Sopa de verduras, polenta, arroz, fideos: ingredientes nobles que abrazan el cuerpo y alivian el bolsillo. Comer bien no tiene por qué ser costoso. La clave está en la planificación, la creatividad y la vuelta a lo simple.
Hay momentos en que la cocina de casa se transforma en algo más que un lugar para preparar alimentos: se convierte en refugio, en resguardo, en un pequeño acto de resistencia frente a los desafíos que nos plantea la vida diaria.
Hoy, más que nunca, en un contexto donde la economía aprieta y el frío empieza a hacerse sentir, volver a las bases no es solo una opción: es una necesidad y también una oportunidad.
La alimentación no tiene por qué ser una preocupación más. Puede, en cambio, ser una respuesta. Y esa respuesta está mucho más cerca de lo que creemos: en una sopa de verduras que humea en la hornalla, en una polenta caliente que reconforta el alma, en un arroz simple que se adorna con lo que tengamos a mano, o en unos fideos que, con un poco de ingenio, se convierten en un plato digno de fiesta.
Hoy más que nunca tenemos que pensar en la economía del hogar como una estrategia de cuidado. No se trata solo de gastar menos, sino de invertir mejor. Comprar de estación, aprovechar los precios del mercado, elegir alimentos versátiles que sirvan para varias comidas. Cocinar en cantidad para fraccionar y congelar. Organizarse para que la alimentación siga siendo un motor de bienestar y no una fuente de angustia.
El frío pide platos de cuchara, comidas que nos calienten por dentro. Y ahí la cocina casera despliega su magia: un caldo verduras, una cazuela de legumbres, una polenta con salteadito de verduras. Son preparaciones económicas, sí, pero también profundamente nutritivas, capaces de sostenernos física y emocionalmente.
Además, comer bien es, en sí mismo, una herramienta de prevención. Un cuerpo nutrido resiste mejor las enfermedades típicas del invierno. Una alimentación variada, rica en colores y sabores naturales, nos da fuerza para enfrentar cada día con un poco más de energía y esperanza.
A veces, en medio de la vorágine, necesitamos que alguien nos recuerde que no hace falta mucho para alimentarnos bien. Que no necesitamos productos inaccesibles ni recetas imposibles. Que lo más sencillo suele ser también lo más efectivo. Que una sopa de verduras puede ser un lujo si la preparamos con cariño. Que un plato de arroz puede ser una celebración si sabemos mirarlo con los ojos correctos.
Por eso hoy quiero invitarlos a recuperar esa mirada. A ver en cada comida casera un acto de amor propio. A entender que optimizar el presupuesto de la alimentación no es resignar calidad, sino valorar lo que de verdad importa.
Tal vez no podamos controlar todo lo que pasa afuera. Pero sí podemos elegir qué ponemos en nuestro plato. Y en tiempos de frío y de incertidumbre, esa pequeña gran decisión puede marcar toda la diferencia.
Marcelo Blank es Médico, asesor en alimentación saludable y economía del hogar. Con casi tres décadas de experiencia, se dedica a acercar la nutrición real a las personas reales: aquellas que cocinan todos los días, que buscan cuidar su salud sin descuidar su bolsillo, y que saben que un plato de comida casera puede ser mucho más que alimento.
Su estilo cálido, práctico y cercano invita a volver a las raíces, a valorar lo simple, y a entender que una buena alimentación es siempre un acto de cuidado y de esperanza.
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