Un estudio reciente asocia su consumo habitual con una marcada reducción del riesgo de enfermedades cardíacas, además de aportar nutrientes esenciales y favorecer la salud digestiva, ósea y neurológica.

Un estudio reciente asocia su consumo habitual con una marcada reducción del riesgo de enfermedades cardíacas, además de aportar nutrientes esenciales y favorecer la salud digestiva, ósea y neurológica.

Un estudio reciente asocia su consumo habitual con una marcada reducción del riesgo de enfermedades cardíacas, además de aportar nutrientes esenciales y favorecer la salud digestiva, ósea y neurológica.
Un creciente cuerpo de evidencia respalda que las verduras de hoja verde —como la espinaca, la acelga, la rúcula o la col rizada— merecen un lugar central en la alimentación cotidiana. Según un estudio de la Edith Cowan University (Australia), incluir al menos una taza diaria de estos vegetales se asoció con una reducción de hasta un 26 % en el riesgo de enfermedades cardíacas.
Pero los beneficios no se limitan al sistema cardiovascular: expertos coinciden en que estos vegetales aportan micronutrientes clave, fibra y compuestos bioactivos que contribuyen al bienestar general.

Las verduras de hoja verde destacan por su densidad nutricional. Contienen vitaminas (A, C, E y especialmente K), minerales como hierro, calcio, magnesio y potasio, además de fibra dietética.
Este cóctel nutricional actúa en distintos frentes:
Sistema cardiovascular y metabolismo: Las hojas verdes aportan nitratos naturales, compuestos que estudios recientes vinculan con mejoras en la presión arterial y la salud vascular.
Además, su contenido bajo en calorías y alto en fibra ayuda a mantener un peso saludable, lo que indirectamente reduce riesgos metabólicos.
Funciones digestivas y saciedad: Su contenido de fibra promueve un tránsito intestinal saludable y contribuye a la sensación de saciedad, lo que puede favorecer el control del consumo calórico.
Salud ósea y celular: Gracias a la vitamina K y minerales como el calcio y el magnesio, estos vegetales apoyan la densidad ósea y procesos de coagulación.
Por otro lado, sus antioxidantes y fitonutrientes (como carotenoides, luteína, zeaxantina) colaboran en la protección celular frente al estrés oxidativo, lo que puede repercutir en la prevención de enfermedades crónicas.
Además —y como recuerda la versión local del “plato del buen comer”— las verduras de hoja se integran dentro de una alimentación saludable junto con frutas, cereales integrales y legumbres, contribuyendo a cubrir necesidades de nutrientes esenciales de forma equilibrada.

Para aprovechar sus beneficios, los especialistas recomiendan consumir verduras de hoja verde todos o casi todos los días, variando entre diferentes tipos (espinaca, rúcula, acelga, col rizada, lechuga romana, entre otras) para asegurar diversidad de nutrientes.
Algunas sugerencias prácticas para integrarlas en la dieta cotidiana:
En ensaladas o crudas: agregarlas a ensaladas al mediodía o cena aporta fibra, vitaminas y minerales sin muchas calorías.
En salteados o guisos: usar hojas verdes como parte de preparaciones calientes —salteadas con ajo, en guisos, con legumbres— permite aprovechar su valor nutricional.
En sopas, purés o batidos: combinadas con otras verduras o frutas, como en jugos verdes, pueden ser una opción para quienes buscan variedad dietética (aunque no reemplazan una dieta equilibrada).
No obstante, expertos advierten que quienes siguen dietas especiales o tienen ciertas condiciones de salud —como trastornos de coagulación, enfermedades renales o tratamientos con anticoagulantes— deberían consultar con un profesional antes de aumentar en forma significativa el consumo de hojas ricas en vitamina K.

Las verduras de hoja verde suelen ser de bajo costo, fácilmente accesibles en mercados y verdulerías, y se adaptan a diferentes estilos culinarios.
Por eso, incorporarlas habitualmente no requiere dietas complicadas ni gastos elevados. En contextos como el santafesino, donde la producción de hortalizas es parte de la tradición agrícola, pueden —además— sumar valor en términos de sostenibilidad y proximidad.
Adoptar el hábito de sumar una porción diaria de hojas verdes a la dieta —sea en ensalada, guiso, sopa o batido— puede parecer un gesto sencillo.
Pero, como sugieren los expertos, realizado con constancia, puede marcar una diferencia notable en la calidad de vida: menos riesgo cardiovascular, mejor digestión, aporte de nutrientes clave para huesos, células y metabolismo. Y, en definitiva, una forma práctica de hacer de lo cotidiano una defensa concreta para la salud.