y su control, y en ese sentido es que Trump plantea una situación de patear el tablero que a las contrapartes ya les genera un nivel de incomodidad y de mucho ruido para negociar futuras transacciones.
-¿Estas vías de navegación incluían el Estrecho de Magallanes?
-Si miramos al hemisferio occidental, tenemos en el norte el Ártico, que hasta ahora era casi innavegable pero el cambio climático lo va a hacer navegable y es hoy una discusión de las grandes potencias, el Canal de Panamá que es nuestro principal punto de acceso navegable en el centro del continente y el Estrecho Magallanes y la Antártida donde también en este contexto de geopolítica de los accesos las potencias intentan tener un mayor control dado que son puntos de estrangulamiento del comercio internacional y cualquier disrupción puede afectar los negocios; pero también la idea de que si una potencia extranjera tiene apoyo logístico material por ejemplo con la construcción de un puerto, en una eventual hipótesis de conflicto puede ser una ventaja.
Hoy hay una mayor visualización estratégica de esos puntos que hace 10, 15 años atrás. Vamos a ver que la administración Trump va a aumentar la injerencia y las presiones sobre distintos puntos estratégicos de nuestro hemisferio occidental, entre ellos el Atlántico Sur, el sur de Australia y la Antártida.
La administración Biden también lo ha hecho. El gobierno de Tierra del Fuego tenía cerrado un acuerdo con una empresa china para producir fertilizantes y crear un puerto en Ushuaia para sacar la producción y se frenó por presiones de Estados Unidos. Entonces, no es que Trump viene a mirar el Atlántico Sur por primera vez o de manera casi inusual, sino que es un proceso que se va a acentuar y con la lógica transaccional de Trump lo vamos a ver mucho más explícito y no tan sigiloso ni diplomático como hasta ahora, con el presidente involucrándose.
-¿Cómo crees que va a encarar los conflictos de Medio Oriente y la guerra entre Rusia y Ucrania?
-Trump quiere terminar con los conflictos internacionales, sobre todo los que tienen un involucramiento directo de los Estados Unidos, y hay expectativas de que el mundo va a ser más pacífico con él. La verdad que ese es un gran interrogante y soy bastante escéptico.
Creo que estamos en un momento de recesión geopolítica, como lo llamó Ian Bremmer, de crisis de liderazgo global, de lo que se llama G0, o sea, no hay posibilidades de avanzar en un orden institucional con ciertas reglas de juego y eso se va a profundizar.
Podrá haber algún tipo de negociación que Estados Unidos promueva entre Rusia y Ucrania. Lo mismo que ha pasado en la tregua en Gaza entre Israel y Palestina, pero lo veo como algo precario y temporario, donde la conflictividad internacional con la lógica de Trump transaccional va a tender a aumentar. Quizás tengamos momentos de armisticios y negociaciones, como puede ser efectivamente entre Rusia y Ucrania, pero soy bastante escéptico con esa idea de que con Trump el mundo se pacifica.
-Dicen que con el triunfo de Trump se termina la globalización, o el periodo histórico empezado en noviembre del 89 con la caída del muro ¿Coincidís con esa idea?
-Lo que estamos viendo en la última década es el fin de la hiperglobalización, que fue un tipo de globalización que caracterizó a la posguerra fría, con una liberalización muy marcada de todos los factores productivos y del sistema financiero. Lo que estamos viendo en los últimos años es una nueva globalización a la que he catalogado como una globalización de riesgos.
El FMI habla de una fragmentación geoeconómica. Claramente estamos en un mundo donde vamos a logicas de cadenas de valor mas cortas, regionalizadas. Pero esa idea de que se termina la globalización no la comparto. Si uno mira hoy el valor del comercio internacional sobre el PBI mundial, que estuvo desde 2018 al 60%, está en el 53%. Bajó, sí, pero no creo que lleguemos a un nivel de autarquía como tuvimos en la década del 30 de un 20%, porque sería una catástrofe para la economía internacional.
Entonces, más que cuantitativa, estamos en una globalización cualitativamente diferente que Trump impulsó en su primer mandato y va a seguir acentuando para alterar un poco las reglas de juego porque entiende que como ha avanzado desde que la impulsaron ha generado daños muy fuertes en el entramado productivo norteamericano y a sus trabajadores.
El cambio es un intento de modificarlas desde el lugar de quienes han construido las reglas de juego y las han impulsado. Ese es el gran cambio. La administración Biden siguió con algunas políticas industriales muy fuertes, pero volvió a una lógica más multilateral y de profundización de sus alianzas con los actores más importantes. Trump anunció la salida del Acuerdo de París y de la Organización Mundial de la Salud. Claramente va a haber una nueva retracción en la idea de Estados Unidos como un actor involucrado en el multilateralismo.
-En el discurso de despedida, Biden advirtió sobre la oligarquía tecnológica como Eisenhower advirtió sobre el complejo militar industrial. ¿Coincidís con esta idea?
-La palabra oligarquía es muy polisemántica, lo que está claro es que un gran cambio en la economía política de Estados Unidos y de Trump, en relación a su primera presidencia, es que tiene a su lado un conjunto de empresas tecnológicas que manejan, y esto ya lo decía Ian Bremer en un texto hace un par de años, el espacio digital.
Hoy tenemos dos grandes espacios donde se define la política: el físico, territorial, donde los estados siguen teniendo los mayores atributos y competencias y un espacio digital que es esta comunicación que estamos teniendo, nuestras interacciones en zoom, las compras en plataformas, todo lo que hacemos virtualmente que los Estados intentan regular pero tienen poco acceso y que lo manejan 6 o 7 empresas tecnológicas.
Que Trump logre tener en su círculo más íntimo a estos empresarios, que sean aliados políticos, es claramente un activo de poder muy fuerte, sobre todo por la capacidad de inducir las preferencias a partir de los sesgos de los algoritmos de las redes sociales, que es justamente la forma que la mayoría o todos los jóvenes se informan de la realidad, tener un canal de amplificación político alineado al gobierno es una fortaleza muy grande y creo que tener a esas empresas de tu lado es tan importantes como tener las del complejo industrial militar. Eso me parece un dato novedoso y que cambia un poco el mapa político de la economía política en Estados Unidos e internacional.
-La idea de Milei es la de un alineamiento automático con EEUU, firmar un tratado de libre comercio, subordinarse como en los mejores tiempos de las relaciones carnales ¿Hasta dónde crees que va a llegar la relación con Argentina?
-Está claro que el gobierno va a tener llegada a la Casa Blanca. Siempre en la política exterior los vínculos interpersonales son importantes, no definen una política exterior que tiene múltiples canales, pero tener vínculos interpersonales aceitados, sólidos y con acceso es un diferencial.
En ese sentido el triunfo de Trump fue una muy buena noticia para Milei. Ahora, pensar que porque el gobierno de Milei tiene esa sintonía política y está buscando un acoplamiento con los Estados Unidos, vamos a tener un conjunto de beneficios o vamos a ser un ganador en este contexto de crisis, de recesión geopolítica y de fragmentación geoeconómica, es una lectura bastante naif de cómo funciona el mundo. Y más cuando la Argentina no es una preocupación estratégica para los Estados Unidos. Sí puede haber algún tipo de "salvataje político" ante una eventual crisis si pensamos en Musk y un conjunto de empresarios que también han tenido un vínculo con Milei.
Pero la gran diferencia es que Trump está viendo el mundo desde el fortalecimiento del Estado y Milei desde el intento de terminar con el Estado, Trump quiere poner más medidas antidumping y Milei acaba de publicar un decreto donde hace todo lo contrario, Trump quiere crear un gran fondo soberano de inversión como tiene Noruega y los países árabes para apalancado con el sector privado decidir dónde se invierte en infraestructura, inclusive en el exterior, y el gobierno de Milei cree que el Estado no se tiene que meter en nada de la economía.
Hoy Estados Unidos no parece estar dispuesto a firmar tratados de libre comercio como imagina Milei y hay que ver cómo se conjuga eso más allá de que tributan ambos para un nuevo proyecto político de la derecha alternativa.
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